Era una mañana más, un día más en el que mi vida era de maravilla, pero la felicidad solo me duró diecinueve años, puesto que, en un acto de "preocupación" o como yo le llamo de lastima y culpa, el hijo menor de mi abuela decidiera volver a casa, luego de haber estado viviendo en España por díez años.
A mi queridísimo tío Drake, no lo conozco. O por lo menos no recuerdo y tampoco me apetece recordar su rostro. Sé de él lo poco que mi abuela presume, más ella sabe perfectamente que lo que menos me importa es la vida de alguno de sus hijos. Hace mucho tiempo dejó de interesarme el bienestar de los que nunca se dignaron a saber cómo nos encontrábamos.
La familia para mí no se conforma por un lazo sanguíneo. Para mí la verdadera familia es la que está contigo en las buenas y en las malas, siempre dándote el apoyo más incondicional, incluso si la estás cagando hasta el fondo. Quien te ve llorar y te brinda un hombro más innumerables soluciones para salir de un mal momento. Es aquella que no falla nunca a su palabra y a su deber. Porque en una familia lo que menos debe existir, es el odio, la envidia y el rencor.
Pero, lastimosamente, la realidad es otra. La familia es el círculo más vicioso y falso que pueda existir, cuando debería ser todo lo contrario.
Así que, contra todo pronóstico de seguir tendida en mi cama hasta tarde, me levanto de ella y me dispongo a realizar mi rutina diaria de aseo, para así poder irme a la universidad lo más rápido que pueda.
No quiero estar en casa cuando ese "hijo preocupado" llegue. Nada más con tener que verle la cara, el estómago se me encoge de asco.
Me asquea esa hipocresía tan descarada de su parte. Han sido años en los que mi abuela me ha criado absolutamente ella sola, como para que ahora aparezca con falsa preocupación debido a los males de salud que últimamente ha presenciado.
Tan pronto termino de arreglarme, bajo las escaleras y me encuentro con mi abuela en la sala que comunica con la cocina. Huele a delicioso, pero no puedo detenerme, o si no me veré obligada a partirle la madre a ese hijo suyo una vez lo tenga en frente.
Y lo que menos quiero es causarle disgustos a mi abuela, pues a pesar de todo, en sus ojos está la felicidad descrita. No soy tan hija de puta de amargarle un momento que ha esperado con tanto anhelo por años.
—¿Ya te vas? ¿No vas a desayunar? — me detuvo justo antes de que abriera la puerta para escapar.
—Me cambiaron el horario de las clases, por lo que antes voy tarde. Pero te prometo que comeré algo rápido de camino — miento inocentemente.
—Tu tío Drake llega dentro de poco, ¿lo olvidas? Puedes esperarlo y él te llevará, después de todo, va a trabajar muy cerca de tu universidad... — explica.
—No se me olvida, pero sabes que no me interesa tener que verle la cara a tu hijo. Ahora bien, cuídate mucho y recuerda no hacer muchos esfuerzos en el día.
—Date el tiempo de conocerlo, mi amor. Él no es un chico malo.
—Abuela... en fin, voy tarde — me dirijo a ella y dejo un beso en su mejilla—. Cuídate, recuerda lo que dijo el sexy doctor que te atiende.
Su risa siempre será la mejor de la melodías. Mi abuela es mi vida entera. Si algo le llegase a pasar, moriría junto a ella.
—No te preocupes, cariño, me cuidaré tal cual me lo recomendó el doctor. Ahora vete, no quiero que llegues tarde a tu clase.
Salgo de la casa en mi motocicleta y llego a la universidad en menos de veinte minutos. Al ser aún tan temprano y no tener clases hasta dentro de un par de horas, decido ir a hacerle una grata visita al director de la universidad. Bruce es un escape de realidad y una inyección de nicotina que enciende mi ser hasta dejarme en cenizas. Me gusta mucho.
En lugar de golpear la puerta, entro a su oficina por mi cuenta, aprovechando que su secretaria aún no ha llegado. Tener que ver la cara de limón a esa mujer desde tan temprano, se puede convertir en un día peor de agrio de lo que de por sí ya es.
—Buenos días, Sr. Mackey.
Deja las carpetas que lleva en sus manos sobre su escritorio y me mira con esa sonrisa tan jodidamente sexual que siempre me pone a mil. Mi corazón palpita tras esa mirada llena de perversión. Bruce Mackey es mayor que yo por quince años, pero su aspecto físico es poderosamente mortal. Se ejercita lo suficiente para que sus hombros sean bien anchos para sostenerme firme de ellos, sus ojos de color azul cielo tienen esa chispa de diversión y picardía que te empuja a querer dejarte llevar por ellos, su mandíbula bien definida, incluso su cabello rubio y largo trae enloquecidas a todas las chicas de la universidad. Y sus labios; sus labios son muy suaves, carnosos y demandantes.
La química sexual que hay entre los dos, no pasa desapercibida para nadie. Somos muy obvios con la forma en la que nos comemos solo con una mirada.
—Buenos días, Srta. Anderson. ¿Qué te trae desde tan temprano a mi oficina? — curiosea, cortando la distancia entre los dos a paso lento.
—Tal vez necesite de un buen mañanero para sentirme más enérgica en el día. Ya sabes, direc, una inyección profunda de cafeína en la sangre.
—Amaneciste con ganas de inyecciones, ¿eh? — acorrala mi cuerpo contra la puerta y despeja el cabello que cubre una parte de mi cuello—. Te ves preciosa como todas las mañana.
—Y tú te ves igual de nerd, pero comestible como cada día — lo tomo de la corbata, lo acerco a mí y lamo muy despacio sus labios con la punta de mi lengua, saboreando ese sabor a amargo del cigarro que no me molesta en lo absoluto—. Aún tenemos tiempo, ¿sabías?
—Lo sabía — entrelaza su mano en mi cabello y me besa apasionadamente, profundizando con su lengua nuestro beso y jugando muy sensual con la mía—. ¿Cómo es que no puedo resistirme a tus encantos? Llegas con esa faldita y ese escote a provocarme desde tan temprano, y así es imposible controlarme.
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Deseos Prohibidos[En Físico]
Roman d'amourMabel quedará presa en el juego de lujuria y desenfreno que ella misma creó. Nunca se llegó a imaginar que su corazón podría amar tan intensamente a dos hombres y a un mismo tiempo. Entre dos amores, sus deseos más prohibidos salen a luz cada noche...