Agustín

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Espero que les guste~

Agustín fue criado para ser amable y servicial, con historias de como se fundó el el Encanto de parte de la gente del pueblo y desarrollando una admiración por la familia mágica que cuidaban a todos, sintiéndose bendecido al llamar la atención de Julieta a pesar de su torpeza y todas sus alergias, su corazón hinchándose con orgullo y amor cuando se casaron, asombrado de poder formar parte de la gran familia Madrigal.

Agustín amaba a su esposa y a sus hijas, quería mucho a la familia de esta porque eran su familia y lo había aceptado a él también, tenía un gran respeto hacia la matriarca más que nada por el aprecio y amor que le tenía su esposa hacia su madre pero respetarla no significaba que él estuviera de acuerdo con ella todo lo que hacía. No la enfrentó porque era una mujer mayor, aunque Julieta si lo hico pero con mucha paz y de manera disimulada, pero las cosas llegaron a un límite, justo después d ella ceremonia fallida de su pequeña hija. Fue un día cualquiera, con todos ellos en casa a punto de comer, cuando Mirabel se acercó con pasos dudosos a su abuela, mostrando una pequeña y tímida sonrisa mientras sus pequeñas manos se aferraban a la falsa ajena, dando un suave tirón para llamar su atención. Agustín estaba lejos, así que no pudo escuchar lo que la niña decía pero podía verla retroceder con miedo a lo que sea que la mayor dijo y entonces, sucedió. Pudo ver, casi en cámara lenta, como Alma alzaba el brazo con la mano bien abierta y una mueca en el rostro, sus ojos fríos fijos en su nieta menor y con un obvio objetivo de darle una cachetada. Agustín reaccionó antes de siquiera pensarlo, avanzando con grandes pasos hacia ellas, agarrando con fuerza la muñeca de Alma, deteniéndola en seco.

-Agustín...- ella lo miró, obviamente sorprendida, intentando zafarse del fuerte y apretado agarre.

-Ni se te ocurra tocar a mi hija- gruño con frialdad, sorprendiendo a todos los presentes, incluyéndose a sí mismo. La soltó de manera brusca y se inclino para alzar a Mirabel, quien se aferro a él con fuerza y oculto su rostro en su hombro, el ligero temblor de su pequeño cuerpo solo alimentando su enojo.

-Agustín, yo no...- ella pareció buscar palabras en su mente, intentando justificarse.

-Eres su abuela, estas para malcriar, no para educar y mucho menos intentar golpearla- la interrumpió, sin querer escucharla. No le gustaba lo que ella hacía, lo habían hablando muchas veces con Julieta pero ella no tenía el corazón para hacerle frente con más firmeza a Alma pero Agustín estaba cansado de ver el daño que esta le hacía a su hijas. Lo estresada que se veía Isabela todo el tiempo por ser completamente perfecta como le ordenaba y por hacer flores que obviamente no le gustaban. Lo cansada que se veía Luisa por tener que realizar todas las tareas en el pueblo a toda hora y sin descanso. Lo triste que se veía siempre Mirabel desde su fallida ceremonia y su terror en todo su joven rostro cuando la mayor hizo el amague de golpearla, ese fue el límite y el colmo de todo. -¡Isabela, Luisa!- llamó y ambas se enderezaron, mirándolo con asombro. -Preparen sus maletas, iremos a ver a Nana Esme- Esme, diminutivo de Esmeralda, era su madre, quien se había mudado a un pueblo no muy lejos después de que él se casara. La iba a visitar constantemente con las niñas y estaba seguro que los recibiría sin dudar a pesar d ella falta de aviso previo.

-No puedes hacer eso...- hablo Alma con seriedad y molestia. El pueblo donde Esmeralda vivía era lo suficientemente lejos del milagro como para que los dones ya no funcionarán. -...ellas tienen un deber aquí, con la familia y con el Encanto...-

-Me importa un carajo el deber que tu crees que ellas tienen con el pueblo y con la familia...- todos se sobresaltaron, él nunca había usado ese lenguaje antes. -...en este momento, lo que más necesitan, es estar lejos de ti- presto atención a sus hijas, quien se habían acercado a paso lento. -Maletas, por favor- les recordó, entregando a Mirabel con cuidado a Luisa, quien la acuno rápidamente entre sus grandes brazos.

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