Cap. XXXIII: Siete círculos.

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Aaron estaba algo enfadado conmigo. Y eso no hacía que me alejase de él, es más, intentaba estar más aún con él.

—Hola, amor—dije ilusionado, aunque realmente preocupado.

—Hola, Dani—dijo fríamente Aaron.

— ¿Qué tal los exámenes?

—Bien. ¿Y tú?

—Muy bien.

—Pues entonces bien…

—Vale.

—A ver, Dani, ¿para qué me has traído aquí? No te andes con estupideces y dímelo.

—Pensaba que estabas enfadado conmigo por algo.

— ¿Yo? Qué va.

— ¿Ves? Vuelves a mentir.

— ¿Por qué eres tan meticuloso siempre? Que si miento, que si no sé mentir, que si tengo que estudiar. Me agobias mucho.

—Yo solo lo hago por ti.

—Pues preocúpate más por ti.

Empecé a llorar.

— ¡Para de hacerme daño! ¡Yo solo lo hago porque te quiero! Si quieres te dejo ya en paz, pero no te vuelvas a enfadar así conmigo—dije en lloriqueos absurdos.

—Dani—dijo enjugándome las lágrimas.

—Dani, Dani—repetí vacilante.

—Yo también te quiero mucho, pero es que eso que haces me pone muy nervioso.

—Tú a veces también me pones de los nervios.

— ¿Yo? ¿Por qué?

—Siempre haces lo mismo. Presumes mucho de estar bueno, y eso hace que la zorrita de Ainhoa se le caigan las bragas al verte. Y lo sabes. Y te gusta.

—Mira no te voy a mentir. Soy muy soberbio, y me gusta saber que soy guapo. Pero jamás te engañaría con Ainhoa.

—Y encima, no sé por qué Irea no habla conmigo desde el verano.

—A lo mejor le ocurre algo contigo.

—No lo sé. Pensaba que por fin tenía una amiga de verdad… pero no.

—Nos tenemos el uno al otro. Eso es lo que importa de verdad.

—Por eso me gustas tanto. Siempre me apoyas cuando no estoy bien.

—Tú también lo haces. Te quiero tanto—dijo besándome.

Esas peleas siempre acababan en lo mismo. Pelea, perdón, sexo. Pelea, perdón, sexo. Siempre igual. Obviamente, después lo hicimos cuidadosamente, no como otras veces que lo hacíamos tan a lo bestia, en el sofá. Lo cierto era que ese era el sitio que más me gustaba para hacerlo.

Después de corrernos, estuvimos un tiempo hablando.

—Siempre estás increíble cuando lo hacemos—dijo Aaron.

—Oh, vamos, yo prácticamente no hago nada. Solo reboto a veces.

—Sí, pero joder, meterse un pollón todo el rato tiene que dolerte mazo.

—Lo cierto es que después de que lo hiciésemos por primera vez, no me pude sentar en varios días.

— ¿Lo hacemos otra vez?

— ¿¡Qué?!

—Sí, joder, es que se me ha vuelto a poner dura.

—Tú siempre estás cachondo o algo ¿no?

Con un beso y una rosa (Gay/Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora