11

944 121 2
                                    

- este lugar es horrible -. Soltó el menor.

- ¡Oye! -. Soltó -. Si no te gusta mi casa puedes irte.

Lo que el mayor llamaba casa, no era para nada similar a la casa que Yumeno consideraba como suya. Dazai vivía en un monoambiente con muebles baratos, cuadros en paredes que siquiera compartían la misma tonalidad de pintura, vendas y camisas dando vueltas por todos lados, además de que se veían varias decoraciones muy diferentes a la personalidad del castaño.

A diferencia del pelirrojo quién no poseía nada, Dazai poseía de todo aunque esta variedad parecía deberse a que no quería sentirse solo, no quería reconocer que le faltaba algo.

 El menor ingresó ignorando la voz del castaño y esquivando las cosas quue se cruzaba en el camino, zapatos de hombres y mujeres, camisas tiradas por cualquier  lado, un florero con yuyos, tazas sucias, papeles desparramados, folletos con descuentos en comida, diversos objetos sin significado alguno, que no habían más que llenar el vacío de aquel lugar.

 Yumeno se sentó en la mesa redonda del comedor, allí entraban cuatro simples sillas, una era distinta a las otras tres.

 Tres de ellas eran lisas, de un violeta pastel y la cuarta era una silla verde con lunares naranjas. El menor ignoró la mala combinación de colores y se sentó ignorando en cual.

Se quedó en silencio, esperando que Dazai también se callara. El mayor no tardó en secundar al menor, sin sentarse ingresó al comedor y siguió de largo hacia la cocina, lo vió abrir la heladera, estaba vacía, con algunos tupper que debieron de tener sobras en el lavabo. 

 Yumeno ignoró eso y continuó examinando alrededor. Le llamó la anteción la ventana, abrió los ojos preguntándose cual sería el color del cielo tras ellas, pero se decepcionó al encontrar que no podía divisar nada. La ventana poseía dos cortinas de un azul gastado, el cual probablemente en un comienzo había sido de algún color eléctrico.

 Suspiró.

 Para luego levantar la vista hacia el techo y quedar ciego por la fuerte luz de los led. Comprendió entonces cómo era la casa de Dazai. Era una estructura pequeña, pero muy falsa. Era una clara imágen del mayor. Las cortinas intentaban pintar el cielo de un fuerte azul, dónde afuera  predominaban las nubes grises, la acumulación de cosas para llenar aquella soledad, la constante entrada y salida de mujeres y hombres, para llenar aquella necesidad de tener a alguien al llegar a casa, las fuertes luces simulando ser un fuerte sol que iluminaban todo, cómo si estuviese bien. Cómo si todo estuviese bien, aunque era evidente de que no es así.

-no tengo hambre -. Comentó el menor al castaño quién seguía buscando que ofrecerle.

 Se quedaron un rato en un silencio incómodo. Hasta que Dazai suspiró.

- vamos entonces, tengo que trabajar.

 YUmeno no respondió solo se bajo de la silla,  quién generó un chirrido y salieron.

 Caminaron por la sucia calle, pasando casa viejas sin pintar y con visible desgasto, el ambiente de aquel barrio era muy diferente a dónde vivía Chūya: en la alta sociedad, mientras que Dazai, bueno, había caído en lo más pobre y bajo.

 Finalmente llegaron a un gran edificio dónde se internaron y debieron de subir infinitas escaleras ya bastante gastadas.

 El llegar a la puerta correspondiente, Dazai dudó en ingresar, se volvió al menor para observarlo unos segundos y luego abrir la puerta quién en un quejido cedió. Del otro lado un insistente ruido de gente hablando , riendo y computadores escribiendo los recibió a ambos.

 Nadie se detuvo a observarlos cuando ingresaron.

 A exepción ede un castaño de ojos rasgados, quién no terminaba de abrirlos, tenía un sombrero marrón y ropas elegantes. Yumeno se sintió examinado, por lo que tensó su cuerpo y fingió una fuerte sonrisa.

 Apretó su muñeco contra el pecho. 

- Dazai -. Lo llamó sin siquiera saludarlos, para luego revelar el color de sus ojos verdes y lo afilada que era su mente -. ¿No crees que te has pasado? -. Preguntó -. Realmente me compadezco de él -. La sonrisa que portaba en su cara no era amistosa, era un regaño, fría. Yumeno reconoció que no estaban hablando de él sino de otro hombre.

- no sé a que te refieres -. Rio el castaño, siempre haciéndose el ignorante -. Solo lo recogí de la calle, estaba solo.

- él también lo está, desde hace mucho tiempo, y probablemente ahora corre desesperado.

- ¿desesperado? -. Su sonrisa pareció volverse más sincera, cruel -. Él nunca se sintió desesperado -. Parecía estar repitiendo aquellas palabras.

 Ambos observaron al niño luego de unos segundos de silencio, Yumeno comprendió que ambos podían entenderse el pensamiento incluso sin palabras.

- él necesita al niño -. Insistió -. Tu solo necesitas hacerlo sufrir a él, porque esa desesperación te encanta.

 Dazai volvió a sonreír, sin afirmar nada, pero tampoco negando aquellas palabras.

 Yumeno entonces comprendió de quién hablaban, y aquello lo enfureció, apretó su mandíbula t generó una fricción contra aquel alambre el cual dañaba su piel. Pero luego decidió ceder, él también había dejado a Chūya, solo, y estaba con aquella persona por decisión propia. 

 No era una mierda tan diferente.

 Quería volver a casa, con el pelirrojo. Pero se recordó a si mismo que no podía.

 El de ojos verdes observó ahora al niño y saltando la mesa que los separaba extendió su mano ofreciéndole un par de caramelos.

- ¿quieres?

 Yumeno tomó en silencio el de color rojo y azul.

 Le recordaba  a algo, pero se negó a reconocer que.

- ¿Atsushi? -. Preguntó al chico.

- por allí adentro -. Respondió ya sin interés, volviendo a su lugar.

El castaño asintió y cruzó un par de puertas de madera, el de ojos bicolor le siguió el paso, sujetando fuertemente los caramelos, sin desear perderlos.

- Dazai-san -. Lo llamó.

- ¿Si? -. Respondió sin detener su andar.

- ¿Por qué aceptaste cuidarme? -. Preguntó queriendo comprender la verdadera razón.

- no hay una razón en especial -. Mintió.

El menor detuvo su andar, sin creer en sus palabras.

- ¿Me aceptaste porque querías hacer sentir mal a Chūya-san? -. Insistió. Dazai ahora si se detuvo, abrió la boca pero Yumeno lo interrumpió antes de que hablara -. No me digas "no sé a qué te refieres", si lo sabes.

Un silencio ahora los acompañó. Dazai se acercó a él, incluso se agachó como si tuviese una buena relación, como si le importase.

- está bien -. Sonrió -. Te contaré -. Su sonrisa era distante -. Me recordaste a él -. Reveló -. Solo. Desesperado. Sin saber quién mierda es. Sin querer aceptarse a si mismo. Con esos ojos crudos, incapaces de ver un cielo despejado. Condenados a sufrir por toda la vida -. Reveló -. Chūya estaba solo, roto, desesperado. Me recordaste a él. Y quise volver a tenerlo conmigo, porque... -. Corto sus palabras -. No, no necesitas saber el porqué -. Y luego se incorporó para sonreír como si nada hubiese pasado, como si no hubiese mostrado una parte de su verdadero yo, de sus deseos más profundos -. Continuemos -. Dijo con suma tranquilidad - Atsushi-kun sabe cómo preparar chocolatada -. Comentó como si apareciera al de pelo bicolor.

Yumeno no siguió a Dazai.

Lo observó perderse en el pasillo. Pensando en aquellas palabras, en aquellas verdades.



HappinessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora