Magica #2

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Espero que les guste~

Nota: Tengo dos capítulos más en mente, uno parecido este pero con los nietos y otro en el que explico mi teoría del nacimiento del milagro ¿Qué les parece?

-Tienes que practicar tu cocina para que tu don sea de utilidad, cariño- dijo Alma a su pequeña hija, dejando una gran canasta con ingredientes sobre la mesa. Incluso le dejó un libro de respetas, dándole un suave beso en la frente antes de irse. Julieta no tuvo muchas opciones, así que decidió comenzar.

Horas después, miró con tristeza el intento de comida decente pero no lo logró, de nuevo. Sus primeros intentos estaban crudos, otros estaban demasiado condimentados y los últimos tenían partes negra de lo quemado. Apretó los dientes, luchando contra las ganas de llorar, nada de lo que había intentado hasta ahora había salido bien y ya estaba cansada, con las manos sucias y algo quemadas por la cocina. Quería darse un baño, recostarse y dormir hasta que la sensación de cansancio desapareciera pero sabía que no podía, su madre volvería y se enojaría con ella al darse cuenta de que Julieta no cumplió con sus órdenes. Se llevó algo de su comida a la boca, haciendo una mueca ante el intenso sabor a quemado pero dejando escapar un suspiro cuando sus quemaduras residentes sanaron. Miró los ingredientes que aún tenía. Estaba a punto de volver a intentar, cuando una mano se apoyo en su hombro.

-Hey...- se volteo y ahí estaba Magica, mirándola con ojos comprensivos y una suave sonrisa. -...¿Estas bien?- Julieta negó, sintiendo que si abría la boca empezaría a llorar de frustración. -Si, creo que esto es suficiente para un solo día- desató el delantal que ella tenía, dejándolo a un lado y tomando su mano.

-P-Pero...mama...y la cocina...- intentó resistirse, señalando el desorden a su alrededor.

-No te preocupes, yo me encargaré de eso y de tu mama. Yo te cubriré- aseguró sin dudar y la niña terminó por asentir, dejándose llevar, un alivio llenándolo al alegarse de la cocina. Se baño, se recostó con la ropa más cómoda que tenía y durmió todo lo que pudo.

No supo que fue lo que le dijo Magica a su madre porque, a la mañana siguiente, la mayor solo la miró y no le reto por haber dejado la cocina temprano. Fue extraño pero al mismo tiempo, fue un alivio. Así que se adentro a la cocina sin necesidad de que le ordenaran, sabiendo que debía seguir practicando, confundida al ver a Magica ahí ya con un delantal puesto y otro en mano.

-¿Que estas haciendo?- preguntó, tomando el delantal que le ella le daba y poniéndoselo, atándolo con dedos torpes.

-¡Estoy por cocinar contigo, por supuesto!- sonrió enormemente. - Ayer fue un día duro...- Julieta hizo una pequeña mueca ante eso. -...pero estoy segura que hoy será mucho mejor- sonrió con entusiasmo, la niña devolviendo el gesto sin poder evitarlo. La alegría ajena era extrañamente contagiosa. -Además, aprender a cocinar juntas será más divertido que sola- y si, fue mucho más divertido así.

... ... ... ...

-Tienes que controlar tus emociones Pepa, podrías dañar a alguien- dijo Alma ante la nube tormentosa con truenos y relámpagos sobre la cabeza de su hija.

Y Pepa lo estaba intentando, en serio que lo estaba, pero parecía que sin importar cuanto se esforzara, parecía que la nube solo crecía con cada intento. Estaba empezando a desesperarse, acurrucada en su cuarto, un fuerte viento empezando a soplar a su alrededor, la lluvia de su nube cayendo con más fuerza. Enterró sus dedos entre su cabello mojado y enredado, gimiendo, sus lagrimas bien ocultas gracias a la lluvia.

-¡Pepa!- alzo la vista ante la voz, viendo el brillo dorado de los ojos ajenos no muy lejos de ella.

-¡No puedo detenerme!- decirlo en voz alta solo aumentaba el pánico. -Yo...- la miro con desesperación. -¡NECESITO AYUDA!- lloro, truenos resonando en su cuarto.

-Estoy aquí...- y de repente, Magica estaba justo frente a ella, arrodillada. -...yo te ayudare- extendió sus manos hacia ella, tomando su rostro con suavidad, mostrando una pequeña sonrisa. -Respira profundo, por favor-

-No...No puedo- aun estaba asustada.

-Si puedes- soltó el rostro ajeno, tomando esta vez las manos de la niña entre las suyas, dándole un apretón. Hizo una exagerada respiración profundo, sin exhalar, y Pepa se animo a imitarla, temblorosa, ambas soltando el aire despacio. Lo hicieron unas veces más, el viento deteniéndose lentamente pero aun quedaba la nube con truenos. -Ahora cierra los ojos...- la niña obedeció, confiada. -...e imagina tu lugar favorito. Imagínate justo allí, rodeada por la tranquilidad y sin ninguna nube en el cielo- la imagen de un prado inundo su mente, un lugar no muy lejos y al que había ido unas veces con sus hermanos,  con ella allí recostada en medio de múltiples flores de muchos colores diferentes, con el cielo despejado. Abrió los ojos después de quien sabe cuanto tiempo al no escuchar ningún ruido más, notando entonces que ya no llovía y cuando miro hacia arriba, notando que ya ni siquiera había una nube. -¿Ves?- miro a Magica, quien tenía una gran sonrisa en su rostro. -Te dije que podías- y Pepa sonrío ante eso. Apenas se movieron para poder apoyar sus espaldas contra una pared, sentadas juntas, relajándose. Una cansada por la locura emocional y la otra como compañía. -Wow...- Magica rompió el silencio de repente. -...eso será muuucho que limpiar- y entonces, ambas vieron el desorden total que era la habitación.

-Oh cielos...- Pepa no pudo evitarlo y rio, sincera y divertida, Magica uniéndose rápidamente. Un pequeño y brillante arcoíris dibujándose sobre sus cabezas.

... ... ... ...

-Tienes que esforzarte mas, Bruno-dijo Alma luego de mas quejas de parte de la gente del pueblo respecto a las malas visiones.

Y Bruno quería gritar, decir que no era su intención, que realmente no podía controlar lo que veía pero se quedo callado, sin poder enfrentarse a su madre. Así que lo intento lo mejor que pudo, haciendo pequeños rituales de buena suerte con la esperanza de que sus visiones fueran menos terribles y pareció funcionar relativamente, sin ver tanta muerte y desgracias por un tiempo pero no duro mucho cuando, un día en particular, su madre le ordeno que hiciera visiones para la gente del pueblo. Las primeras no fueron tan malas pero todo fue en escala, hasta el punto en el que ya no pudo soportarlo más. Sentía un horrible dolor de cabeza que no le dejaba pensar, los ojos ardían por tantas visiones y sentía nauseas por lo que tuve que ver. En medio de todo el desastre pudo ver a Magica, en una altura adulta en vez de la altura de niña con la que siempre la veía, gritándole algo a Alma. Su madre se veía furiosa pero él no pudo concentrarse en eso, cerrando los ojos con fuerza y luchando contra las ganas de vomitar.

-Hey, hey, hey...- abrió los ojos al escucharla de cerca, con un tono de voz suave y tranquilizador. -...voy a alzarte, ¿si?- Bruno estaba demasiado cansado y adolorido para negarse a eso, sabiendo que su madre lo reprendería que era demasiado mayor para ser alzado, así que murmuro un sonido afirmativo. Se dejo alzar, abrazándola, ocultando su rostro en su hombro y esperando que el dolor desapareciera pronto, sin prestar a tención como su mama lo miraba antes de irse con pasos rápidos.

-Quiero dormir...- murmuro, cansado.

-¿Quieres que te ayude?- no solía aceptar eso, ni siquiera en sus odiosas noches de insomnio pero estaba desesperado, así que murmuro una afirmación. Magica sonrío ligeramente, permitiendo que unas chispas doradas salieran de su cuerpo, sintiendo como el niño se relajaba rápidamente entre sus manos y escuchando como dejaba escapar un suspiro de alivio, acomodándose contra ella.

-Gracias...- alcanzo a murmurar antes de simplemente caer en un sueño tranquilo y pacifico.

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