Capítulo 27

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—¡TIEMPO!

No espero a que me lo repita dos veces. Salgo de la cinta de correr jadeando, con la garganta seca y todo el cuerpo lleno de sudor.

Abby me tiende una toalla y yo la froto por mi cara sudorosa.

—¿Cuánto he hecho?—pregunto a trompicones.

Chasqueo la boca al ver que no me queda agua en el botellín.

—20 minutos justos—anuncia sonriendo, mirando al cronómetro—. Has mejorado bastante.

Asiento a la vez que agarro mi botellín y voy hasta el baño para rellenar el agua. Abby me sigue por detrás, con su carpeta y cronómetro pegados al pecho.

El contexto es el siguiente. Cassiel se ha ido y la única manera que tenía para despejar la mente era ir al gimnasio, como he estado haciendo estas últimas semanas. La diferencia, que ahora ya no es Cassiel quien me acompaña, sino Abby. A Lorenzo, el jefe de gimnasio, no le importó lo más mínimo, a pesar de que creía firmemente que no iba a dejar a alguien entrar gratis. Lo que pasa que es que Lorenzo es amigo de la madre de Abby, así que sí, mi amiga es una enchufada, pero oye, sin ella y sus ánimos no podría aguantar los ejercicios.

—¿Toca hip thrust?—pregunto, rellenando la botella.

Abby tacha el ejercicio, que acabo de hacer, antes de volver a mirar las hojas y darme la razón.

—Por favor dime que es el último ejercicio—imploro.

—Oh venga, anímate, así te saldrá un culo de la ostia.

—Sí y también dolor.

Salimos del baño, yo mirando donde hay una barra libre y Abby esquivando los cuerpos sudorosos de las personas. Abby se empeñó tanto en venir, de igual modo de que iba a venir como le apeteciera, y eso que es nuestro segundo día juntas, pero lo único que ha cambiado son sus tacones por unas deportivas blancas. Los pantalones ajustados y su camiseta, también apretada, siguen presentes.

—¿A qué hora has quedado con Cassiel?—pregunta Abby colocándose a mi lado

Inmediatamente sacudo las manos.

—Sssh, baja la voz.

Abby finge cerrar su boca con una cremallera invisible. Miro hacia los lados para comprobar que nadie nos escuche.

—Hemos quedado a las doce en su piso.

—¿Y…?

El rostro de Abby se ha acercado de manera exagerada al mío, tanto que frunzo el ceño alejándola con mi dedo índice sobre su mejilla esponjosa.

—Nos veremos ahí y veremos el contenido del sobre.

—¿Y…?

—Y ya está. No va a pasar nada más.

Como una niña enfadada, Abby se tira al suelo.

—¿No pasará nada?

—Por dios Abby, Cassiel puede ser mi hermano.

Pone los ojos en blanco.

—Es obvio que no sois hermanos.

—Eso no lo sabes—respondo, colocando bien la barra antes de empezar con el ejercicio.

—Claro que lo sé. Todo ha sido un plan retorcido del señor Relish para joderte a ti y a él—asegura, cruzando sus brazos—. Tiene celos de lo que tú y Cassiel tenéis y de lo que no pudo tener con tu madre. Está celoso.

La miro de reojo, esperando que sea alguna típica broma de Abby. No lo es.

—Cassiel y yo no tenemos nada.

La Promesa Consumida-2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora