9

2.2K 237 43
                                    

—¿Cómo está mi abuela, doctor? — ataco al doctor tan pronto sale de la habitación de mi abuela—. ¿Está bien? ¿No le pasó nada grave?

—Tranquila, corazón, ella está en perfectas condiciones. Eso sí, tiene que guardar mucho reposo, pero se encuentra de maravilla — me tranquiliza, apoyando sus manos en mis hombros y apretando suavemente ese punto que tan tensionado se encuentra—. Tu abuela es una mujer muy fuerte. Verás que con un buen descanso se recuperará pronto. Por ahora está dormida. Es mejor que la dejen dormir. Ya mañana tendrán tiempo de hablar con ella y darse cuenta de cómo se encuentra.

Miro de reojo al culpable de todo esto y la furia vuelve a apoderarse de mí. ¿Cómo no se cercioró de los medicamentos antes de hacer el dichoso viaje? ¡Es un estúpido, inepto, hijo de su...! Me obligo a callar mis pensamientos, porque mi abuela es una santa y no merece ser insultada por culpa de su hijo.

—Gracias por siempre venir a ayudarla — le respondo al doctor, sonriendo levemente y olvidando la existencia del inepto.

—Sabes que siempre estaré ahí para ayudarlas — aprieta mi mejilla con dulzura, de la misma forma que lo ha hecho desde hace un par de años atrás—. Llámame por si llega a suceder cualquier cosa.

—Por supuesto — lo acompaño a la puerta y apoyo la frente en la madera, soltando un gran suspiro.

El silencio es tan cómodo y agradable cuando no hay ningún insecto jodiendo con ese zumbido tan exasperante que te provoca querer matarlo sin compasión por arruinar tu santa paz, pero no se puede discutir ante la naturaleza de ese bicho que nunca debió haber sido creado.

—Me estás viendo como si fuera un mal hijo...

—¡Es que lo eres, idiota! ¿Cómo mierda no te fijas en los medicamentos de tú mamá? — exploto, apretando los dientes fuertemente—. No la conoces ni en lo más mínimo. ¿Qué mierda pasaba por tu cabeza? ¿Así te graduaste como abogado? Si antes no confiaba en ti, ahora menos.

—¿Por qué tienes que hablar de esa forma tan grosera siempre? Además, deja de insultarme, que yo siempre te he tratado con respeto, Mabel. ¡No eres más que una niñita que se cree que todo tiene que estar a sus pies!

—¡¿Y qué si es así?! Si se me pega la gana, te agarro de tapete y me limpio la mierda de los zapatos en tu cara — lo encaro, ardiendo de furia—. No conoces ni un poco lo que significa una grosería por parte de mis labios. ¿Qué es lo que pretendías al regresar de España? ¿Acabarla?

—Estar con mi familia; contigo y con mi madre.

—¡Qué tú no eres nada mío, joder! ¿Es que no entiendes que me hierve todo por dentro con tan solo de pensar que llevamos la misma sangre corriendo por las venas? ¡Lárgate ahora mismo de la casa! No quiero verte más aquí, y con la cagada que acabas de hacer, menos. La pusiste en riesgo, cuando te la confíe y no la aseguraste con tu vida.

—Si quieres párate de cabeza, pero de aquí no me voy a ir nunca — da un paso al frente, quedando muy cerca de mí—. Sí, puede que haya cometido un error, pero eso no significa que te creas quién para juzgarme, cuando tienes el culo más untado que el mío. No vengas a dartelas de perfecta, cuando te abres de piernas al director de la universidad cada que te da la gana o solo porque nadie más te tira el diente. Aún tienes mentalidad de niña precoz. Me tienes harto con esa actitud rebelde que me has mostrado desde que llegué a la casa que les compré a ustedes dos con mi primer sueldo como abogado. ¡Te hace falta un par de nalgadas para que se te bajen esas revoluciones!

En ese momento de calentura, no se piensa ni en como se respira crrectamente, solo tienes en mente acabar con lo que tienes frente a tus ojos. Dominada por la rabia, me bajo el pantalón y me doblo, de manera que mi trasero quede en su campo de visión.

—¿Qué coño estás haciendo, Mabel? ¡Vístete!

—¿Qué estás esperando para disciplinarme, tío? — palmeo una de mis nalgas levemente, esbozando una sonrisa ladeada—. ¿O acaso los huevos no se te inflan para más?

Estaba segura que no haría nada, que se daría la vuelta y me dejaría hablando sola, después de todo, no tenía por qué poner atención a mis ataques de rabia. Pero esa fuerte cachetada que dejó sobre mi nalga izquierda hizo que todo mi interior ardiera como si una llamarada de fuego hubiera tocado directamente mi piel. El calor de esa palmada tan poderosa desató nuestro propio infierno personal. 

—No juegues con tu suerte, porque no tienes ni puta idea de lo mucho que quiero corregir todo eso que te sobra y te hace esto que tengo enfrente. Mamá y papá no estuvieron para enseñarte a no hablarle así a un adulto, pero no te preocupes, que el tío que más te ama, te va a disciplinar cada día con tal de callar toda esa mierda que estás acostumbrada a escupir por la boca — me susurra al oído con voz profunda, provocando un fuerte escalofrío por todo mi cuerpo.

Deseos Prohibidos[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora