Capítulo 7

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El calor de navegar en un río de lava es insoportable, sin mencionar, el vapor que quema tu piel. Ya llevaba algún tiempo en ésta barca de obsidiana, y aún, no llegaba al final del río.

Algunos minutos más pasaron, y la corriente de lava bajó la velocidad de su cause.

Pasando la parte posterior de mi mano por mi frente sudorosa, saco las gotas de sudor que caen constantemente hacia mis ojos, haciéndome sentir un leve ardor y nublándome la vista.

En la lejanía, comienzo a ver lo que es la fortaleza de Hades; y mi corazón se acelera.

Es tan imponente y majestuosa; de solo mirarla, te hace sentir tan pequeño y miserable; débil e insignificante.

La fortaleza estaba construida sobre un una isla llana de roca volcánica. Ésta, estaba rodeada por el río de lava, el cuál, al llegar frente al castillo, se dividía en dos pasando su cause por ambos extremos y rodeando la isla.

La caravela gigante esculpida de piedra volcánica que adornaba la entrada del lugar, dejaba más que claro que a Hades no le gustaban las visitas; y mucho menos, si se tratase de un alma en pena.

Sigo navegando hacia aquella enorme estructura, acercándome cada vez más con cada remo que daba.

Mi mente, me advertía de todas las posibilidades y de todo lo que podía salir mal en mi misión de enfrentar al rey del inframundo; pero, mi ser y mi alma, solo me decían que fuera allá dentro y le dijera lo muy imbécil y patán que era al torturar un alma no merecedora de éste infierno.

Ya cerca de la orilla, dirijo la barca hacia la arena volcánica que rodea la isla, y logro encallar el bote y saltar de el.

Un escalofrío recorre mi cuerpo al saber que estoy en los terrenos del dios de éste horrendo lugar. Al saber, que he desobedecido a mis mandatos y que me he escapado, sin mencionar también, que le he robado una barca a un esqueleto encapuchado el cuál me sacó el dedo de en medio al tirarlo al río de lava.

¡Mierda Mar... ni en el infierno te comportas; siempre metida en problemas!

Pero estaba decidida, quería que éstas torturas contra mi persona se acabaran; ya no quería picar más piedra, o recoger almas en un pantano de ácido para ése... hombre árbol.

¡Ya no más!

Segura y confiada en mí misma, comencé a caminar hacia la fortaleza de Hades, la cuál, con cada paso que daba; se veía más terrorífica y tenebrosa de lo que se veía desde la lejanía.

Parada frente a la calavera tallada, cierro los ojos tomando una gran bocanada de aire, para luego soltarlo despacio y lograr tranquilizarme aunque fuera un poco.

—Solo le dices que abogas por un mejor acomodo en el inframundo, ya que, eres un alma del cielo y mereces ser tratada como ello. —Me digo a mí misma dando el primer paso hacia dentro de aquella fortaleza espeluznante.

La vez que vine con Cosmo, en el día de mi llegada aquí, no recuerdo haber observado tan a detalle éste lugar.

Las paredes del pasillo por el cuál iba caminando, tenían grabados de lo que parecía ser una historia... una historia que no llegaba a comprender.

Cinco ángeles, un cielo, la creación del inframundo...

Eso era todo lo que logré descifrar dándole una mirada rápida; pero de seguro, en éstas paredes, había más.

Mientras continuaba mi lento, pero seguro paso, observo que Hades no tiene tan mal gusto; unas vasijas de cerámicas con decoraciones rojas y negras, adornaban los pasillos de éste lugar. Cuadros abstractos colgaban de las paredes, estos siempre, de la misma paleta de colores; negros, grises y rojizos.

Hades ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora