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Llovía.

Llovía mucho. Pero dentro de él.

El cielo solo estaba nublado. Aún sosteniendo el peso de la vida. Pero en algún momento debían de ceder.

O al menos eso pensó Dazai en ese momento.

Porque él ya no podía seguir sosteniendose así mismo.

Observó hacia arriba, ahora con ambos ojos libres, ¿Hacia cuánto tiempo que poseía la venda en su ojo?

- pensé que cuando no la tuviera -. Se encontraba hablando solo, para si mismo -. Sería para observar un cielo brillante -. Admitió -. Sería algo alegre.

Pero no, el destino parecía empeñado en hacerlo sufrir una y otra vez.

Sufrir. Sufrir. Sufrir.

Ah, ¿Por qué simplemente no podía morirse?

Sufrir. Sufrir. Sufrir.

Quería parar con eso.

¿Cómo podía hacerlo?

Tirarse de un edificio, saltar de un puente, ahorcarse, tomar veneno, dispararse en la cien, clavarse un cuchillo en el abdomen, tomar alguna droga, asfixiarse, tirarse debajo de un camión, Chūya.

Chūya. Chūya. ¿Chūya?

Podía ir a ver a Chūya.

No supo porque ese pensamiento cruzo por su cabeza, pero tampoco lo juzgo. O podría decirse que siquiera lo razonó.

Caminó, rápidamente. Por no delatar que en realidad corrió hacia el pelirrojo.

Chūya. Chūya. Chūya.

¿Por qué deseaba verlo tanto en ese momento?

Ingresó por la ventana. Cómo siempre hacia. Se encontró con la comida ya fría servida sobre la mesa, su figura se enredó entre las cortinas celestes que él mismo había elegido.

"Comprálas" le había dicho, "me gusta el azul", le había dicho, "me recuerdan a tus ojos", le había dicho, "me gustan tus ojos", le había dicho. No había tardado mucho, la próxima vez que había ingresado por la ventana, se encontró con las cortinas celestes y había sonreído.

Caminó hacia la mesa, y toqueteo el plato, sin apetito, observó hacia el pasillo de entrada, las amapolas rojas le daban la bienvenida, podían verse desde la ventana y la puerta, para dar la bienvenida. Se recordó a si mismo que tenía que comprar un ramo nuevo, podía verlas cerca de marchitarse.

"¿Tienes un jarrón?", le había preguntado, "ponles agua fresca todas las mañanas", le había sonreído, "no querrás que se marchiten", le había dicho, "no tienen ningún significado en especial", le había dicho, "¿O acaso esperabas que la tenga?", le había preguntado, "significan amor apasionado" había sonreído. Luego de eso había tenido que salir corriendo, por las amenazas del pelirrojo, quien respondió agresivamente a su burla. A pesar de que luego de ello las cuidara apasionadamente.

Se volteó hacia las habitaciones, el más bajo poseía dos habitaciones, a pesar de no admitir que había preparado una para él. Dazai, aún así, insistía en ocupar la misma cama que el pelirrojo.

Avanzó hacia la puerta pálida del más bajo. Se cruzó con la pequeña foto que tenía cuidadosamente enmarcada, junto a su sombrero. Se encontraban todos, observando a la camará, sonrientes con los edificios de la Port Mafia tras ellos.

Aunque no era la única.

Dazai volvió a colocar como era costumbre la foto que le había regalado el día de los inocentes, para molestarlo, como siempre. En aquella foto se encontraban ellos dos.

HappinessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora