Cuando los pájaros saben que es hora de volar

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Al día siguiente, cuando Luz salió de casa para dirigirse a su negocio, el valle del río yacía bajo un manto de bruma invernal. Era una mañana gélida, sin viento. Hacia el sur se elevaba una cubierta blanca, inerte, de la alta chimenea de ladrillo de la central eléctrica y la nube inmaculada se convertía en un envoltorio inmóvil suspendido contra el cielo de color peltre. Hacia el norte, la escarcha adornaba los cables del viejo puente levadizo de acero negro.

A Latissa la llamaban la ciudad del río. Estaba encerrada en una hondonada rodeada de colinas boscosas, ríos, cañadas y riscos de piedra caliza que la empujaban hacia las aguas plácidas del río. Había sido el paraíso para los alfas del siglo XIX que trabajaban en los pinares del norte y gastaban sus ganancias en las cincuenta tabernas y los seis burdeles, todos ellos desaparecidos mucho tiempo atrás. También habían desaparecido los magníficos pinos blancos, que antaño habían sido la fuente de riqueza de la población.

A primera vista parecía una ciudad de tejados —campanarios, buhardillas, agujas y torrecillas de las caprichosas estructuras erigidas en otro tiempo—, los cuales descendían hacia la estrecha parte baja de la localidad que bordeaba la orilla oeste del río.

Luz contempló el panorama mientras bajaba por la calle, tras haber dejado atrás el viejo palacio de justicia. Giró a la derecha para enfilar Owl Street, la vía comercial de alrededor de un kilómetro, que se extendía desde las cuevas de piedra caliza de la vieja fábrica de cerveza al sur hasta las paredes del molino al norte. Sus edificios eran del siglo pasado, ornamentados, de ladrillos rojos, con ventanas en arco en el segundo piso, faroles antiguos en la fachada y senderos estrechos. De ella partían veredas de guijarros que descendían hasta el río, a una manzana de distancia. En verano, los turistas paseaban por la ribera, disfrutaban de sus jardines de rosas, se sentaban a la sombra del torreón de la ciudad o al sol, sobre el césped verde, mientras lamían helados y observaban cómo las embarcaciones surcaban las aguas azules del río. Algunos realizaban recorridos turísticos en el viejo barco de rueda de paletas, o se sentaban en los restaurantes de la orilla, bebían refrescos, comían bocadillos y admiraban la superficie rizada del agua desde la sombra de elegantes viseras de terciopelo mientras pensaban en lo fantástico que sería vivir allí.

Eso era en verano.

Ahora estaban en invierno.

Ahora, en pleno enero, las rosas habían desaparecido. Los barcos estaban en dique seco en los cinco puertos deportivos del valle. Todo dormía rodeado de hielo. El carro de los helados tenía sus ventanitas cerradas, aseguradas con tablas de madera, y estaba cubierto por una cúpula de nieve. Las esculturas de hielo habían perdido sus bordes perfectos y degenerado en vagos recuerdos de los barcos de vela y los ángeles que habían sido durante los bulliciosos días de Navidad.

Luz tomó su habitual magdalena con café en el restaurante del club, junto a una estufa, antes de dirigirse a su negocio. Se hallaba en Witch Street, a dos puertas de Owl Street, en un edificio antiguo con dos jardineras azules en las ventanas, una puerta del mismo color y un letrero que rezaba: "Lirio azul, diseño de interiores, y una flor estilizada debajo de las palabras".

El interior era sombrío, pero olía a la mezcla y las velas aromáticas que vendía. La casa tenía noventa y tres años, era apenas un poco más ancha que un pasillo de hospital, pero profunda. La puerta principal estaba orientada al norte, por lo que el local era fresco en verano. Esa mañana se filtraba una corriente de aire helado.

Las paredes eran de color crema, a juego con la pintura, y debajo de las molduras del techo había un ribete de lirios azules, del mismo tono que la alfombra. Dicha flor aparecía también en el logotipo que colgaba de la pared de la escalera, detrás del escritorio, y en las bolsas de papel que entregaban a los clientes.

TÚ & YO, ¿QUÉ PODEMOS HACER? -LUMITY ADAPTACIÓN OMEGAVERSE-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora