Cap. XXI: Después de las vacaciones, de vuelta al cole:

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Al día siguiente me desperté temprano. Aaron dormía plácidamente a mi lado. Sonreía dormido.

En aquel momento me sentí muy feliz de tener a alguien como Aaron junto a mí.

Me quedé unos momentos, con una leve luz matinal; observando cómo dormía mi príncipe.

Fui a darme una ducha. Estaba completamente desnudo, no me había vestido desde que hicimos el amor en el día anterior. Entré en la ducha. Allí también se estaba muy bien, a gusto. Pero poco después noté cómo alguien me tocaba el hombro.

— ¡Hola, Dani! —me sorprendió Aaron.

—Siempre me sorprendes por la espalda —rei exaltándome.

Aaron me besó. Teníamos cierto aliento mañanero. Aaron además estaba recién levantado. Y hago hincapié en ese recién levantado, porque la tenía bastante dura.

—Me he levantado pensando en ti, mi amor —comentó muy romántico.

—Se te nota —reí maliciosamente, mirando hacia abajo.

—No me había dado cuenta —musitó Aaron abriendo un poco las piernas y mirándoselo.

Me besó tocándome y acercándose a mí. La verdad es que el roce con su erecto miembro me empalmó enseguida. Lo hicimos suavemente en la ducha, aunque no pudiese entrar en mí. Lo haría más tarde.

Los contiguos tres días fue exactamente lo mismo. Una vorágine de sexo sin control, como si fuéramos animales en celo. Me despedí de Aaron el domingo por la tarde.

Aquel fue, sin duda, el fin de semana más romántico de mi vida. El problema era que Aaron era demasiado hombre: era bastante cerdo (se tiraba pedos, eructaba a menudo y sudaba mucho); siempre había que hacer lo que él quisiera (ver SUS películas, hacer SUS guarradas en la cama, comer lo que ÉL quisiese etc.) todo eso entre otras pocas cosas. Pero le quería tanto…

Era un toro en la cama. Hacía cosas increíbles. Convertía flexiones de brazos en penetraciones (apoyaba sus pies en la pared que daba a la cama, apoyaba sus brazos en la cama y hacía flexiones mientras entraba en mí), duraba mucho tiempo y era la mar de generoso, resumiendo, solo nos vestimos dos veces durante unas tres horas para salir por ahí; comúnmente para comprar condones.

Aquel martes volvíamos al instituto. Ainhoa y Rebeca vinieron corriendo

— ¿Qué tal con tu príncipe? —

—Muy bien —

— ¿y… cuántas veces habéis follado? —

—Unas doce. —reí

Ainhoa soltó un gemido.

—Doce veces en cuatro días. —Joder cómo te lo has pasado. —suspiró Ainhoa.

— ¿Y cómo es Aaron…? —Ya sabes… —En la cama. —preguntó Rebeca muy cotilla, como de costumbre.

—Maravilloso, místico, épico… —

—Especifica un poquito, por favor. —dijo Rebeca carraspeando.

—Bueno, aparte de ser una bestia en la cama; es gentil, galán, romántico, divertido… —dije sonriendo y pensando en Aaron.

—Oye, ¿tú eras virgen no? —preguntó Ainhoa caliente.

—Sí, ¿por? —dije, dándome cuenta de donde iba a ir a parar eso.

—Porque ya no. —rio Rebeca.

— ¿Y cómo fue vuestra primera vez? —preguntó Ainhoa, con ganas de saberlo todo.

—Preciosa. —Nos desnudamos el uno al otro y… —Pasó lo que tenía que pasar. —Lo hizo muy bien, se preocupaba por mí y… —Hasta dejó que me corriera en su boca. —dije riendo.

— ¿A que mola chupar pollas, Dani? —preguntó Ainhoa sonriendo.

—Joder. —La de Aaron sí, es enorme. —

Ainhoa y Rebeca soltaron un gemido, imaginándose cómo sería el rabo de Aaron.

— ¿Vosotras habéis hecho algo? —pregunté cambiando de tema.

—Yo, aparte de quedar con Rebeca, quedé también con Gema y con Cintia. —comentó Ainhoa.

—Bueno, y me tiré a un par de tíos. —confesó chuleándose.

— ¿Habrás estado ocupada, eeh? —reí vilmente.

—No tanto como tú. —musitó Ainhoa echándose el pelo hacia atrás.

—Y tú, Rebeca… — ¿has hecho algo? —

—No. —comentó algo desanimada. —Bueno, sí… llorar. —sollozó.

Lo sentía mucho por Rebeca… Perder a alguien así, que hubiese sido su mejor amiga, y estar enfadadas después de mucho tiempo, y justo después de reconciliarse, perderla… Era un trauma de los gordos.

Sabela y Germán, unos amigos de Aaron; conversaban con él, probablemente de mí, ya que cuando Aaron me avistó, se volvieron y rieron suavemente.

—Hola. —dije con un poco de vergüenza.

—no hay vergüenza, Dani; ya lo sabe prácticamente todo el instituto. —comentó entre risas Aaron señalando a Rebeca y a Ainhoa, que ya lo habían largado a mucha gente.

—No sabes cuánto lo siento. —dije ahora sí, muy avergonzado.

—No pasa nada, cariño. —dijo acariciándome la mejilla.

—Iros a un hotel. —vitorearon Sabela y Germán al unísono.

Aaron y yo reímos.

Gema y Cintia, dos de las mejores amigas de Ainhoa, aparecieron ansiosas de hablar conmigo.

—Dani, queremos hablar contigo muy seriamente. —dijo Gema algo seria, algo fuera de lo normal, casi siempre estaba sonriendo.

—Vale pero… ¿de qué se trata? —pregunté extrañado.

—Lo entenderás cuando te lo digamos. —dijo Gema con una falsa sonrisa.

—Acompáñanos al baño de la segunda planta, Dani. —me invitó Cintia mirándome con sus brillantes y grandes ojos castaños.

Fui con ellas a desgana, porque confiaba en ellas, al ser estas grandes amigas de Ainhoa.

Con un beso y una rosa (Gay/Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora