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Mabel

Quién iba a pensar que debajo de toda esa pinta de imbécil e inservible, habitaba un hombre tan potente en la cama. Aun siento ese maltrato delicioso entre mis piernas, recordándome cada que doy el paso lo mucho que disfruté en la noche anterior.

Mackey me dejó caliente, luego de aquella llamada tan sensual que tuvimos, pero Messer fue quien apagó ese incendio que había en mi interior. No soy de decir mentiras, ni mucho menos de escudarme tras una excusa barata; me fascinó ese lado tan perverso que me mostró mi tío Drake, es una pena que no pueda darme el gusto de probarlo, aunque sea una vez más. Por el bien de mi abuela, ese hombre no puede volver a comerse a su querida sobrina.

Me importa poco lo que sienta él, pero el hecho de pensar en lo doloroso que sería para ella, sí me da cierta punzada en el pecho. No podría con el desprecio de la única persona que amo en la vida. Ella no merece que sea un obstáculo entre ella y su hijo, pues la he visto llorar muchas noches por esos desagraciados que la dejaron una vez sola en el mundo. Ese encuentro quedó como ese rico postre prohibido que se comió el diabético a escondidas de su doctor, pero que tanto daño le hizo a su salud. 

La mañana se me hizo maravillosa. De camino a la clínica, Drake se encontraba ido, ni siquiera pudo hacer contacto visual conmigo o con mi abuela. Mientras yo dormí mejor que nunca, él parece haber pasado una noche de perros. Su expresión delata el arrepentimiento y la culpa. ¿Por qué no puede separar las emociones de los momentos?

—¿Quince días no es mucho tiempo para que mi abuela se quede aquí mientras salen los resultados? — le pregunto a la doctora amiga de Drake.

—Sé que tardan un poco, pero es para profundizar cada uno de los exámenes. Hay que descartar enfermedades que puedan estar afectando y que no conocemos.

—Bien, haré una llamada, ya regreso — pensaba salir, pero Drake me detuvo por el brazo.

—¿Qué vas a hacer?

—Voy a llamar a Mackey, necesito que me ayude con estos quince días en los que no podré ir a la universidad.

—Yo me quedo con mi madre. Puedes regresar y asistir con tranquilidad a tus clases. No hace falta que lo llames. 

—Y que vuelva a pasar lo mismo que la otra vez — niego—, no, gracias. No pienso dejar a mi abuela con inútil como tú.

—Mabel — aprieta los dientes y miro de reojo a su amiga, quien nos mira curiosa y sorprendida—, por favor...

—Lo que menos quiero es discutir hoy contigo, estoy demasiado energética y feliz como para que me amargues la mañana — me suelto de su agarre y dejo un beso en su mejilla—. Ya regreso.

Tan pronto salgo de la oficina de la doctora, llamo a Mackey y él asegura que, mientras me ponga al día, no habrá ningún problema que falte a mis clases. A veces sí creo lo que me dice Fer de que me aprovecho de su lugar, pero entre Mackey y yo sabemos cómo cobrar los favores después. Aunque, desde que le conté la decaída de mi abuela, ha estado muy al pendiente de ella. No pierde oportunidad para saber cómo se encuentra, e inconscientemente, su preocupación me saca una sonrisa. Él no es un hombre cariñoso, de hecho, es el hombre menos romántico y cursi que pueda existir, pero sus actos valen más que mil palabras, por lo que sus cambios son muy notorios.

—Te debo una, Mackey.

—No me debes nada. Sabes que siempre que se trate de ti, voy a ayudarte en todo.

—Te besaría si te tuviera en este momento frente a mí.

—Tendrás oportunidad de devorarme cuando regreses — suelta una suave risita—. Voy a extrañar mis visitas matutinas. Me tienes mal acostumbrado, Srta. Anderson.

—Mejor, con eso te desacostumbras. Debo irme. Adiós, Mackey.

—Cuídate mucho, preciosa.

Llego a la oficina y noto un fuerte color rojizo en los labios de Drake. Al parecer no perdieron el tiempo, ¿eh? Eso quiere decir que la amiguita con la que salió anoche, es la misma doctora que tengo frente a mis ojos. Pero para ser tan bella, dejó muy antojado al hombre, porque estaba aniquilando sin compasión.

—Que no me quieras contar quien es esa mujer, me sigue pareciendo un puñal a todos los años que llevamos siendo amigos — aun de espalda, se acomoda el cabello hacia atrás y arregla su bata—. Pero da igual, sé que en estos quince días volverás a mis piernas como en los viejos tiempos.

—Eso sí que es tener seguridad en sí mismo — ella se calla y Drake arde en colores—. Y Fernanda me cree narcisista a mí. Quedo en pañales a comparación de usted, doctora.

—Vamos a hacer el ingreso ahora mismo, por lo que, ustedes pueden esperar en la cafetería o en la sala de espera. Tan pronto haya alguna noticia, se les estará notificando — cambia de tema y sonrío viendo a Drake—. Ve a despedirte de tu abuela, nena, tengo que hablar algo muy importante con tu tío.

—Claro que sí — imito su aguada voz y estallo en una potente carcajada, haciéndole una seña muy obscena a Drake—. Dale una buena mamada a mi tío para que cambie esa cara culo que carga todo el tiempo.

—Mabel, por el amor a Dios, deja de decir este tipo de cosas — se cubre medio rostro, soltando un largo suspiro—. Ve con mi madre, ¿sí? En un momento estoy contigo.

—Solo porque me gusta comer de esa paleta que me das cada que me porto bien, te haré caso, si no fuera así... — dejo las palabras al aire y lo noto sudar frío—. Ahí los veo luego.

Borro la sonrisa de mi rostro una vez salgo de la oficina y me dirijo hacia la habitación donde mi abuela se encuentra. ¿Qué demonios me pasó allá adentro? No había necesidad de decir esas estupideces, pero esa mujer no tiene ni la menor idea lo que significa dejar a un hombre contra las cuerdas y luego ahorcarlo con ellas. 

Deseos Prohibidos[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora