Pensé que las revoluciones solo existían para marcar un momento justo en la historia, ya sea protegiendo los derechos de los seres humanos o peleando por salir de una dictadura, pero nunca me llegué a imaginar que un hombre causara tanto furor en una universidad. El nuevo profesor de la facultad de derecho, es el pan que está en boca de todas las chicas. Incluso mi mejor amiga; Fernanda, no ha dejado de hablar de lo atractivo que es y, que, bien podría hacerle digna competencia al director Mackey.
—Viene de España, ¿ya te lo había dicho? Pero no es español — se ríe, por lo tonto que acaba de sonar su comentario—. ¿Estás segura que no lo has visto?
—No — respondo secamente, sin prestarle la más mínima atención.
—Te estás perdiendo de tremendo papacito.
—Pareciera que nunca has visto a un hombre atractivo, Fer — sigo con mi dibujo—. Me tienes fastidiada.
—Lo siento, Srta. Amarguras — me codea juguetona—. Pero fuera el sexy direc, ahí si fuese distinto, ¿no?
—No confundas las cosas, que un hombre sea atractivo, no quiere decir que tengamos que adorarlo como si se tratara de algún tipo de creación divina. Por eso es que el ego se les sube a las pelotas, porque hay mujeres que no comprenden lo básico.
—¿Y qué es lo básico según tú?
—Es imposible explicar algo que no entendiste a simple vista — sonrío ladeado.
—Estás siendo muy narcisista.
—Piensa lo que quieras, muy en el fondo de tu cabeza sabes que tengo razón, o por lo menos, quiero creer que la única neurona que tienes, lo comprende.
—Eres una hija de puta — suelta una suave risita.
—Gracias, ser hija de puta es la mayor de mis pasiones — dejo el lápiz sobre la mesa y dirijo una mirada rápida al alboroto que hay de repente en la biblioteca—. ¿Ahora entiendes por qué los hombres se creen que pueden pisotear a las mujeres? Precisamente porque nosotras mismas los subimos a pedestales de gloria.
—Quiero creer que cuando coges con el direc, no eres de esta forma. Con tan solo de imaginarme dándole cátedra a Mackey con tus comentarios para nada agradables mientras tienen sexo salvaje, muero de vergüenza. ¿Y así tiene una erección contigo?
Suspiré con fastidio.
—Te lo resumiré en pocas palabras; aprende a dividir y luego hablamos — me enfoco en el grupo de chicas que tienen acorralado a un hombre—. Supieran lo tontas que se ven. ¿Acaso no conocen un poco de lo que es la dignidad?
—Es que con ese bizcocho, hasta yo pierdo la dignidad — muerde su labio inferior, derritiéndose en la presencia del hombre.
No le respondo como me gustaría porque lo que menos quiero es seguir con este ridículo tema que aún no ha comprendido, además que por curiosidad me permito contemplar al nuevo profesor de la facultad de derecho, y en efecto, Fer no estaba mintiendo. El hombre es bastante atractivo, aunque no pude detallarlo más a fondo por todas las chicas que lo rodean.
—¿Ves? Te lo dije. Es muy sexy — murmura, visiblemente emocionada.
—Controla tu taquicardia, hasta la siento escupirme — me pongo los audífonos y vuelvo a centrar toda mi atención a mi dibujo.
Tomo mi lápiz y observo el retrato que estoy haciendo de mi abuela. Desde muy pequeña he amado dibujar, y al día de hoy, no me arrepiento de haber elegido arte como mi carrera. He mejorado muchísimo, mi técnica es más pulida de lo que era antes. Me siento tan satisfecha de haber avanzado un mundo en mi primer año de universidad.
Retomo el movimiento de mi mano y me enfoco en darle más sombra al cabello, coloreando fugazmente y dándole mayor forma a su larga y ondulada cabellera. Trazaría el retrato de mi abuela toda una vida, y jamás me cansaría de hacerlo.
Me encontraba perdida en mi mundo, dejándome llevar por la clara y hermosa imagen que tengo de mi abuela desde que era una niña, hasta que alguna descubicada hace de mi dibujo un completo desastre con alguna bebida desconocida.
—¡L-lo siento muchísimo! No fue mi intención arruinar tu dibujo, pero, pero es imposible caminar con todas estas personas en la biblioteca... — se disculpa ella, hablando demasiado rápido y casi tartamudeando.
Me quedo viendo el dibujo y aprieto el lápiz en mi mano. Había tardado días perfeccionando cada detalle del dibujo que debo presentar dentro de un par de días, más no puedo culpar a la pobre chica que trataba de pasar por el medio de la masa de hormonas que se encuentran a pocos pasos de nosotras. Este día termina por ser el peor de todos, y eso que aún me queda la estocada final.
—Perdón...
—Tranquila, no te preocupes, no hay problema alguno — le sonrío con amabilidad.
—Es que... — titubea.
—No le des tanta vuelta, preciosa — le aseguro—. No ha sido tu culpa.
—Srta. Cavalli — la mencionada gira la cabeza y observa al nuevo profesor por encima de su hombro—. Que bueno que la encuentro aquí.
—¿Me necesita, profesor?
—Así es, necesito que... — se acerca por completo a la mesa y se me queda viendo, cortándose así mismo las palabras y ladeando una sonrisa mortalmente seductora.
Teniéndolo más de cerca, se me hizo muy familiar, pero no recordaba en el momento de dónde se me hacía tan conocido. Tal vez sea su cabello castaño oscuro, o sus ojos avellanas, o quizá el hecho de tener un cierto aire a alguien que se encuentra en lo más recóndito de mi memoria, pero que no tiene el suficiente valor necesario para recordarlo. En todo caso, de razón todas las chicas andan en montón encima suyo, pues no se puede negar lo sexy, atractivo y joven que es el nuevo profesor de derecho.
—¿Profesor Messer?
¿Messer? Las coincidencias pueden existir, ¿no? En la universidad hay cientos de Messer, y me incluyo en ese montón de personas que llevan ese mismo apellido.
—Sí — se aclaró la garganta, sin dejar de observarme con detenimiento—. Te necesito con suma urgencia, Srta. Cavalli. Señoritas, tengan un buen día.
—Adiós, profe — tan pronto se alejan, Fer me codea con mucha fuerza en una costilla—. ¿Viste lo mismo que yo? Ese tremendo papacito te echó el ojo. Esas dos que tienes de frente y esas otras que te sostienen de atrás, más esa carita de muñequita de porcelana que te mandas, ¿quién no cae rendido a tus pies? Hasta he pensado volverme del mismo bando con tal de comerte enterita.
Estallamos en risas y la bibliotecaria pegó un grito de «Silencio» que hace callar a todos los que nos encontrábamos allí.
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Deseos Prohibidos[En Físico]
RomanceMabel quedará presa en el juego de lujuria y desenfreno que ella misma creó. Nunca se llegó a imaginar que su corazón podría amar tan intensamente a dos hombres y a un mismo tiempo. Entre dos amores, sus deseos más prohibidos salen a luz cada noche...