7. Un viaje sin retorno.

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Nunca en mi vida había sentido tanto el peso de las horas y los minutos pasar. Durante lo que quedaba de noche parecía que las manecillas del reloj habían hecho un pacto secreto para ralentizar las horas.

En algún momento entre el barullo apenas audible del salón de abajo y mis pensamientos retumbando en mis oídos, me rendí y caí dormida yendo directamente a parar al mundo de los sueños.

Por supuesto me hubiera encantado decir que el miedo no podía alcanzarme estando en aquel mundo, tristemente la realidad era muy diferente.
Los sueños en ocasiones podían llegar a destruirnos completamente, sangre y guerras, desconocidos de intimidantes ojos negros, túnicas azules y espadas sangrantes.

Cuando desperté como era de esperarse el sudor cubría por completo mi cuerpo, el vestido rojo que llevaba puesto se adhería a mi como una segunda piel. Al abrir los ojos lo primero que observo es la mirada de Octavia que se encuentra parada justo frente a mi, de manera involuntaria suelto un pequeño jadeo del susto.

Aunque me observa con la misma sonrisa dulce de siempre, inevitablemente me había espantado.

- Lo siento querida, no era mi intención asustarte - se disculpa con una vergonzosa sonrisa.

- No te preocupes Octavia, ¿qué hora es? - pregunto, realmente había perdido la noción del tiempo.

Al parecer seguía en la biblioteca y recostada sobre el diván. No había ventanas para que un atisbo de luz pudiera entrar y así calcular vagamente la hora que era.

- Aún no amaneció si a eso te refieres - responde educada manteniendo su sonrisa - el príncipe Dominick me ha enviado para que puedas ir a tu habitación.

Octavia me ofrece una mano la cual acepto, siento la cabeza dar vueltas cuando me pongo de pie, ella me sostiene para que no caiga en picada con dirección al suelo. Me sonríe comprensiva mientras acaricia mi mano con suavidad. El olor a sudor del vestido comenzaba a molestarme en verdad.

Mientras caminamos hacia la puerta que permanece abierta, un escurridizo pensamiento cruza por mi mente.

No había pensado en ella la noche anterior, en algún punto mi cerebro había dejado de preocuparse. Mi madre, de la que no sabía absolutamente nada, aunque, ella tampoco parecía preocuparse mucho por mi. No volví a verla en toda la noche, pero, eso era algo extraño al menos viniendo de ella, su sueño frustrado se había cumplido, entonces, ¿por qué no había aparecido?

- Octavia, ¿viste a mi madre anoche? - pregunto sintiendo un sabor amargo en la boca.

- La última vez que la vi fue cuando entraste al salón querida, de ahí en más no volví a verla - comenta con una mueca pensativa.

Debería sentirme aliviada por no verla, porque no apareció, pero, por alguna extraña razón la sensación no aparecía.
Mi corazón se encontraba inquieto analizando el porqué no había aparecido, no era algo que esperar de ella, no tenía sentido, carecía por completo de lógica.

- Es extraño Octavia.

- Ahora que lo mencionas si lo es, bastante - cruzamos el umbral de la puerta y las velas siguen iluminando el pasillo con su tenue luz.

Sigo a Octavia por el extenso pasillo, no logro detenerme y apreciar las paredes adornadas de retratos, pero si logro ver de reojo un centenar de ojos negros observándome al pasar.
Solía escuchar que los ojos negros realmente no existían, que en realidad eran de un marrón muy oscuro, eso realmente no aplicaba en los Moondlitch, tenían los ojos de un intenso negro como el carbón, los cuervos o el cielo nocturno.

- Le diré a Domi que averigüe qué tal está y a dónde ha ido, ¿te parece? - pregunta mientras veo cómo sus regordetas piernas marchan con ágiles pasos.

MoondlitchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora