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Aquel día fue bastante extraño. La mayor parte del tiempo estuve acompañando a Franco y Melissa, y resultaba algo extraño saber que me encontraba en la misma habitación que un licántropo y aun así no tener miedo. Franco era realmente un ser extraordinario, con un sentido del humor que contagiaba y con una charla amena y entretenida. Si no hubiera sabido de antemano que aquel era el hombre lobo con pelaje de color arena que me había salvado la noche anterior, jamás lo habría imaginado. Me costaba trabajo conciliar ambas imágenes, por mucho que los dos fueran grandes y musculosos.

Al atardecer Franco se fue quedando callado, y se iba poniendo cada vez más pálido. Al principio me preocupé y miré alarmado a Melissa buscando una explicación.

—No te preocupes —me dijo Franco con una voz que parecía indicar que estaba enfermo—. Así comienza la transformación cada noche.

—A riesgo de parecer maleducado, ¿es peligroso? —pregunté yo, atemorizado de que quizás durante un instante Franco no pudiera controlarse o algo así.

—No, a menos que seas muy sensible —contestó Franco mientras esbozaba una ligera sonrisa—. Ya te dije, solo es doloroso, tan doloroso que preferirías estar muerto que seguir soportándolo. Pero solo es un momento. Después pasa.

Dicho eso Franco se encargó de quitarse la ropa. No me sorprendió ver sus músculos resaltados, y aunque resultaba una visión agradable, me preocupaba más la palidez que él estaba adquiriendo y el hecho de que dentro de poco me encontraría frente a un hombre lobo transformado. Una vez completamente desnudo tomó unos pantalones que Melissa le extendió, los cuales le venían excesivamente grandes pero que seguramente como lobo le quedarían perfectos. Ayer apenas les había prestado atención a los pantalones que llevaban los licántropos, pero ahora que lo pensaba resultaba obvio que a menos de que se tratara de ropa elástica tenía que ser diferente a la que usaban en su forma humana.

Cuando el último rayo de luz desapareció detrás de la ventana, Franco soltó un grito espeluznante. No pude evitar encogerme mientras Franco caía al suelo, se hacía bolita y de su garganta salía un grito como jamás lo había escuchado. De reojo vi como Melissa apretaba sus brazos alrededor de ella y cerraba los ojos, pero yo no pude apartar los ojos de Franco, pues mientras el hombre seguía gritando su cuerpo pareció crecer aún más, al mismo tiempo que su cabello cambiaba de color y le salía por todas partes pelo. Tal como había dicho antes, su transformación duró solo un momento, apenas unos cuantos segundos, tras los cuales el enorme lobo que había visto el día anterior se encontró tirado en el suelo.

Melissa dio un paso hacia delante y le tendió una mano al enorme lobo para ayudarlo a ponerse de pie. Franco tomó la mano que se le ofrecía para ponerse de pie y en cuanto se hubo levantado su compañera lo rodeó con sus brazos por la cintura y hundió su rostro en el pecho peludo mientras Franco le regresaba el abrazo. Al ver la expresión del rostro de la mujer me di cuenta de que aquello era tanto una forma de buscar consolar a Franco como de buscar consuelo para ella misma. Debía ser muy difícil ver a la persona que amabas sufrir de esa manera, aunque solo fuera por unos segundos.

—¿Dejaste pantalones fuera para Alfa? —preguntó Franco.

—Hay un par en los tendederos —contestó Melissa—. Puede agarrar de ellos. ¿Crees que venga a casa durante la noche?

—Puede ser —contestó Franco en un tono de voz un tanto apaciguador—. De todas formas iré a buscarlo. Habrá que patrullar para asegurarnos de que Sam y el resto no vengan aquí esta noche. Habrá que ver en qué orden haremos las guardias.

Melissa y Franco se separaron, tras lo cual el hombre lobo salió de la casa. Tenía que admitir que el lobo resultaba mucho menos impresionante después de haber convivido con él durante todo el día como humano.

—Bien, no es muy tarde así que dudo que quieras irte a dormir —comentó Melissa volviendo a sonreír al tiempo que se volteaba hacia mí—. ¿O estás cansado?

—No, la verdad es que no —contesté yo.

—¡Perfecto! ¿Entonces qué te parece si preparamos algo de cenar?

Así que ambos fuimos a la cocina. Melissa sacó varias frutas y verduras, y me pidió disculpas por la ausencia de carne, pero me dijo que aprovechaba siempre la cena para evitar la carne, ya que en las otras dos comidas no podía evitarla porque de lo contrario ni Franco ni Alfa comían. Yo no tenía objeciones, de hecho, prefería que la cena fuera algo ligero y fácil de digerir. Comenzamos a preparar juntos la cena mientras charlábamos un poco.

De pronto, un ligero ruido a mis espaldas me distrajo. Me di la vuelta, justo para ver como un hombre lobo de pelo rojizo entraba por la puerta trasera. A pesar de que racionalmente sabía que era más pequeño que Franco, me pareció enorme. Me pareció que mi corazón se detenía y de repente no encontraba la forma de respirar.

Alfa volteó a verme directamente a los ojos. Sentí un escalofrío recorrerme por completo al mirar aquellos ojos oscuros y, como en las dos ocasiones anteriores, caí desmayado.

Moon RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora