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Amarte es como la mejor herida que me pude haber hecho yo mismo.
Y la única de la que no me arrepentiría si esa misma llegará a ocasionar mi muerte.
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No era muy enamoradizo, de hecho se podría decir que era un poco más caprichoso en ese aspecto o bueno esa era una forma de decirlo. La primera vez que sintió como su pecho y rostro quemaron más que el sol que lastimosamente era uno de los síntomas de enamoramiento más no de gripe para su mala suerte. Fue cuando un país asiático le ofreció un poco de ayuda. La razón podía parecer un poco absurda a simple vista pero en ese momento realmente necesitaba algo en dónde apoyarse y sentirse confortado ya que estaba pasando por momentos difíciles que lo traían realmente alborotado y cansado de todo. Para su suerte él apareció justo en ese momento, fue la primera persona que ofreció su ayuda sin pedirle nada a cambio, realmente lo ayudo ha adaptarse en el mercado asiático que era totalmente nuevo, confuso, macabro y lleno de trampas para un país primerizo.
No entendía nada de este nuevo segmento de mercado solo entendía los riesgos que podía correr si se adentraba sin tomar algunas precauciones, no sabía si era el destino, el simple hecho de que se había levantado del otro lado de su cama o que no había rezado sus tres padres nuestros está mañana pero no vio ese pequeño y único escalón que lo separaba del piso, si bien no logro verlo podía sentir perfectamente como iba cayendo poco a poco, pronto tocaría el suelo. Aunque algo suave lo sujeto, olía muy bien, pero ese no era el punto.
-Agh.- Soltó un gemido algo leve por aquel choque.
Después de reaccionar rápidamente notó algo que hizo que cayera en desgracia, su rostro se prendió por la vergüenza de caer sobre la espalda de alguien porque eso era, una espalda.
-¡Ah!¡Lo lamento!¡Realmente lo lamento!.- Su rostro se volvió completamente rojo. Se levantó lo más rápido que pudo para observar como aquella espalda cobraba una mejor postura.
-...-
Ecuador logró verlo mejor después de que la persona que había aliviando su caída, tenía un libro en su mano. Lo reconoció enseguida por sus delicadas líneas rojas, Madame Mao, era un libro que su padre solía tener dentro de su oficina, debes en cuando solía leerle unos cuantos capítulos.
Lo pensó por algunos minutos hasta que se dio cuenta que había interrumpido su lectura y no solo eso, había doblado una página de aquel libro, entro en pánico. En especial porque no sabía a qué país le pertenecía este libro.
-别担心，只要你滑倒，你就可以在我背上摔倒.- (Descuida, puedes caer en mi espalda siempre que te resbales.)
