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—Estás hablando mucho, Sr. Mackey. Deje su charla barata para otras, y hágase cargo de la calentura que hay entre mis piernas — lo vuelvo a besar aún más ardiente, acariciando a la vez su prominente erección por encima del pantalón.

Lo nuestro es meramente sexual; él no quiere compromisos y yo estoy muy joven como para pensar "románticamente" en un hombre. Lo que él quiere de mí, es lo mismo que yo quiero de él; saciar esas tremendas ganas que nos tenemos mutuamente y complacer al cuerpo y a la mente.

Levanta mi falda hasta la cadera a la vez que voy liberando su pene del interior de sus pantalones. La ansiedad de sentir el roce nos lleva a casi arrancarnos la piel.

—Date vuelta — me la da él por su cuenta y saco el trasero mordiendo mi labio inferior—. Necesitaba liberarme.

Sexo sin amor, sin ataduras, sin ningún tipo de drama por el cual arrepentirse después. Llevamos seis meses encontrándonos tanto fuera de la universidad como dentro de ella, y seguimos teniendo los mismos deseos por el otro, pero sin necesidad de dejarnos llevar más allá. Sabemos a la perfección que el amor no surge entre dos personas que solo buscan pasar un rato agradable y liberarse de sus problemas con un poco de sexo.

La humedad de la punta de su pene la percibo entre el medio de mis nalgas, a lo que él va deslizando maliciosamente su erección entre ellas y se masturba sosteniendo mis bragas con sus manos y me tira hacia sí. Esos gemidos tan varoniles me excitan a más no poder.

—Me encanta tu culo — su palma cae en una de mis nalgas con rudeza, agudizando el calor que se centra en mi interior y que me tiene con la mente en blanco.

Puede llegar a ser tan amable y caballeroso, y a la vez tan caliente y guarro cuando le da la gana. Me atrae de sobremanera su forma de hablarme.

Lo siguiente que escucho es el plástico del preservativo rasgarse entre sus dientes y, seguidamente, su longitud abriendo camino en mi intimidad de una sola estocada que me hizo llegar a las estrellas y gemir fuertemente.

Me curvo lo más que puedo, sacando el culo y recibiendo bien a gusto esos golpes tan profundos y rudos que electrifican todo mi ser. Es imposible que pueda hablar cuando siento que me va a romper en cualquier momento. Más ese agarre en mi cabello que acaba de hacer acompañando esta estocada que profundizó con un movimiento de cadera circular, por poco me hace caer al suelo. Las piernas se me volvieron gelatina debido a esa repentina y deliciosa acción.

Nuestros gemidos se hacían cada vez más difíciles de contener, aunque sabemos de sobra que no podemos hacer mucho ruido. Envueltos en el placer del sexo,  dos toques en la puerta más esa voz de ogro que conozco a la perfección, hicieron que aceleraramos el ritmo de nuestros cuerpos.

—Sr. Mackey, ¿se encuentra bien?

—En un momento salgo, por ahora estoy ocupado — besa mi cuello sin dejar de penetrarme aún más rápido y profundo—. Imposible detenerme ahora.

—Vas a causarle un infarto vaginal a esa mujer con esa voz tan sexy con la que le respondiste...

—Es que... — carraspea y nos detenemos, pero Bruce no sale de mí—. Sr. Mackey, el nuevo profesor ya ha llegado. ¿Olvidó la cita que tenía con él?

—Mierda — murmura—. Dame unos minutos, Bianca.

—Sí, señor.

—Te recompensaré en otro momento — apoyo la cabeza en la puerta y cruzo las piernas una vez me desconecta—. Se me había olvidado que recibía muy temprano al nuevo profesor de la facultad de derecho. ¿Ves lo que me haces hacer, pequeña diablilla?

—Es una lastima, el deber llama, ¿no? — antes que pueda seguir hablando me besa, acariciando suavemente mi clítoris y provocando escalofríos en todo mi ser—. Dejemos así, o el ogro de tu secretaria capaz tumba la puerta si no sales.

—Odio quedarme con las bolas azules — se saca el preservativo y camina hacia el baño.

Me arreglo la falda y el cabello mientras lo escucho asearse en el baño. Aún siento las palpitaciones entre el medio de mis piernas y el fuego correr por mis venas. Es un pecado quedar caliente, más cuando se estaba pasando tan rico y no teníamos intención de estar cerca del orgasmo. Esa mujer es un verdadero dolor de culo. Es como si tuviese una bola de cristal y supiera el momento exacto en el que me estoy devorando a su amor frustrado.

—Te veo en la noche — asegura sin que le dé respuesta y abre la puerta para mí—. Regrese cuando quiera, Srta. Anderson. Sabe que siempre estaré para resolver sus dudas.

—Tomaré su palabra, Sr. Mackey, ya que no me quedaron muchas cosas claras — suelto a reír y niega con la cabeza, observando de reojo a su secretaria—. Buenos días, Bianca. ¡Ten un apoteósico día! —le deseo, porque el mío lo acaba de arruinar.

—Buenos días, Mabel — como amo su alegría y la manera tan cariñosa en la que me mira, además de que su cara roja a punto de explotar es muy graciosa de ver—. El Sr. Messer lo espera en el salón de profesores, Sr. Mackey.

—Muy bien, en un momento estaré con él.

Sigo mi camino por los pasillos de la universidad, borrando la sonrisa de mi rostro y pensando en el día tan agradable que me espera. Nada mejor que comenzar el día con una noticia que me sabe a mierda y un buen mañanero a medias, ¿no? ¿Qué más me espera en este día que pinta ser bastante hermoso para mí?

Deseos Prohibidos[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora