Capítulo 8

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Luego de que Hades me dijo que me torturaría tanto que iba a desear morir nuevamente; éste, envió a uno de sus súbditos a sacarme de su habitación. Obviamente, yo le supliqué que no me hiciera daño, pero él, solo se dio media vuelta y me dio la espalda.

Encerrada hace horas en un calabozo lleno de cucarachas y ratas, solo veía la luz de una pequeña lámpara de fuego que colgaba en la pared de afuera.

Hacía frío en éste lugar, no había cama ni dónde sentarse; solo el duro y sucio suelo húmedo de sabe dios qué, era lo único que me quedaba.

El sonido de una gotera de agua que caía constantemente sobre una roca de la pared, me ayudaba a no escuchar mis constantes pensamientos todo el tiempo.

Mi cabeza no dejaba de decirme "¡Melany te lo dijo!" o "¡Melany te lo advirtió!". Había cometido un error, y sé, que no ahora, pero tal vez luego, lo lamentaría.

—¡Levanta nubecita! —Alguien dice y golpea fuerte los barrotes de metal de mi celda. —Hades a ordenado que te buscase. —La luz de la lámpara le pega en el rostro, y noto, que es una persona, pero su piel, es cómo la de un reptil.

—¿Que me va a hacer? —Me deslizo hacia atrás por el suelo, para evitar que ésta criatura me llevase. Lo escucho luchar con la cerradura tratando de abrirla con su mazo de llaves.

—No lo sé, pero de seguro será algo increíble. —Ríe de forma macabra y se adentra a la celda finalmente pudiéndola abrir.

Yo, choco mi espalda contra la pared, no teniendo a dónde más ir; y éste, me toma de un brazo con sus garras y me levanta del suelo de mala gana.

—No tengo todo el día nubecita. ¡No queremos enojar al jefe... así que vamos! —Yo me resisto, pero éste, me hala del brazo y me arrastra junto con él.

Mientras caminamos por unos pasillos oscuros y desagradables, saliendo del área de los calabozos; veo que el hombre tiene cola, cómo la de un lagarto... o algo así.

—¿Qué eres? —Murmuro mirándole disimuladamente.

—Soy un reptiloide. —Responde seco y sin muchas ganas. Su garra, aún sujetando mi brazo con fuerza.

—¿Qué es eso?

—¡Lo que ves! —Me mira de mala gana, y ahí, me doy cuenta de que sus ojos son amarillos con una línea vertical negra en el centro. —¡No me molestes! —Dice con coraje empurándome para que suba unas escaleras con más rapidez.

Luego de algunos minutos, llegamos a un pasillo el cuál tenía muchas puertas a ambos lados. El reptiloide, se para frente a una, la abre y me empuja por ella para luego cerrarla.

Nerviosa, me abrazo a mí misma mirando todo a mi alrededor. Observando en dónde estoy, en dónde me han metido. Veo algunas mesas de mármol negro acomodadas cerca de la pared con algunas decoraciones y vasijas raras en su superficie.

Cuatro columnas grandes de piedra sostienen un techo más alto en el centro de la habitación. Bajo este techo, unos escalones te llevan a una parte más baja del suelo dónde hay un pequeño pozo de arena.

Confundida por qué será éste lugar, doy algunos pasos observándolo todo; y veo, cómo una pequeña cascada de arena, proveniente del techo, alimenta la pequeña fosa en el centro de la habitación.

—¡Adelante, no seas tímida! —Escucho la voz de Hades, pero no lo veo.

Doy unos cuantos pasos más y logro divisarlo detrás de una de las columnas, arrinconado.

—¿Qué hago aquí? —Murmuro entre un suspiro; él, jugando con algo en su mano lo cuál no logro descifrar qué es.

—Tú tortura... ¿se te olvidaba? —Dice sin quitarle la vista a lo que sea que tiene en la mano.

Hades ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora