Cap. XXIII: Semana asquerosa.

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La semana de mi cumpleaños, estaba repleta de exámenes por todas partes. No les dedicaba mucho tiempo a los exámenes, aunque nunca lo hubiese necesitado.

Aaron, de siete exámenes que tenía esa semana, suspendió 4; lo que más tarde casi le haría suspender alguna asignatura.

Llegó el viernes, tenía los tres exámenes, aunque después, en el ensayo del coro, todos me cantaron el cumpleaños feliz… fue tan bonito ver a todo el mundo cantando para mí…

Llegamos a mi casa, Aaron y yo; mi novio llevaba una mochila con cositas…

—Dani, te seré sincero, cariño… No te he podido comprar nada… esta semana había tantos exámenes que no paraba de estudiar y… lo siento, mi amor… peo se me ha ocurrido algo que podemos hacer. —decía Aaron con una sonrisa.

— ¿De qué se trata? —

—Dani, te voy a dejar que hagas una cosa que no tenía pensado que hicieras conmigo… Si a ti te apetece, me puedes dar por culo.

— ¿Cómo? —

—Además, he traído unos juguetitos para jugar.

Aaron abrió su bolsa, tenía un estetoscopio de mentira, una bata blanca.

—Vamos a jugar a los médicos. Pero tú serás el médico…

Me reí. No me podía creer lo que a Aaron se le había ocurrido, no me había enfadado con él. Era tan inocente, tan bueno que no me pude enfadar.

—Venga vale.

Me desnudé, por completo, me puse la bata de médico, cogí el estetoscopio y me lo colgué del cuello.

—Me han dicho que te duele mucho la tripa.

—Oh, sí, doctor; me duele justo aquí. —dijo Aaron fingiendo dolor.

—A ver… ¿dónde?

—Aquí, justo aquí. —dijo Aaron señalándose en la tripa.

—Vamos a tener que aplicarle un tratamiento de choque… A ver, abra la boca; diga ah.

Aaron abrió la boca, yo… ya os imagináis lo que hice.

Empezamos a hacerlo. La verdad es que fue bastante difícil penetrar a Aaron, le dolía un montón que le diera por culo.

Lo hicimos en la postura del misionero, besándonos, dándonos amor el uno al otro. No duramos tanto como cuando Aaron lo hizo conmigo, pero al menos si estuvimos diez minutos sin parar.

Cuando acabamos, Aaron se quería quedar a cenar. Le dije, obviamente que no, ya que venían mis tíos a cenar. Lo malo fue cuando justo en ese momento, mis tíos entraron en la casa.

—Hola, Dani; muchas felicidades. —decía mi tío entrando en casa.

—Deja al chaval, habrá salido; ¿no ves que hemos llegado una hora antes?

—Mierda, mierda, mierda. —pensé mandando a Aaron dentro del armario de mi habitación.

—Tíos, estoy aquí; un momento que me iba a duchar en este momento.

Mientras decía eso, y mi amor se había metido en mi armario; mi primo Pablo entraba en mi habitación.

— ¿qué hacías cerrando el armario? —preguntaba mi primo Pablo, de doce años.

— ¿yo? Coger la toalla… —mentí entrando en el baño para ducharme.

Mi primo se fue… suerte que no mirara en el armario.

Con un beso y una rosa (Gay/Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora