Capítulo 34

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—Nunca creía que diría esto, pero deberíamos llamar a la policía.

Muerdo mi uña con más ímpetu.

—Tú mejor que nadie sabes que es una mala idea.

Cassiel suspira, llevando su mano izquierda hasta su pelo para revolverlo mientras que con su derecha nos conduce hasta la casa de Annabeth Carver.

No sé si es porque nos dirigimos precisamente a la tenebrosa casa de Annabeth Carver o por si ha tocado este tiempo, pero una extensa niebla se ha levantado impidiendo que las luces cortas del coche de Cassiel divisen más allá de quince metros. La vegetación tampoco es que ayude, parece que no está comiendo y una sensación de ahogamiento recorre mi cuerpo.

—Promete que estarás todo el rato pendiente de mí—musito sin molestarme en esconder mi pánico. Aunque lo hiciera, Cassiel se daría cuenta.

Cassiel entrelaza su mano con la mía.

—No va a tocarte, te lo prometo.

Sus palabras me tranquilizan, pero no lo suficiente. No entiendo el motivo del porqué me ha llamado, qué es lo que espera cuando la vea y menos aún me entiendo a mi misma. Cassiel fue el único con dos dedos de frente al intentar frenar mi decisión hace unos minutos, cuando le había contado a donde quería ir.

No hace falta mucho decir que a mi novio no le agrada que su chica vaya de noche, con niebla, a una casa que parece abandonada en la que habita una anciana que me agredió.

—Para ahí—le digo al ver el camino que nos llevaría hasta la casa de Annabeth Carver—. Será mejor ir andando desde aquí.

Cassiel no hace ningún amago de rebatir, pero mira dos veces a nuestro alrededor antes de salir. Le sigo por detrás y prácticamente camino hasta llegar a su lado. Delante de nosotros se extiende el camino de tierra rodeado por decenas de pinos, tan altos que no veo su final y por la niebla no sé donde comienzan los otros.

—No te alejes—murmura Cassiel tendiéndome su brazo para agarrarlo.

Intento articular algo, pero no soy capaz de abrir la boca debido a los nervios. Miro cada segundo detrás de nuestras espaldas y cuando ya no soy capaz de divisar el coche aparcado, un impulso irracional me dice que nos vayamos, que es una mala idea, pero es demasiado tarde, no cuando choco contra la espalda de Cassiel y al asomarme veo la casa.

Sigue igual de vieja y rota, solo que esta vez una ventana está iluminada, concretamente la de la cocina. El recuerdo de ella con el cuchillo vuelve a mi mente. Aun así, no vemos movimiento dentro.

Inconscientemente, miro a nuestro alrededor, en busca de alguna sombra extraña. Cassiel también lo hace. Ninguno encuentra nada.

—Aún está la opción de entrar juntos.

Niego.

—Ella me quiere a mí y no sabemos como reaccionara si te ve. Puede que incluso no me digan lo que se supone que me quiere decir.

Aprieto los dientes antes de agarrarme de los hombros y hacer que le mire.

—Ten el móvil en la mano en todo momento y si notas algo, por pequeño que sea, grita y te juro que tiro la puerta abajo.

Sonrío por su comentario.

—Todo saldrá bien—intento tranquilizarlo.

—No estoy tan seguro.

De pronto se escucha un ruido. El cuerpo de Cassiel cubre el mío a la vez que hace que nos agachemos. La niebla y los troncos de los pinos se convierten en nuestras aliadas, escondiéndonos de la figura pequeña y esquelética que sale del camino de la derecha de la casa. Ahora que recuerdo, en nuestra primera incursión aquí nunca vimos que había en ese camino. Sea lo que sea no podemos ver su final, como tampoco podemos ver que es lo que lleva dentro de un saco Annabeth Carver.

La Promesa Consumida-2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora