7

23 2 0
                                    

Me apoyé en al árbol al que había llegado para poder sentarme. No me gustaba quedarme encerrado en la cabaña todo el día y menos cuando en realidad el clima era bastante agradable. Me encantaba la combinación que resultaba de los cálidos rayos del sol y del viento fresco del otoño. Es cierto que no me podía mover con total libertad con el pie inmovilizado, pero no creía que una herida así justificara pasarse todo el día en cama. No con aquel clima, por lo menos.

Cuando hube llegado al suelo, justamente en un lugar donde el sol me pegaba directamente, dejé mi muleta apoyada en el piso. No era la gran cosa, apenas un pedazo de madera burdamente tallado, pero me permitía moverme por la cabaña y sus alrededores. Tendría que agradecérselo a Alfa en cuanto volviera a verlo, puesto que él se había encargado de fabricarla, según me habían dicho Melissa y Franco. Le habría agradecido inmediatamente, pero no había vuelto a ver a Alfa desde la última noche de luna llena.

Normalmente sentir los rayos de sol sobre mí me animaban, pero no en aquellos momentos. Aunque Melissa y Franco lo negaban, me había percatado de que la ausencia de Alfa en la cabaña era debido a mi culpa. No estaba seguro de cómo mi presencia afectaba al licántropo, pero desde que yo había llegado Alfa no se había aparecido en la casa ni por error mientras el sol brillaba en el cielo, e incluso por las noches evitaba entrar en la cabaña. Había escuchado a Franco la noche anterior decirle a Melissa que Alfa estaba durmiendo en un cobertizo que estaba al lado de la cabaña.

—¿Disfrutando del sol?

Volteé la cabeza, solo para ver como Franco caminaba hacia donde yo estaba. En ese momento me pasó por la cabeza la idea de que Franco era un hombre realmente atractivo. Sin embargo, un instante después una imagen se sobrepuso en mi mente, la imagen de un licántropo de pelaje rojizo.

Negué con la cabeza, intentando borrar aquella imagen de mi cabeza. ¿Cómo podía creer que un hombre lobo en su forma lupina era atractivo?

—¿Entonces qué estás haciendo? —preguntó Franco con curiosidad mientras se sentaba en el césped a unos pasos de mí.

—Este, sí estoy tomando el sol —le contesté algo apenado—. La negación era para algo que se me pasó por la cabeza.

—Soy increíblemente atractivo, ¿cierto? —inquirió Franco al tiempo que se acomodaba el cabello.

—¿Qué? —pregunté confundido yo mientras la imagen del lobo rojizo resplandecía en mi mente con más fuerza.

Ante mi confusión Franco soltó una carcajada. O quizás fuera porque desde el principio su pregunta había sido una broma.

Escuché un ruido entre los árboles a mi espalda. Intenté voltear a ver, pero el tronco sobre el que estaba recargado me tapaba buena parte de la visión. Dirigí una mirada asustada a Franco, pero este solo estaba mirando hacia el bosque mientras movía la cabeza señalando el lugar donde nos encontrábamos.

—¿Hay alguien ahí? —le pregunté.

—No, nadie —me contestó el hombre, pero su mirada siguió clavada en el bosque.

Me pregunté si estaría siendo sincero conmigo o si quizás en el bosque se encontraría Alfa. Alfa, el hombre lobo que aparentemente no estaba interesado en convivir conmigo.

Moon RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora