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—¿Hoy en la noche? —pregunté con incredulidad.

Melissa había regresado de llevarle su comida a Alfa con una asombrosa noticia: el licántropo había accedido a verme esa misma noche.

—Sí, dice que es hora de que te saques de la cabeza esa ridícula idea de que tú eres la causa de su ausencia en casa —declaró la mujer.

Quizás me hubiera creído esas palabras más fácilmente ella me hubiera visto directamente al decírmelo, pero como lo hizo viendo hacia otro lado me convencí de que realmente la desaparición diaria de Alfa era por mi culpa. Sin embargo, aparentemente ambos habían decidido una mentira que quizás sonara convincente y estaban dispuestos a dármela. Eso tenía que ser algo bueno, ¿no? Al menos en parte. Sin embargo, en el fondo me di cuenta de que de repente había comenzado a ponerme nervioso.

—¿Lo ves, Giraud? —me preguntó Franco con más naturalidad que su amada—. Por fin conocerás a Alfa.

Sí, por fin lo conocería, pero ¿era eso realmente bueno? Para empezar, ¿lograría verlo directamente sin terminar por desmayarme? Ante aquella pregunta, mi mente inmediatamente contestó que era mejor que no esperara demasiado.

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