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 Pum. Pum. Pum.

 Chūya se encontraba cegado de odio, golpeaba una y otra vez el rostro burlón de Dazai, quién a pesar de tener el labio partido y la nariz sangrante no dejaba de sonreír y de observarlo desde arriba.

 Oh, cómo lo odiaba. 

 Cómo odiaba aquella sonrisa burlona y aquella mirada de superioridad, que le recordaba amargamente su posición  en aquella relación, la importancia que Dazai le daba. Nula, e inferior.

 Odiaba sentirse inferior. 

 Odiaba sentirse débil.

 Odiaba sentirse solo.

 Odiaba sentirse de esa manera. ¿De cuál? De esa extraña manera que le hacía sentir el castaño.

 En resumen, odiaba a Dazai Osamu y cómo este lo hacía sentir.

 Apretó fuertemente su mandíbula y continuó golpeando, golpeando, golpeando y golpeando. Sentía el dolor en sus nudillos,  y la sangre escurrirse por sus dedos. Mentiría si dijese que no estaba acostumbrado, era parte del trabajo, era parte de sus sueños más satisfactorios.

 Tampoco le importó encontrarse en el medio de la calle.

 Ni los murmullos de los peatones que veían la escena horrorizados.

 Siquiera le importaba que Yumeno estuviese viendo aquella pelea. El niño ya lo había visto en situaciones de desesperación, ¿Cuánto más podía decepcionar al niño?

 Se odió a si mismo por eso.

  Comprendió en realidad que no era solo a Dazai a quién odiaba, sino también a si mismo, a lo que sentía y a lo que era.

 Detuvo su mano a mitad de camino de otro golpe hacia el rostro del hombre lleno de vendas. Y observó hacia atrás.

 Yumeno. 

 No.

 Estaba tan solo su muñeco de horrible sonrisa, mirando al cielo gris.

 - ¿Yumeno? -. Exclamó en voz alta con voz temblorosa -. No, mierda, no de nuevo -.  Masculló mientras soltaba a Dazai y miraba a su alrededor con desesperación buscando al niño -. Por favor, no de nuevo -. El conocido nudo volvía a formarse en su garganta -. ¡Yumeno! -. Gritó comenzando a buscar al susodicho.

  ¿Por que siempre le sucedía lo mismo?

 Maldijo y volvió a gritar el nombre del niño a medida que empezaba a correr entre la multitud.

 Se había distraído tan solo unos minutos.

 Yumeno.

 Si tan solo no se hubiese topado con Dazai.

 ¿Dónde estás?

 Si tan solo no le hubiese sacado la vista de encima.

 Yumeno.

 Si tan solo hubiese guardado todo el rencor como siempre.

 Por favor.

 Si tan solo hubiese superado el pasado y se hubiese centrado en el presente.

 No me dejes. Vuelve conmigo.

- creo que sé donde puede estar -. Habló Dazai, con una voz agitada mientras corría a su lado.

 El pelirrojo no tuvo tiempo de cuestionar el accionar del más alto, o de siquiera decidir si aceptaba su ayuda o no y mucho menos de maldecirlo y mandarlo a la mierda. Tan solo tomó su brazo y los hizo flotar a ambos.

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