Capítulo 15: Me puedo ir sola

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El frío se colaba a través del polerón que el Luciano me había prestado. Me crucé de brazos en un intento por conservar el calor mientras caminaba bajo los faroles del parque que quedaba cerca de mi edificio. 

Ya no me esforcé más por contener el llanto y lo dejé salir, fue horrible. Mi pecho convulsionaba y de mi garganta salían gemidos ahogados, que retumbaban en el silencio de la calle a esas horas.

Traté de encajar la llave en la cerradura pero mis manos temblaban demasiado. Tuve que inspirar hondo para recuperar el poco control que quedaba en mi cuerpo y poder abrir la puerta de mi departamento. Me saqué las zapatillas como era mi costumbre antes de entrar a cualquier casa y caminé derecho hasta el baño. 

Abrí la llave de la ducha y me senté en el piso de la tina, dejando que me mojara todavía con la ropa puesta. Y me quedé ahí durante lo que a mí me pareció una eternidad.

La ropa se me pegó al cuerpo y eso me hacía sentir abrazada, me daba algo de contención. El pelo me cubrió la cara pero no me molesté en apartarlo, simplemente dejé que el agua caliente me envolviera. 

"De todos los recuerdos que tengo con él, este es el único que no quiero atesorar", me dije antes de dormir, llevando solamente una toalla puesta y el pelo estilando a chorros.

...

Ben no vino a mis clases en toda la semana, y en el fondo se lo agradecía porque no me sentía lista de volver a mirarlo a los ojos después de lo que pasó. El día siguiente al accidente de Kim me envió un mail diciendo, en palabras simples, que iba a tomar un receso para poder cuidar de su novia pues necesitaba estar con ella, y yo no era nadie para discutírselo,

Ese lunes me presenté en la academia con un resfriado terrible, claramente se lo atribuí a quedarme dormida con el pelo mojado y sin abrigarme. La maestra me retó, diciendo que era un pésimo momento para enfermarse dado que pronto serían las audiciones, pero luego se suavizó un poco y dijo que me iba a permitir tomarme la semana libre si le prometía que iba a mantener el entrenamiento en casa.

El día martes fui igual a las clases de la tarde para devolverle la ropa a la Cami y de paso ver en qué los podía ayudar, como Brereton no estaba yo no tenía nada que hacer. Apenas aparecí por la puerta el Luciano me subió y me bajó a gritos, sacándome en cara lo preocupado que estaba por mí y que yo no me había dignado a avisar si llegué bien en 5 días. 

- Oye, baja las revoluciones - se metió la Cami entre nosotros - la Clarita ya se siente lo bastante mal como para que tú le estés gritando así.

- No sirve dialogar contigo - sentenció frustrado y me tomó por la muñeca, la retiré con un gritito de dolor - vamos a ir al doctor.

No puse resistencia, ya no me quedaban ganas de negar lo que pasó. Tampoco me opuse cuando me mandaron a ponerme hielo en la articulación, al menos el doctor dijo que lo peor ya había pasado. Me dio dos días de licencia y hoy, viernes, me tocó reintegrarme a la u.

- Oye flaca - me habló un compañero a mis espaldas, me giré en mi asiento - tú queriai ir a un carrete, ¿o no?

- Sí - dudé un poco, descolocada por el apodo que me había puesto - sí, sí, ¿por qué?

- Cacha que un mechón se sacó casa para celebrar que no se echó anato - me contó - dijo que podía ir el que quisiera, así que si queri anda po, pa que después no digai que nunca te invitan a nada.

- Ya, dale - respondí sin asimilar por completo la información - voy a ir.

Escuché por los pasillos que se podía llegar a la fiesta desde las 11, pero no sabía si había que ser puntual y estar a las 11 justito en la puerta o si había una hora tope para entrar y desde ahí se consideraba llegar atrasado. ¿Acaso esto funcionaba como en el colegio y habría un inspector en la puerta para velar que se cumplieran los horarios?

Descalza (Ben Brereton y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora