Nueva Era

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Espero que les guste~

Mirabel miro con frialdad a los miembros de la familia, quienes le devolvían la mirada fija y temerosa porque ella, la inútil Madrigal, tenía la vela en sus manos.

-¡Mirabel, suelta eso en este instante!- hablo Alma con voz firme y demandante, el resto de la familiar parados tras ella, sin moverse y solo mirándola con los ojos bien abiertos.

-Cállate- gruño con molestia, sintiendo una ligera satisfacción al ver a la mayor retroceder por la sorpresa y la conmoción. -Antonio, ven por favor- llamo al verlo entre los demás, mirándola con curiosidad y moviéndose incomodo, Pepa agarrándolo para que se quedara en su lugar a su lado.

-¡Ya voy, mami!- se libero sin mucha dificultad de Pepa, corriendo hacia ella con una gran sonrisa, incluso ignorando la llamada de los otros miembros de la familia. Mirabel se inclinó, sosteniendo la vela con una sola mano para poder acariciar la mejilla del menor con su mano ahora libre.

-Necesito hablar con ellos de algo serio...- le mostro una suave sonrisa. -...¿quieres esperar afuera?- pregunto, dándole la opción de elegir.

-¿Puedo ir a jugar con Rey y Coco?- señalo al jaguar y al tucán que estaban parados en la entrada, obviamente esperando.

-Claro pero no vayas muy lejos- el menor sonrío enormemente, quedándose quieto solo cuando ella se inclino para depositar un suave y cariñoso beso en su frente. -Intentare no tardar- acaricio su mejillas una vez más.

-Esta bien- le dio un rápido abrazo. -¡Adiós mami!- y Antonio corrió con toda la alegría del mundo hacia sus animales, montándose en el gran felino y saliendo, dejando un tenso silencio entre el resto de los integrantes de la familia. Mirabel se enderezo, su sonrisa de antes borrándose, dejando solo una expresión fría

-Mirabel...- llamo Julieta, haciendo el amague de acercarse a su hija, preocupada por ella, pero deteniéndose en seco ante la mirada de la menor, quien negó con la cabeza.

-Los he escuchado durante años, les toca escucharme a mi- dijo, grietas apareciendo en las paredes a su alrededor, asustando a los presente. -Estoy tan cansada de todos ustedes...- una grieta mucho más grande y ruidosa apareció en el suelo, justo en medio de ella y los demás, como un símbolo de la obvia separación que ella sentía. -...tan cansada de las reglas locas, de las expectativas inalcanzables, de las miradas criticas, de los comentarios pasivo-agresivos...- los demás tragaron, algunos de ellos sintiéndose identificados con aquellas palabras.

-¡Mirabel!- grito Alma, alarmada por las grietas, molesta con su nieta por estar hablando tontearías, molesta con su nieta por tener la vela entre sus manos y poniendo en peligro todo lo que estaba intentando proteger.

-¡Cállate!- grito con enojo puro, Casita temblando y una nueva grieta apareciendo bajo los pies de la mayor, quien abrió los ojos de la sorpresa y el miedo repentino que la invadió. -¡Es mi turno de hablar, no el tuyo!- gruño. -¡Estoy harta de ti y de como manejas todo a tu alrededor! ¡Harta de ti y de todas las estupideces que haces solo para proteger Encanto! ¡Harta de como los pones a ellos por delante de nosotros! ¡Harta de que me mires como si fuera una maldita piedra en tu maldito camino y de que me culpes por todo lo malo que sucede!- Alma tembló ante el enojo que podía sentir en las palabras ajenas, un nudo formándose en su garganta. -¡Tu querías que yo fuera la villana de tu historia de mierda, así que eso seré!- la llama de la vela se agrando, un aura brillante y dorada yendo directamente a las manos que la sujetaban, subiendo por sus brazos hasta extenderse por todo su cuerpo. -Es hora de que tome lo que me pertenece...- la puerta que podían ver en lo alto de la escalera, la puerta mágica que pertenecía a Alma con su imagen con la vela, se desvaneció lentamente. La mayor jadeo, sintiendo como algo en su interior era retorcido y arrancado con fuerza. No era un don porque no lo tenía, era su conexión con la mágica y con Casita. -...y que una nueva era comience- una gran sonrisa se dibujo en su rostro, algo que ocasionó un escalofrío en sus familiares que la veían fijamente y tiesos. Las grietas se desvanecieron rápidamente, dejando las superficies como si nada hubiera pasado, una nueva imagen apareciendo en la puerta dorada en lo alto de la escalera. Era Mirabel, con una suave sonrisa y la vela entre sus manos, mariposas rodeándola.

-Oh cielos...- Alma jadeo, conmocionada y sólida. -...no puedes hacerlo...tu...- había un nudo tenso en su garganta, sintiendo algo de miedo y desesperación.

-No puedes hablar ahora, no tienes un don. Eres inútil- dijo Mirabel con una sonrisa irónica, repitiendo las mismas palabras que su abuela le dijo alguna vez.

-¡Mami!- y entonces, Antonio entró corriendo y con una gran sonrisa, abrazando las piernas de ajenas con entusiasmo. -¿Ya terminaste de hablar?-

-Si corazón, terminé- asintió, agachándose con cuidado cuando el menor la soltó. -¿Y sabes qué? Tengo una gran noticia-

-Dime, dime, dime~- salto, emocionado.

-Ahora tengo un cuarto- Antonio miró, jadeando al ver la imagen de su mami en una de las puertas mágicas.

-¡Eso es genial! ¡Mami tiene un cuarto!- chillo, demasiado feliz para notar la tensión en el resto de los familiares. -¡Podemos hacer pijamadas!- se emocionó con solo pensarlo.

-Cuando quieras, cariño- asintió con una suave sonrisa. -¿Quieres explorar conmigo mi nuevo cuarto?-

-¡Si, por favor!- Mirabel se enderezó al verlo asentir, extendiendo una de sus manos para que él la agarrara y dando unos pasos en dirección a la escalera.

-Las cosas van a cambiar...- se detuvo por un momento, mirando de reojo al resto de los Madrigal. -...espero que se preparen- con eso, volteo la cabeza y siguió su camino, subiendo las escaleras y entrando con el menor a su cuarto, cerrando la puerta tras ellos. Los familiares se quedaron en silencio por unos segundos y de repente, empezaron a hablar todos juntos, intentando entender lo que había sucedido. Alma hizo una mueca, sintiéndose vacía y triste, por no mencionar dolida y con las palabras de su nieta resonando en su cabeza.

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