Capítulo 34

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+++ Perspectiva Hades +++

Miro a Azael, sus ojos fijos en los míos; su espada de oro santo, clavada en mi pecho, con la intensión, de llegar a mi corazón y acabar con mi vida.

Su agarre es fuerte, sus intenciones... claras.

Sé que mi hermano no se lo pensará dos veces en cuanto a cumplir con el mandato de dios, sé, que ésa es su prioridad ante todo.

En ése momento, Azael, empuja un poco más aquella espada de oro santo contra mi pecho y siento, cómo su filo avanza por mis carnes; abriéndose paso hacia mi corazón.

Yo, tenso mi mandíbula en tanto entrecierro los ojos por el dolor. Mi respiración se agita y siento, por prime vez... miedo. Miedo de perder a los seres que quiero tanto... miedo, de perderla a ella.

Tomo una bocana de aire y miro a Azael, quién aún me observa fijamente.

—Tal vez, cuando me mates; tú puedas ser el nuevo rey del inframundo. —Digo con una leve sonrisa burlona en los labios; Azael, parece molestarse por aquello.

—¡Qué no soy igual que tú.... nunca lo seré! —Grita con furia; colocando sus dos manos sobre la empuñadura de su espada y sujetándola con firmeza.

—Lo serás, solo, que aún no lo estaría viendo. —Asiento levemente.

—¡Hablas solo estupideces, hermano! —Dice frunciendo el ceño. —¡Ya solo ríndete; danos el alma pura de el cielo y acepta que te has equivocado con ella!

Miro a Azael fijamente, sus ojos se clavan en mi alma, esperando una respuesta de mi parte... esperando, que yo le diga lo que él desea escuchar con tanta desesperación.

—No me arrepiento de nada de lo que he hecho, Azael. —Digo, y éste, me mira sorprendido a la par que enojado.

—¿No te arrepientes de matar a tu hermano? —La expresión en su rostro es de aflicción.

—¡No! —Contesto frío, y Azael, toma una bocanada de aire en tanto frunce su entrecejo. —Si no hubiera matado a nuestro hermano, y no hubiera sido desterrado; jamás hubiera conocido al amor de mi vida... —Digo, y Azael me mira muy confundido. Cómo si le costase trabajo comprender, de aquello de lo cuál yo hablaba.

Unos segundos de silencio se apoderan de nosotros, en tanto nuestras miradas se cruzan la una a la otra.

—¡Ya me cansé de tus mierdas sin sentido, Hades! ¡Ya no te quiero volver a escuchar nunca más! —Dice, y lo veo colocarse en posición para dar aquel último empujón a la espada de oro santo, y así, atravesar mi corazón.

—¡Toma esto hijo de la gran yegua! —Grita Lourdes, la anciana de la biblioteca, en tanto, la veo abalanzarse hacia Azael y morderle la pantorrilla de su pierna derecha.

Mi hermano, se saca un grito ensordecedor, en tanto saca sus manos de la empuñadura de la espada de oro santo. Yo, al ver esto, rápidamente, agarro la espada con fuerza y la comienzo a retirar de mi pecho.

Un grito de dolor sale de mis pulmones en tanto voy retirando aquella espada que yacía clavada en mi pecho. Una vez fuera, tomo una gran bocanada de aire, para luego, sentarme en el suelo, viendo, como sangre comenzaba a bajar por mi pectoral.

Veo, cómo Azael comienza a sacudir su pierna vigorosamente, en tanto Lourdes, se aferra con toda su fuerza a su pantorrilla.

De pronto, mi hermano, mueve su pierna con fuerza y la anciana, sale volando por los aires y cae en el suelo un tanto herida. Cosmos, quién está cerca de ésta, la ve y comienza a correr hacia ella.

Hades ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora