El tocar el timbre ha sido una mala idea. Una estúpida y terrible idea. ¿Cómo se me ocurre de repente venir a su apartamento, plantarme y pretender que me deje entrar así sin más?
Miro el timbre con las falsas esperanzas de poder retroceder en el tiempo y no haberlo tocado, pero las pisadas que se escuchan al otro lado de la puerta me hacen saber que eso es imposible y más cuando se abre dejando ver a Cassiel. Lo primero que hago es retroceder e intentar formular cualquier excusa por muy estúpida que sea. Eso tenía pensado hasta que lo observo debidamente.
—¿Cassiel?
Es imposible que quien tenga delante sea el Cassiel que conozco. Su nariz, al igual que sus mofletes, son de un color rojo intenso. Sus ojos, prácticamente cerrados, presentan ojeras y su pelo casi siempre sujetado por una coleta cae por su rostro, tapándole. Tiene una manta enrollada alrededor de su cuerpo, subida hasta el cuello convirtiendo su rostro en la única parte visible de sí cuerpo, a excepción de una mano con un papel usado.
De pronto, después de pestañear y frotarse los ojos, parece darse cuenta de quién es la que tiene delante de él. Al principio se queda estático, congelado, hasta que ahora es él quién retrocede y me mira… ¿Avergonzado?
Al dar ese paso hacia atrás también ha sido revelado su tobillo herido.
—¿Keira? ¿Qué haces aquí?
Trago saliva y estoy lista para contestarle cuando Cassiel se lleva la mano a la cabeza y parece perder el equilibrio. Sin perder ni un segundo me abalanzo hacia delante y coloco su cuerpo contra el mío. Inmediatamente una ola de calor recorre mi cuerpo, y no por la tensión, sino porque Cassiel está realmente enfermo. Me dice unas palabras que creo que están en un idioma inventado mientras con mucho cuidado lo deposito en su sofá. Cierro la puerta y veo como intenta levantarse y ponerse en una posición decente para recibirme, pero su cuerpo está débil, muy débil.
Cassiel cierra los ojos durante unos segundos. Eso me da tiempo para analizarlo. Su manta azul le tapa todo su cuerpo hasta que solo puedo ver sus ojos cerrados. Está en una posición fetal y su respiración es irregular. Algo se retrocede dentro de mí al verlo en ese estado tan… débil y vulnerable. Incluso alguien como yo que no tiene ni idea de peleas podría ganarle a Cassiel.
Lentamente, me acerco hasta coger una goma de la mesa y recoger su pelo. En ningún momento abre los ojos, no sé si porque no quiere o porque no puede. Pongo mi mano en su frente y casi la parto al notarlo tan cliente. Ese gesto sí que hace que Cassiel abra sus ojos, viéndome peligrosamente cerca de él. Aparto la mirada, avergonzada.
—Nick me ha contado que estabas enfermo y he venido a… Ver cómo estabas.
Me mira fijamente.
—No me mires así. Solo vengo a ayudar.
Me levanto y cojo la medicina que tenía.
—¿Qué es lo que te duele?—pregunto sacando todos los medicamentos que he comprado.
Cassiel dirige su mirada hasta los medicamentos que voy dejando en la mesa de forma alineada. No se me escapa la duda de sus ojos. Resoplo por su actitud.
—Cassiel, no voy a matarte.
Veo como se esconde más entre su manta.
—¡Cassiel!—protesto cruzándome de brazos—. Dime solo lo que te duele y punto.
El recelo dirigido hacia mí no se va mientras su mano sale de su escondite y se señala la cabeza y la garganta. Inmediatamente cojo los medicamentos necesarios, que no necesitan una prescripción previa, y cojo la jeringuilla con la cantidad justa y necesaria, todo esto bajo su atenta mirada que intento ignorar.
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La Promesa Consumida-2 ✔
RomanceLa verdad ha salido a la luz y todo parece indicar que nada volverá a ser lo mismo entre Keira y Cassiel. Nueva vida, nueva familia y nuevos retos se precipitan sobre Keira, y su relación con Cassiel nunca había estado más en peligro. Un nuevo bach...