Si me acerco las chispas nos electrocutan

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Si me alejo se va la luz

Durante la semana siguiente Luz pensó demasiado en Amity. Mientras hojeaba catálogos de papel pintado y muebles, se le presentaba la imagen de las habitaciones vacías y recordaba el eco de sus voces en ellas. Veía la toalla húmeda, el cepillo de dientes y, en especial, los colchones sobre el suelo. Aunque estaba divorciada de Amity, era imposible olvidar todo cuanto sabía de la otra mujer. A veces la imaginaba en situaciones íntimas, cotidianas, que sólo un omega pueden conocer de su alfa.

La omega había postergado a siete clientes para trabajar en el diseño de la casa de Amity. Sabía qué le gustaba a la alfa: los sofás largos para acostarse, el diario con el desayuno, las chimeneas encendidas a la hora de la cena... Conocía las cosas que le disgustaban, pero ya era mejor olvidar todo aquello.

A la morena le resultaba difícil recordar un trabajo del que hubiese disfrutado tanto o diseñado con tanta seguridad. Qué ironía que ahora conociera mejor los gustos de Amity que cuando había decorado la casa que habían compartido. Además, le había dado carta blanca en cuanto al presupuesto.

El jueves la llamó por teléfono.

—Hola, Amity, soy Luz. Ya he terminado los planos. Puedes pasar por mi negocio y examinarlos conmigo.

—¿Cuándo te va bien? —se apresuró a preguntar la otra mujer.

—Como ya te expliqué, procuro concertar las citas una vez que he cerrado el local para evitar interrupciones. ¿Qué tal mañana a las cinco?

—Perfecto. Allí estaré, Luz.

Al día siguiente, viernes, la morena se fue a su casa a las tres y media. Se lavó la cara, volvió a maquillarse, se retocó el peinado, cambió la ropa que llevaba puesta por un traje recién planchado y regresó al negocio con el fin de disponer los materiales para la presentación y mandar a casa a Willow diez minutos antes.

Cuando Amity entró, estaban encendidas las luces del escaparate, el interior olía a café recién preparado y en el fondo del local, alrededor de un conjunto de muebles de mimbre, estaba el material que Luz quería enseñarle: telas colgadas, catálogos de papel pintado y fotografías.

Luz oyó el ruido del tráfico que se coló dentro al abrirse la puerta y salió al encuentro con la Blight.

—Hola, Amity —saludó la morena sonriente—. ¿Cómo estás? Espera un minuto, voy a echar la llave.

La morena avanzó zigzagueando para sortear las mercancías almacenadas en el reducido espacio, donde sólo quedaba libre un estrechísimo pasillo. Cerró la puerta con llave y dio la vuelta al letrero de ABIERTO. Al regresar vio que la alfa examinaba las paredes, de las que colgaban grabados enmarcados y tapices, mientras se desabotonaba el abrigo. Con la presencia de Amity, el establecimiento parecía de pronto atestado, ya que sus dimensiones eran mucho más adecuadas para ella y Willow.

—Has sacado mucho provecho de este local —comentó Amity.

—Está demasiado lleno, y el desván es insoportable en verano, pero cuando pienso en deshacerme de él, me pongo nostálgica y cambio de idea. Hay algo que me retiene aquí.

Luz advirtió que Amity también acababa de arreglarse para ese encuentro; lo dedujo por el traje recién planchado.

—¿Quieres que te guarde el abrigo? —preguntó Luz.

Era de gruesa lana gris y Luz notó que pesaba cuando Amity se lo entregó junto con una suave bufanda de cuadros. Al pasar junto a la otra mujer para colgar el abrigo tras la puerta del sótano la envolvió un tornado de aromas; no sólo el olor del café del lugar, sino una combinación de cosméticos, de aire fresco, de su automóvil, de ella misma..., su lado omega tembló por aspirar los olores que conocía tan bien.

TÚ & YO, ¿QUÉ PODEMOS HACER? -LUMITY ADAPTACIÓN OMEGAVERSE-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora