Extra 02

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1 año después del capítulo final.

1 año después de que Keira se fuera de Denver.

Keira

Nunca me han gustado los hospitales, mejor dicho todo lo que tenga que ver con el cuidado de las personas. No sabría decirte exactamente cuál es la razón principal de mi incomodidad hacia estos sitios. Podría ser el olor a humanidad, las jeringuillas, el color blanco que más que relajarme me estresa… No lo sé, simplemente los odio.

Sigo al hombre por el pasillo largo y blanco hasta llegar a la sala de visitas, donde la mujer que me trajo al mundo me espera.

Me quedo quieta bajo el umbral de la puerta, sin entrar a la sala. Samuel habló con mi tía sobre que sería buena idea contarle a mi psicóloga el hecho de volver a ver a mi madre, para despedirme y así cerrar un capítulo que lleva muchos años sin un final. Me negué al principio, no concebía la idea de volver a verla. Me cabreé y mucho, ellos saben que no puedo estar con ella en una misma sala y no evitar pensar en esos momentos tan humillantes que me hizo pasar. Aun así fueron la tía Adolfina y el tío Samuel los que me dijeron que precisamente por eso debía ir, no para olvidar lo que me sucedió, sino para dejarlo atrás.

Mi psicóloga también estuvo de acuerdo y, aunque nunca lo diga en voz alta, el hecho de que fuera ella quien me lo aconsejara tuvo mucho que ver en decidir ir a donde estoy en estos momentos. Ella me ha ayudado mucho y todos sus consejos son más que simples palabras. Me respeta, me cuida y por eso debo intentarlo.

El primer paso es el más difícil. Ella me mira y yo hago lo mismo. No está hermosa, no por lo menos como la recordaba. Su pelo ahora se encuentra corto hasta las orejas, está mucho más flaca y sus grandes ojos ahora parecen simples puntos negros pintados en su pálida piel. Se nota que está sobria por cómo logra enfocar y seguirme completamente, sin creer que mis ojos estén en el suelo o en el techo, como siempre ocurría.

Es raro verla así.

No me quito mi abrigo negro largo. La visita será corta, eso es lo que le quiero transmitir a la mujer que tengo delante que parece que ha visto a un fantasma.

—¿Keira?

Que la primera palabra que escucho de su boca sea mi nombre no me gusta absolutamente nada.

—No he venido por ti, he venido por mí. Eso quiero dejarlo claro.

Mi madre parpadea, supongo que sin creerse que haya venido hasta aquí, hasta donde está encerrada.

—Estás… cambiada.

—¿Qué pasa? ¿Ahora no ves a una niña con la que poder manipular?

Para mi sorpresa, mi madre sonríe.

Voy a vomitar.

—Si… Sin duda eres hija mía.

Levanta una mano para tocar mi mejilla. Los grilletes en sus manos se lo impiden. Eso es un regalo que pedí antes de entrar, que ella no tuviera la más mínima posibilidad de tocarme.

—Seré clara, señora Miller.

—¿Señora Miller?—Ella se ríe—. ¿Así es como te diriges a la mujer que te dio a luz? Maldita desagradecida.

Miro el reloj, ignorándola. Han pasado cinco de los diez minutos que me he puesto de tope para estar aquí.

—Vengo aquí para decirte adiós… Madre.

Se cruza de brazos, desafiándome.

—¿Crees que nuestra relación va a romperse con una simple despedida? Somos madre e hija, un vínculo que no se puede romper.

La Promesa Consumida-2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora