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El ambiente en la playa es el mismo que se acostumbra; chicas y chicos en trajes de baño, alcohol, drogas y buena música. Para muchos puede que sea lo máximo este tipo de cosas, pero para mí no. Prefiero estar en casa, encerrada en mi mundo, escuchando una buena canción mientras me pierdo en los trazos de un dibujo. Vengo exclusivamente para que Fernanda no meta la pata en cualquiera de esos vicios.

Dejé la moto con las demás y nos adentramos al ajetreado mundo nocturno de los típicos jóvenes "adultos", buscando un lugar que no estuviera tan congestionado de personas.

—Ahí viene lo tuyo — codeo a Fernanda con disimulo, pero como ella no conoce esa palabra, gira la cabeza como la exorcista y resopla en cuanto ve a Sander caminando hacia nosotras.

—Pero ¿qué cree que hace ese idiota? — musita, esbozando una falsa sonrisa.

—¿No es obvio para ti?

—Hola, chicas ¡qué bueno que hayan decidido venir! — se enfoca solo en la estúpida que tengo a mi lado—. ¿Quieres beber algo?

—Sí, tráeme lo que sea — sacude la mano en el aire y él asiente.

—¿Qué fue lo que le diste a ese pobre? — le pregunto una vez nos quedamos a solas.

—Lo besé una vez, pero juro que no usé ningún truco para dejarlo comiendo de mi mano. El idiota se cree que me fascinó, cuando no es así.

—¿Besa tan mal?

—No, de hecho, besa muy bien...

—¿Entonces? — le presto total atención.

—¡Olvídalo! ¡Vinimos a pasarla rico, no a hablar del idiota! — lo que sea que me esté escondiendo, tarde que temprano me lo dirá.

Fernanda suele cambiar de gustos cada segundo, pero para enamorarse le puede durar toda una vida. Una sola vez la he visto amar y sufrir como ella sola por un chico que no le prestó esa atención que ella tanto les pedía a gritos. Desde entonces creyendo que ser así de esquiva y una maldita con los demás chicos, piensa que no volverá a caer en esa patética red que es tan inevitable. Los gustos y las atracciones pueden transformarse en amor en cualquier momento y con cualquier persona.

Sander nos trajo nuestras cervezas y nos sumergimos en una charla trivial. Cómo hemos venido en moto, lo máximo que me tengo permitido beber son dos cervezas. Llegó un punto en el que, de toda la conversación yo hacía un mal tercio ahí. Fernanda entre cada trago de cerveza y ron que se tomaba como si de agua se tratara, terminó por perder la cordura y se dejó llevar por Sander.

Me separo de ellos y camino por la orilla de la playa, disfrutando de la sensación de la arena y el agua entre mis dedos. Si no fuera por el ruido y la cantidad de personas que hay en este preciso momento, sería algo perfecto que me llene de paz.

Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi pantalón corto y lo saco, encontrándome con un mensaje caliente de Mackey. Ahora que lo pienso, desde que Drake nos vio besándonos en la puerta de mi casa, han sido pocas las veces que nos hemos visto en la universidad. No hemos podido pasar de un beso lleno de humedad y de un toqueteo descarado. Siento que la llama se apagó, pero a la misma vez sigo deseándolo con mayor fuerza.

«Estoy en la playa, direc», le respondo, tomando un trago de mi cerveza.

«Pensé que podíamos vernos un rato. Ya sabes, extraño pasarla rico contigo»

No pude responder a su mensaje, puesto que, en el momento que le pensaba decir que sí, una llamada de algún desconocido me hizo desviar el dedo.

—¿Sí?

—¿Dónde estás ahora mismo, Mabel?

—¿Con quién hablo? ¿Lo conozco? — ¿cómo es que este imbécil tiene mi número?

—No estoy para tus bromas. Te necesito ahora mismo en la casa.

Me reí.

—¿Aun no has comprendido mis palabras, tío? — ironizo.

—¡¿Dónde demonios están los medicamentos de mi madre?! — vocifera, desesperado.

—Se supone que deben estar con ella. Te aseguraste de que los llevara ¿verdad?

—Sí, pero no me dijo que se trataban de la nueva fórmula...

—Ya sabía yo que eres un inútil de mierda que no sirve para nada — mi corazón se disparó como un loco—. Llamaré a su doctor. ¿Dónde están?

—A unos diez minutos de llegar a la casa.

—¡Te saldrá caro el descuido, inútil! — cuelgo, para luego salir corriendo en dirección a la casa mientras llamo al médico de cabecera de mi abuela.

La razón de la cual le cambiaron los medicamentos, era porque su cuerpo lo estaba rechazando mortalmente. Entre más tomaba esos medicamentos, más se enfermaba. Está clarísimo que Drake no se puso al tanto de la condición de mi abuela, ni mucho menos del cambio de los medicamentos. ¿Y así asegura que la cuidará con su vida? Con mayor razón, haré hasta lo indecible para sacar a ese estorbo de nuestras vidas. 

Deseos Prohibidos[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora