Capítulo 8

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Esto debe ser una broma y una de mal gusto.

—¿Es una broma?—Es lo único que logro articular ante la noticia que nos acaba de dar el señor Relish.

Todas las miradas recaen sobre mí mientras solo pienso en como coger un billete de avión y volver a Denver.

El señor Relish ladea la cabeza. Laylah me dirige una mirada larga.

—Debes de ser la única persona de este mundo a la que no le gusta viajar—comenta.

Tengo que apretar los puños para no abalanzarme sobre ella.

—Dijisteis que solamente sería ir a Canarias, no nada de ir a Madrid durante dos días por asuntos de negocios.

A mi lado escucho el bufido de Laylah mientras mira perezosamente el móvil. Me gustaría decir que no me molesta su comportamiento, pero desgraciadamente aún sigo teniendo muy presente su opinión.

—El juicio de mi tía es la semana que viene, tengo que estar con ella.

—Y estarás—interviene Ciaran, dando un paso hacia delante con una sonrisa—. Volverás cuatro días antes de que empiece.

—Me da igual, no quiero ir y punto—murmuro como una niña pequeña, aunque siendo sincera he aguantado demasiado. Puedo permitirme actuar como una niña malcriada durante un rato.

Mi comentario no les gusta y, por una parte, me alegro de que ninguno de los Smith estén aquí. No me gustaría que vieran como me estoy comportando, aunque deben haberlo supuesto mientras nos despedíamos de ellos. Resulta que esto ya no es un viaje de vacaciones, sino uno de negocios y aunque la idea de visitar Madrid es muy tentadora, no puedo dejar a mi tía sola mientras yo recorro uno de los lugares a los que todo el mundo quiere ir. Es simplemente vergonzoso.

Por las escaleras del hotel, veo como bajan los últimos Relish. Cassiel tampoco le gustó la noticia, de hecho él fue el primero en dejar claro su postura al irse del desayuno cuando nos lo habían dicho. Ni siquiera Nick había podido intervenir antes de que se marchara. Simplemente se había levantado. No lo culpo yo hubiera hecho lo mismo, si no me hubiera impactado la noticia.

—Es solo un viaje—apostilla Ilta, retocándose el maquillaje.

Para ella es fácil decirlo. Por la seguridad y comodidad de Gaara, sus padres han decidido que volverán hoy a Denver mientras que Cassiel, Darcel, Laylah y yo le acompañemos al señor Relish.

Estoy a punto de decir unas palabras no muy educadas que digamos, cuando Darcel me agarra el hombro e interviene.

—¿Cuándo nos vamos?

El señor Relish le sonríe, a pesar de que este no le devuelve el gesto.

—Me alegra que alguno por lo menos tenga ganas de ir.

Se escucha un resoplo por parte de Cassiel. Lo miro y veo que está negando con la cabeza. El señor Relish lo ha visto, pero no comenta nada al respecto.

Me aparto bruscamente de Darcel antes de ir hacia la salida. Los principales dueños del hotel se han presentado para despedirnos, pero yo no les hago ni caso mientras cruzo el vestíbulo hasta llegar al exterior y encontrarme con una fila de coches negros con seguridad a los lados. Pero eso no es lo peor, no son esos coches asfixiantes que he terminado odiando, ni esa presencia continua de los Relish allá donde vaya, sino que mis guardaespaldas personales están colocados en el último coche, y ambos me observan, claramente esperándome. Uno de ellos abre la puerta del coche y aunque no logro ver dónde está mirando por sus gafas negras, no me cabe duda de que se refiere a mí.

Aprieto los puños y a regañetas entro. Por suerte nadie viene conmigo y durante todo el trayecto hasta el estúpido aeropuerto me dedico a sumergirme en mi música. El volumen está demasiado alto, tanto que me duelen los oídos, pero da igual, que se jodan. Tampoco hago amago de apagarlos mientras cruzo el aeropuerto con dos gorilas a mis espaldas. La gente me observa cuando me ven pasar y dudo de si por los dos enormes guardaespaldas que intimidan allá donde vayan, o por mi cara molesta y con música a todo volumen. Apuesto más por la segunda.

La Promesa Consumida-2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora