Maldición

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Espero que les guste~

Dolores jadeo, corriendo con pánico y sin intenciones de detenerse pronto. Puede escuchar como su familia grita, de miedo y enojo, sus pasos fuertes y rápidos contra el suelo, obviamente por empezar a buscarla y eso solo hace que apure todo lo que puede su loca carrera del momento. Tiene una fuerte y horrible migraña por culpa de todos los sonidos demasiado fuertes para su sensible audición, incluso su propio corazón acelerado y su respiración forzada resuenan en su adolorida cabeza pero no va a volver, no ahora que al fin lo logro. La están buscando a ella, lo sabe, porque en esos momentos, tiene la preciada y mágica vela entre sus pequeñas manos, donde no debería estar. Después de mucho pensarlo y días para planificarlo, al final lo logro, pudo poner sus manos sobre la vela y es por eso que corre, es por eso que hay pánico y miedo entre su familia. Jadea de alivio al ver lo que estaba buscando, un pequeño lago a las afueras del pueblo. Se detiene al lado del agua, intentando recuperar el aliento. Mete los pies al agua, sin molestarse por la incomodidad de sus zapatos mojados y sintiendo el borde de su falda mojarse de igual manera pero es no la detiene. Se volteo cuando puede escucharlo, viendo sin mucha sorpresa a su familia allí parada, no muy lejos de ella pero sin atreverse a acercase.

-Dolores...- susurra Pepa, consiente del don ajeno pero con una nube negra con truenos sonando sobre su cabeza. Luce triste, conteniéndose para no correr hacia su bebe y abrazarla. Isabela también esta ahí, viéndola con los ojos bien abiertos, no se ve asustada pero si curiosa y preocupada.

-Cariño...- llama Félix con suavidad, sus brazos rodeando a su esposa en un abrazo que espera que se reconfortante pero mantiene su vista en su hija, preocupado.

-¡Dolores Madrigal!- grito Alma, luciendo absolutamente furiosa, algunos de sus cabellos saliendo de su usual perfecto peinado y sus arrugas haciéndose más prominentes por su enojo obvio. La niña solo puede cerrar los ojos con fuerza por un segundo, el grito sonando mucho más fuerte para ella por su don. -¡Vuelve aquí en este instante!-

-¡NO!- negó, ignorando con mucho esfuerzo el fuerte dolor de cabeza y los sonidos que resonaban, abrazando más firmemente la vela a pesar de como tiemblan sus manos. -¡No lo hare!- esta decidida, no hay forma en la pueda retroceder, no ahora que esta tan cerca. -T-Tu dijiste...que debía sentirme bendecida...que la vela...que el milagro me había dado un don, un regalo...- miro la vela, su expresión decidida desmoronándose un poco, mostrando tristeza y aprensión, lagrimas empezando a salir de sus ojos. -...p-pero no es un regalo...es una maldición...me duele...- le habían dicho muchas veces a lo largo de los años que su don era un regalo, que debía utilizarlo para ayudar a la comunidad y hacer sentir a la familia orgullosa. Lo intento, por el amor de quien sea que la estuviera mirando desde arriba, lo había intentado durante tanto tiempo pero ya no podía. -¡E-Estoy cansada!- porque esa era la verdad. -Me duele la cabeza, los ruidos son demasiados...las voces, los pasos, los anímeles, los latidos de corazón...ya no puedo soportarlo- sollozo.

-¡Dolores, detente!- ordeno la mayor de los Madrigal, viendo como la niña alzaba la vela, dispuesta a dejarla caer al agua.

-Mi bebe...- la menor miro a sus padres, quienes la veían fijamente, la preocupación y el amor brillando en sus hijos. Los miro, con una tensión en todo su cuerpo, no quería lastimarlos, no quería lastimar a nadie, solo quería que el ruido se detuviera. Abrió los ojos con sorpresa cuando vio como su mama asentir, ligero y casi imperceptible, una suave y muy pequeña sonrisa dibujada en su rostro. Eso fue todo lo que necesitaba. Dejo caer la vela, viendo como esta se sumergía en el agua poco profunda y el efecto fue de inmediato. La nube sobre la cabeza de Pepa desapareció, las flores que adornaban el cabello de Isabela cayeron al suelo y Alma grito, angustiada, mientras tropezaba hacia adelante pero Dolores no le presto atención, demasiado ocupada mientras jadeaba, aliviada. Los sonidos estridentes se volvieron manejables, en lo que suponía era un volumen normal para todos los demás. Se alejo a pasos temblorosos del agua, viendo de manera distraída como su abuela se arrodillaba en el agua, acunando la vela apagada y ahora normal entre sus manos. Mira a sus padres y a su prima, quienes la miran fijamente, sintiendo las lagrimas saliendo con más fuerza.

-Ya...no me duele...- y les muestra una temblorosa sonrisa, sollozando. Isabela es primera en reaccionar, corriendo hacia adelante, abrazando a su prima con fuerza, susurrando agradecimientos y palabras de cariño. Dolores solo se aferra a ella, hundiendo su rostro en el hombro ajeno, sintiendo como su Félix las rodea a ambas con sus brazos, abrazándolas con cariño y con suaves palabras de tranquilizarían. Escucha los gritos de su mama y de la abuela, no puede entender que dicen pero se lo puede imaginar. Cierra los ojos y se permite relajarse, cálida gracia a su papa y su prima. No se arrepiente de nada.

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