Cap. XIV: Se acerca San Valentín.

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Pasaban las semanas, y me parecía que Aaron estaba empezando a sospechar que yo, al igual que él, era gay. La razón era posiblemente, el que no parábamos de hablar de cosas guarras o de chicos guapos... Se me daba tan bien hablar de hombres... físicamente, me atraían muchos chicos, pero ninguno física e interiormente como Aaron. Él era diferente, no en el sentido de su orientación sexual, sino que, a diferencia de otros chicos, Aaron era gentil, amable, buena persona, divertido, comprensivo, guapo, con unos ojos preciosos y una sonrisa encantadora, y un cuerpo 10.

El caso es que empezaba a sospechar de mí, así que, como mecanismo de defensa, procuré no hablar de esos temas en voz alta con él.

Era 3 de febrero, viernes, y como de costumbre, iba al coro (qué raro). Los ensayos del coro eran largos, pero muy entretenidos. Felipe era bastante gracioso, siempre hacía chistes sobre músicos, o criticaba graciosamente su manera de componer o interpretar.

Estuve charlando, también de costumbre, con Aaron:

—Hola—expiré.

—Hola—dijo Aaron.

— ¿Qué tal andas?—pregunté.

—No muy bien—dijo él enfadado—. De alguna manera, las zorras de Marina y Celeste saben que soy... ya sabes... y me están chantajeando todo el rato. "Si no haces tal cosa, se lo contaremos a todo el mundo"—imitó la vocecita de Marina.

No me lo podía creer, Marina y Celeste también estaban chantajeando al pobre de Aaron... Las muy harpías nos tenían a los dos entre la espada y la pared; por lo menos, aparentemente no parecía que le hubiesen contado a Aaron que yo era gay, si lo hubieran hecho, seguro que Aaron habría dicho algo.

— ¿¡Cómo!?—Grité—. ¡A mí me llevan chantajeando todo el mes y era pesadísimo, por favor! ¿Con qué te chantajean a ti?—grité cabreado a más no poder.

— ¿Perdón?

—Eeeeeh...

— ¿Lo sabían, y no me habías dicho nada?

—Perdona... No quería estresarte...

—Pues muchas gracias ¿Eh?

—Lo siento, de verdad...—respondí muy desanimado.

—Bueno... Es que me lo podrías haber dicho... Los amigos no se ocultan cosas.

—Claro. No volveré a hacerlo.

— ¿Qué te hacían hacer a ti?

—Me obligan a hacerles los deberes...

—A mí esto—dijo, sacando su móvil. Entró en la galería. Me enseñó hasta 10 fotos suyas sin camiseta, en posturas provocativas... Lo cierto es que me encantaban. Me enardecían. Encendían mi sexualidad. Pero eran para un chantaje.

Pensé un momento antes de contestar, me estaba imaginando a las harpías esas con su móvil regocijándose viendo a mi príncipe sin camiseta. Eso, no cabe duda, que era digno de ver. Aaron estaba buenísimo. Tenía un cuerpo fantástico, mucho mejor que el mío. Sobre todo, se notaba en sus robustos brazos de jugar al baloncesto, eso era sublime... Y su pecho, y sus abdominales...

— ¿En serio? ¡Las muy zorras! Aunque lo mío... Me cuesta más tiempo...

—Quizás, pero mis fotos pueden acabar en internet y...

—Es verdad, qué putada—musité entre dientes.

—Bueno, la verdad es que con estas dos, no se puede hablar... Por lo menos solo lo saben ellas y nosotros—dijo Aaron con un tono zen.

—Cierto—respondí.

Durante la semana siguiente, Aaron no acudió al coro, quizás porque se encontraba enfermo, pero no lo averigüé esa semana...

Se acercaba el día de San Valentín, odiaba ese día desde hacía varios años. Era un día en el que le tenías que regalar algo a la persona que te gusta, o con quien compartes una relación pero... ¿Qué sentido tendría regalarle algo a la persona que te gusta, si esta no te hace el más mínimo caso? En mi caso, esa persona (Aaron), me hacía caso, pero estaba casi seguro de que si le regalaba algo romántico por San Valentín, podrían ocurrir tres cosas:

1º. Si le regalaba algo, sería un tanto extraño por su parte, ya que él no estaba enamorado de mí.

2º. Si le regalaba algo, serían cosas como flores, bombones, una tarjeta, lo cual no era muy masculino, y si le regalaba un reloj, sería un poco patético.

3º. Si le regalaba algo, no serviría de nada, ya que, según mi modo de ver el amor, este debía ser correspondido, y seguro que él no me compraría nada.

Estaba deprimido. Llevaba casi tres meses por Aaron, y todavía no había conseguido absolutamente nada, salvo que este saliera del armario. Lo que no entendía, era por qué este no se había enterado de que yo era gay. Era algo un tanto extraño, el caso es que no me atrevía a dar el primer paso, por miedo al rechazo, pero parecía que él tampoco lo quería dar. Estaba hecho un lío. Nunca sabía qué decirle cuando me preguntaba sobre mi vida personal. No le quería dar pena con lo de que mis padres, pero tampoco quería mentirle diciéndole que me gustaba una chica.

El sábado, quedé con Ainhoa a solas, porque Rebeca se había enfadado conmigo por una razón que no llegué a entender. El caso es que, de repente, me dejó de hablar como si nada, y a la mínima que la saludaba o le decía algo, reaccionaba ariscamente.

Fuimos a cenar, fuera de chicos, a un restaurante italiano, llamado "La Tagliatella", allí cenamos una cesta de pan riquísimo, un enorme y delicioso plato de pasta a la carbonara, y un postre de chocolate. Era algo incómodo, ya que, realmente, compartiendo los platos y estando a solas, parecía que estábamos saliendo. Quedamos a las 20:00 del sábado en la puerta de mi casa. No quedaba lejos del restaurante, a unos diez minutos andando.

—Hola, Dani—saludó Ainhoa, no insinuándose como otras veces, sino más bien con un tono amable y sosegado.

— ¿Qué tal...?—respondí.

— ¿Vamos yendo? ¿A qué hora has reservado?

—A las ocho y cuarto—respondí.

—Perfecto.

Fuimos paseando al restaurante, riéndonos y hablando. La verdad, cuando Ainhoa no estaba controlada, como de costumbre, por sus instintos naturales y sus hormonas, era una chica de lo más. Era atenta, sabía escuchar, se reía, hacía reír...

Llegamos al restaurante.

—Hola, tenía una reserva a nombre de Daniel Villanueva.

—Pase, si es tan amable—dijo el metre del restaurante.

Tuvimos una maravillosa velada, después de cenar, fuimos al cine, a la "sesión golfa", nos apetecía ver una peli.

Con un beso y una rosa (Gay/Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora