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La casa de Noah era bonita por fuera. Era grande y de un atractivo y pulcro color pastel. Pero eso era lo de menos en este momento. Agitado, corrí hasta la puerta y respirando hondo, toqué el timbre.

Recé, recé muy duro para que una hermosa y sana mujer me abriese la puerta. Pero solo escuché, de pronto, un estruendo y un grito.

Joder.

Perdí la calma que de por sí no tenía, pateé la puerta con una fuerza que ni sabía que poseía y la abrí como si fuese un delincuente juvenil. El Selín original no estaba lejos de esa descripción, pero al menos nunca había abierto de una patada la puerta de una casa ajena.

No me concentré en eso, sin embargo, y solo entré como si estuviese en mi propia casa. La mujer tirada en el suelo y el hombre con una botella de alcohol en su mano gritando que cómo una perra omega se atrevía a romper con un alfa de élite como él no tardó en llamar mi atención, así que solo corrí en dirección a ellos y tomé el primer jarrón que se me cruzó y se lo partí en la cabeza al supuesto alfa de élite.

La madre de Noah me miró entre sorprendida y asustada. Yo solo la ayudé a levantarse y a correr hacia la puerta, hacia afuera, viendo cómo el maldito hombre seguía consciente aun después de haberle dado semejante trastazo.

En serio, ¿qué tan diferentes eran los alfas de las personas normales? ¿¡Siquiera seguían siendo humanos!?

—¡Maldita perra! —gritó el tipo desde dentro de la casa.

Apenas tuve oportunidad de llamar a la policía mientras arrastraba a la mujer omega, madre del personaje principal de mi novela favorita, lejos de aquel alfa, padre de la misma persona.

—¿Quién eres tú? —preguntó ella, sin saber aún cómo procesar lo que estaba pasando.

—Emm... solo un ciudadano que vio algo sospechoso en ese hombre y se acercó solo para escuchar un ruido aún más sospechoso —dije agitado casi sin respiración de tanto haber corrido—. Por cierto, lamento lo de su puerta, señora.

Pero antes de escuchar una respuesta de vuelta de la mujer, el grito de furia del padre de Noah se escuchó frustrantemente cercano. Al mirar hacia atrás, aquel tipo con una línea de sangre corriéndole por el rostro nos perseguía como un puto sabueso.

—Joder, ¿¡ese tipo no sabe lo que es desmayarse!? —exclamé más para mí mismo que con la intención de que alguien me respondiera.

El tipo cada vez se acercaba más. Yo no podía correr muy rápido arrastrando a una mujer de más de 30 años no muy atlética y, además, estando yo tan cansado, ¡y para colmo no había nadie en las desiertas calles a quien pedirle ayuda! Así que le tiré mi mochila, bien pesada, por cierto, por la cara. Eso hizo que se tambaleara un poco, pero igual siguió corriendo tras nosotros.

—¡Joder, imbécil, no seas persistente! —le grité.

—¿Quién demonios eres, mocoso? ¡Suelta a mi mujer! —gritó el de vuelta.

Para estar borracho, tenía bastante energía. Digno de un alfa.

—¡Ella no es tu mujer! —y pensé en que no había manera de yo supiera eso así que miré a la jadeante mujer a mi lado y pregunté—: no lo eres, ¿no?

Ella negó.

—¡Lo ves! Estúpido alfa que se cree la gran cosa, ni siquiera eres tan apuesto. Das asco. ¡Estúpido psicópata! —grité mientras seguía corriendo, sin mirar atrás.

—¡Maldito mocoso! —gritó, por lo visto el repertorio de insultos del imbécil no era precisamente muy rico en calificativos.

Aunque antes de que pudiera burlarme de ello, el alfa logró alcanzarme.

Me tiró hacia atrás agarrándome del cabello y me golpeó en la cara con una fuerza que un borracho difícilmente tendría. Incluso sentí la sangre dentro de mi boca. La mujer dio un grito casi de infarto, pero yo no me callé.

—¡Bastardo que solo sabe golpear omegas! ¡Que alfa tan lamentable! ¡Ni siquiera puedes aceptar una separación! —grité lanzando un par de patadas intentando quietármelo de encima.

Como recompensa solo recibí otro puñetazo, esta vez en el estómago y joder, vaya que dolía, dolía mucho. Pero si bien no fui capaz de decir nada más por el dolor, lo fulminé con la mirada.

Pensé que hasta ahí llegaría la persecución.
Era relativamente más beneficioso ser golpeado en medio de la calle que en privado, dentro de una casa. Así que solo cerré los ojos e intenté cubrir mi cara con mis brazos, esperando por el próximo golpe, pero jamás llegó.
En su lugar, solo escuché como alguien más era golpeado.

Cuando abrí los ojos, un chico algo más adulto que yo había reducido a golpes al hombre que estaba a punto de darme una paliza.

Lucía como un alfa. Osea, un chico tan apuesto no podía ser otra cosa. Los alfas eran guapos y los omegas lindos, en su mayoría, así que guiándome por ese estereotipo pasado de moda y que realmente no era muy exacto, juzgué al muchacho.

—Acá llega un policía fuera de servicio, queda arrestado, maldito bastardo —dijo entre dientes y dejando inconsciente al hombre, siendo que al parecer no tenía esposas para llevar a cabo un arresto real.

De todos modos, lo que importaba era que aquella situación peligrosa había llegado a su fin gracias a un supuesto policía fuera de servicio, pero antes de que pudiera agradecerle por evitar que quedara hecho una pulpa de beta, la madre de Noah se acercó a mi muy nerviosa, temblando y hasta llorosa.

—¡Por dios! ¿Cómo ha podido pasar esto? —decía casi al borde un ataque de nervios—. Esto ha sido mi culpa...

Su tartamudeo acababa de empezar y ya era como un zumbido incómodo en mis oídos. Lo agradecía, osea, pero seguía siendo incómodo.

—No se preocupe, señora —dije intentando calmarla, más precisamente callarla—. Hubiese sido peor para usted si yo no hacía nada. Por cierto —fingí dudar un segundo—, ¿de casualidad... de casualidad tiene un hijo llamado Noah? —pregunté, aprovechando el parecido y actuando como si en realidad aquello fuese una coincidencia divina.

Ella asintió sorprendida.
Yo sonreí, siguiendo un plan simple para cambiar de tema.

—¡Estaba seguro de que sí! Se parecen tanto —dije amistoso—. Es una gran coincidencia, de hecho un chico llamado Noah entró en mi clase hoy, ¿quién iba a saber que usted sería su madre? —dije con sorpresa.

Los ojos de la señora se iluminaron al hablar de su hijo.

—¿De verdad? ¿Cómo fue su primer día? De seguro estuvo muy callado —decía—. Noah tiende a ser tímido cuando no conoce a nadie.

—Oh, no se preocupe. Los chicos del aula lo invitaron a pasar la tarde juntos. Seguro que se están divirtiendo —aquello fue entre un ruego y una afirmación.

La madre de Noah se notó evidentemente alegre ante la noticia, pero era hora de llegar al clímax de aquella conversación y no sabía cómo lo tomaría la omega.

—Emm, señora, yo... me preguntaba... —dudé. No sabía bien como decirlo sin parecer raro, entonces solo lo solté sin pensarlo demasiado—. ¿Podría no contarle a Noah sobre este incidente?

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora