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El departamento de Chūya parecía, a pesar de encontrarse habitado, vacío.

Había muebles, claro.

Había luces, claro.

Había comida, claro.

Pero no había fotos, ni alfombras, ni cortinas, ni cuadros, o algún jarrón decorativo con flores.

Era como si, Chūya de hubiera mudado a aquel lugar hace poco, aunque el olor a cigarrillo se encontraba impregnado en el aire, y las copas de vino, ceniceros llenos de colillas y papeles se encontraran desparramados por todos lados delatando al mayor, quien se movía de un lado al otro completamente acomodado en aquel ambiente.

- ¿Por qué tu casa es tan..? -. Comenzó el más bajo, pero no termino la oración.

- ¿Tan que? -. Preguntó; curioso.

- Tan... -. La verdad ya no sabía cómo llamarlo, porque a pesar del vacío de aquella habitación, el ambiente se sentía como un hogar. Q reconoció que no tenía porque juzgar aquel lugar, él siempre había carecido de un hogar -. No, nada.

El mayor lo observó. Y asintió sin insistir, tal vez había comprendido.

Fue a la cocina y segundos después regreso con una taza humeante.

- Chocolatada -. Mencionó ante la curiosidad de Q, para luego extenderle la misma -. Ya es la tarde -. El menor tomó la taza y bebió con cuidado.

Soltó una leve risa, ante el dulzor de la bebida.

- Es dulce -. Dijo en voz alta -. Muy dulce. Me gusta -. Y no volvió a hablar hasta terminar la bebida, la cuál iba saboreando con pequeños sorbos. Desconocía en porque, pero no quería que se acabara.

Finalmente ocurrió.

Se encontraba mirando el fondo vacío de la bebida, la cuál se había esforzado por saborear lentamente, para que durara más tiempo.

Para que durara más tiempo aquel líquido.

Para que durara más tiempo ese dulce sabor.

Para que durara más tiempo aquella sensación.

Temió empezar a sentirse como la taza, vacío, nuevamente.

Una mano se posó sobre su cabeza, Yumeno levantó la vista rápidamente.

- Deja de hacer aquella expresión tan triste -. Le sonrió el mayor -. Puedo volver a hacertela mañana.

- Volver a hacerla -. Repitió, volvió su vista a al taza.

- Claro, todas las veces que quieras.

- Pero, ¿Que pasa si se acaba? -. Habló -. ¿Que pasa si te quedas sin y no puedes volver a hacerla?

El pelirrojo parpadeó antes de reír. El menor no comprendía el porque de aquella acción, volvió a levantar la mirada mientras fruncía el ceño.

Pero se quedó fascinado con la imagen de un hombre hermoso frente a él. ¿Chūya siempre se había visto tan radiante?

- Cuando se acabe iremos a comprar más leche o cacao -. Respondió, mientras subía y bajaba su mano, acariciando su cabello. Observándolo con unos ojos extraños.

Q, se esforzó por intentar reconocer que era aquello en su mirada.

¿Burla? No.

¿Amabilidad? No.

¿Superioridad? No.

¿Sinceridad? No.

¿Que?, ¿que era?

HappinessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora