Cap. XXV: Albacete, Sevilla y Jerez.

158 8 0
                                    

Cuando estábamos llegando a Albacete, Viola iba preguntando a cada persona con quién pasaría la noche.

—Aaron y yo dormiremos juntos. —respondí a Viola somnoliento.

—Os lo vais a pasar bien esta noche ¿eh? Pero recordad que hay fiesta del pijama hasta las doce, ¿vale? Será divertido. —rio Viola que sabía perfectamente en qué íbamos a gastar el tiempo.

Reí. Viola siguió por otros asientos y terminó.

Por fin llegamos a Albacete, descargamos el equipaje y entramos en el hotel. La espera se hizo amena y divertida; ya que nos pusimos a cantar todos algunas canciones modernas improvisadas en ese instante, como “Titanium” de David Guetta. Entré en mi habitación con Aaron. Cerramos la puerta y nos besamos unos segundos, hasta que llamaron a la puerta. Habían venido Julieta, Mónica e, ingratamente, Sandra, ya reincorporada al coro.

—Chicos, poneos el pijama y venid a la fiesta. ¡Va a estar muy bien! —exclamó Julieta.

Nos desnudamos una vez cerrada la puerta y nos pusimos el pijama. Ya era mayo, hacía bastante calor para la época, así que ambos llevamos pijamas cortos. Aaron me miraba deseoso de que la fiesta acabase, e hizo un guiño muy sexy, mordiéndose el labio superior eróticamente.

Le cogí del culo y le besé apasionadamente. Salimos hacia la fiesta, cinco puertas a la izquierda.

—Chicas, los chicos han llegado. —gritó Viola anunciando nuestra llegada.

Entramos triunfales en la habitación de Viola y su novio.

Esa fiesta fue un desfase total, todo lo censurable salió a la luz en esa fiesta, y fue de lo más divertida. Tobías llegó unos minutos más tarde, pero se fue con Sandra a su habitación… todo el coro, menos los mayores que se fueron de marcha a beber y todas esas cosas que nosotros no podíamos hacer.

Aaron durante toda la fiesta me miraba deseoso de hacer cositas conmigo cuando estuviéramos solos, lo cual me ponía a cien.

Jugamos a distintos juegos, como prueba o verdad, que fue el que más me gustó, con diferencia.

—Daniel, ¿prueba o verdad? —dijo Julieta, que formulaba las preguntas en esa ronda.

Pensé un momento antes de contestar. Si elegía prueba probablemente tendría que hacer algo embarazoso, pero si elegía verdad los más seguro sería que me preguntaran algo muy personal…

—Prueba. —dije inseguro.

Al instante se formó un corro de chicas, con Aaron, que susurraban y reían, y decían cosas como “díselo tú” o unas risas diciendo “que divertido”, cosas de esas.

La prueba fue expuesta por Aura.

—Dani, nuestra prueba va a ser… tienes que quitarle el pijama a Aaron, menos los calzoncillos, en menos de  1 minuto.

Reí. Miré a Aaron.

—Solo por curiosidad, ¿a quién se le ha ocurrido? —reí algo molesto. Todas iban a ver a Aaron prácticamente desnudo.

— ¡A todas! —sonrió Viola.

Maldije a todas las chicas, pero por el juramento realizado antes de jugar, tuve que realizar la prueba.

Las chicas formaron un corro alrededor de Aaron y de mí, ansiosas de ver a Aaron en pelotas. Desabroché la camiseta de Aaron rápidamente, dejando al descubierto su torso fuerte y definido. Después de acariciar un momento su cuerpo, le bajé los pantalones. Por suerte, no llevaba slip, llevaba bóxer. Aunque era ajustado. Algunas chicas se tapaban la boca para no reírse. Terminé de quitarle los pantalones. Por la cara de Aaron se veía que estaba disfrutando de ello. Me levanté y cogí a Aaron del brazo suavemente.

—Prueba superada. —dijo Julieta vitoreando el cuerpo de Aaron.

Aaron se vistió lentamente, lo de ser el centro de atención le gustaba. Y eso no me gustaba. Principalmente porque Sandra estaba sufriendo, y las demás chicas disfrutaban a lo grande viendo a mi amor prácticamente como Dios le trajo al mundo.

Hacia la una y media de la madrugada, Aaron y yo nos marchamos a nuestra habitación.

—Se ve que disfrutabas exhibiéndote en público. —dije celosamente, algo enojado.

—Vamos, Dani, solamente era un juego inocente.

—Pues muy inocente no eran las que se les ocurrió que hiciera eso.

—Venga, no te enfades, que si te enfadas, no te entregas al máximo. —dijo Aaron cariñosa y sensualmente, mientras me bajaba los pantalones.

—Dime que me quieres y te creo. —dije románticamente.

—Te quiero. —dijo besándome muy amorosamente.

Le quité el pijama lentamente, encima de la cama, mientras nos besábamos. Cada botón que desabrochaba, dejaba al descubierto una parte de su torso: sus pectorales, luego sus abdominales... Aaron me levantó de la cama. Me quitó todo el pijama, dejándome desnudo ante él.

Bajó lentamente. Se quedó de rodillas. Agarró mi pene y se lo metió en la boca. Hizo maravillas con él.  Luego me tocó a mí. Pajeé a Aaron unos minutos, mientras le chupaba la polla.

Cogí unos condones de la maleta y tumbé a Aaron en la cama. Le puse el condón hábilmente y le levanté.

Me apoyé sobre la cama, estiré la espalda, y me puse en una posición bastante apta para hacerlo con Aaron. Entró en mí potentemente, tratamos de no gemir mucho por si alguien nos oía. Terminamos de hacerlo bastante rápido. Aaron me deseaba tanto que no tardó demasiado en correrse; pero sí lo suficiente como para que yo lo gozase plenamente.

Dormimos juntos y abrazados en una de las camas. No hacía falta madrugar a la mañana siguiente, solamente había que estar en el restaurante del hotel para desayunar a las 10:00.

El día pasó lento y aburrido, tras dos ensayos cortos, e ir al colegio donde íbamos a cantar; estaba bastante cansado. Y aún quedaba el concierto.

El dicho concierto fue muy aplaudido por los espectadores, que le encantó. Entre las más aplaudidas estaban: Parte de la secuencia del réquiem de Mozart, (formada por Dies Irae, Rex Tremendae, Confutatis y Lacrimosa), el Coro de Esclavos, de la ópera “Nabucco” de Verdi, Fortuna Imperatrix Mundi, de la ópera “Carmina Burana” de Orff, y “La misión”, (el tema principal de la banda sonora de la película de “La misión”; compuesta por Ennio Morricone).

Esa misma noche, viajamos a Sevilla; donde pasamos la noche. En una especie de brujería con una ouija, hicimos como que contactábamos con Dafne. No se debe tratar así a los muertos, pero la echábamos tanto de menos, que esa era una forma de recuperarla.

A la mañana siguiente, después de haberlo hecho nuevamente con Aaron, visitamos por la mañana la ciudad de Sevilla. Una ciudad muy romántica; no obstante, hacía tanto calor que no lo disfrutamos tanto.

Al día siguiente, al llegar al colegio donde cantaríamos, me choqué con un chico algo despistado; era rubio, tenía los ojos azules, y un poco pinta de cabrón.

—Perdona, chaval. —dijo el chico recogiendo las cosas que se le habían caído.

Le ayudé a recoger sus cosas del suelo, entre ellas, un diario.

— ¿Es tuyo este diario? —pregunté extrañado al ver a un chico con diario.

—Sí, es que aquí escribo cómo me estoy ligando a una piva que me pone mazo. —respondió el chico, que por el diario; se sabía que se llamaba Gonzalo.

—Encantado de haberme chocado contigo, Gonzalo. —vacilé sonriente.

Tras el concierto en Sevilla, y otro en Jerez, volvimos a casa. El viaje había sido una especie de “vacaciones”; pero el panorama que me esperaba al llegar no era muy bueno.

Nada más llegar, el mismo día, pasó una cosa muy extraña, y tras esa extraña cosa, me sentí muy culpable por lo que había hecho.

Con un beso y una rosa (Gay/Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora