4

2.7K 286 10
                                    

Me había levantado con el pie izquierdo, no era para menos que mi día pintara hermosamente horrible. Lo único que falta para decorar la cima del pastel es conocer al hijo de mi abuela. El sexo es superficial, además de que para coger está cualquier momento, lo que más me dolió fue el accidente de la chica de la biblioteca. El dibujo de mi abuela, ese mismo que con tanto sentimiento lo estaba haciendo, quedó completamente arruinado. Y, aunque sé que puedo sacar mi trabajo haciendo cualquier paisaje, el retrato de mi abuela tenía un significado muy especial para mí.

La he dibujado un millar de veces, y cada uno de sus retratos me dejan la marca en el corazón. Ella lo es todo en mi mundo.

Una vez llegué a casa, me dispuse a ayudar a mi abuela a preparar la cena. No me agrada en lo absoluto tener que cocinarle a su hijo, pero en vista del bajón que tuvo en el día, dejé de lado ese punto y me dediqué a preparar la cena.

Es curioso, porque a pesar de estar enferma, en su rostro hay gran emoción. Haberlo visto en la mañana la puso muy feliz. No sé cómo no puede sentir rabia por esos hijos que la dejaron sola cuando más necesitaba de alguien que la apoyara y le tendiera una mano, además de que dejaron bajo su cargo una pequeña que no tenía por qué cuidar, pero, aun así, ella cuidó y sigue cuidando de mí con toda su vida. Mónica es mi madre, no esa que se marchó hace muchos años y nunca más supimos de su paradero; esa misma por la que mi abuela reza cada noche, porque nunca ha dejado de ser hija.

—Gracias por ayudarme, cariño, sé cuánto te cuesta hacerlo — mi abuela aparece de la nada, sacándome de mis pensamientos.

—Aunque no me agrade, todo lo hago por ti. Has estado muy enferma, lo que menos quiero es verte recaer de nuevo.

Se me queda viendo con una pequeña sonrisa en los labios. Sé lo que debe estar pensando en este momento, así que me adelanto a hablar de nuevo antes que ella lo haga.

—¿A qué horas llega tu hijo? Imaginé que iba a estar cuando llegara de la universidad — muestro falso interés por el susodicho.

—Supongo que no debe tardar. Después de que salió del trabajo tenía que ir a uno de los bufetes más prestigiosos de la ciudad.

—¿Cómo es que consiguió trabajo tan pronto?

—Lo consiguió porque el decano de la universidad es su amigo, así que antes de que viajara de España, él lo ayudó.

—¿Universidad? ¿Luego no era abogado?

—Lo es, pero...

El timbre de la casa suena, obligándola a callar. Puede ser que sea su hijo o en el mejor de los casos, que sea el direc. Después de todo, quedamos en vernos en la noche para continuar lo que la cara de limón de su secretaria interrumpió en la mañana.

—Iré yo — me apresuro a abrir la puerta, antes que mi abuela lo haga.

Igual de comestible, sexy y nerd, Bruce esbozó una sonrisa tan pronto me ve. Como que de repente se me ha antojado el doble. Mas con esa manera tan informal, pero muy guapo de vestirse. El pantalón negro le ajusta todo aquello que me enloquece, la camisa blanca arremangada hasta los codos deja visible ese par de tatuajes que se encuentran plasmados en sus antebrazos. Su perfume siempre ha sido un afrodisiaco natural para cada uno de mis sentidos. No sé qué tiene este hombre que tan solo pensarlo, la mente crea un escenario lujurioso en cuestión de segundos.

—Buenas noches, Sr. Mackey — no disimulo en lo absoluto y me lo como con la mirada.

—Srta. Anderson, ¿Acaso has olvidado nuestra cita? — enarca una ceja, viéndome de pies a cabeza.

—Por supuesto que no se me olvida lo que tenemos pendiente tú y yo.

—Entonces, ¿por qué aun no te has arreglado? — se acerca un poco más y limpia mi mejilla con la yema de sus dedos—. Todo me lo imaginé, menos que fueras una chica de casa.

—Hay muchas cosas que no conoces de mí. Esta faceta solo es para mi abuela, la que te muestro a ti, es una totalmente diferente.

—Oh, ya veo — me toma de la nuca y me acerca a su rostro con esa dureza tan deliciosa que hace dar cosquillas por debajo de la piel—. Quítate la máscara y muéstrame todo lo que tienes para ofrecerme.

Sus besos tienen la facilidad de hacerme perder toda razón. Me encanta el juego dominante de su lengua, siempre queriendo tomar el control de mis más bajos instintos de consumirlo a mi manera. Me encontraba perdida en sus besos, dejándome llevar por el fuego que corre por mi piel y entre el roce de nuestras bocas, incluso tras descender sus manos a mi trasero y dejar un firme apretón en mis nalgas, todo en mi interior se activó.

—Buenas noches — nos corta el momento una voz bastante tosca y firme.

Bruce y yo no nos separamos lentamente y nos giramos un poco para ver de quien se trataba. El deseo y la pasión que corre por mis veas vio tan apetitoso al nuevo profesor de la universidad, pero el pequeño hilo de cordura se preguntó qué hacia él en mi casa, si es que ni siquiera mi carrera se inclina por las ramas del derecho.

—Director Mackey, que sorpresa encontrarlo en la casa de mi madre y compartiendo una charla tan amena con mi sobrina — alternó una mirada cargada de confusión y sorpresa entre Bruce y yo, pero el chip en mi cabeza explotó tras sus palabras—. Que extraño e incómodo momento, ¿no?

Deseos Prohibidos[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora