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Al día siguiente, tomé mis medicinas antes de marcharme a la escuela.
Aunque no tenía idea de si mi celo estaba o no cerca, no quería correr el riesgo de andar esparciendo feromonas por cada paso que diera como si estuviste exhibiendo un delicioso perfume en fase experimental o algo así.
Tras ello las guardé en el más profundo y recóndito rincón de mi habitación y me decidí a marcharme.

La caminata de 20 minutos me volvió impaciente.
No podía esperar a llegar a la escuela y descubrir qué había pasado con esos dos durante el tiempo que los había perdido de vista. ¿Se habrían acercado? ¿O se habrían alejado como en la novela original?

Entré casi a trompicones por la puerta del instituto y al llegar al aula, me oculté fuera de la puerta para mirar con disimulo dentro de ella.
Alex estaba hablando con sus otros amigos, pero ni Ian ni Noah habían llegado.

¿Dónde rayos estaban?
Ian no solía llegar tarde.

Dejé de ocultarme y corrí hacia Alex, agarrándolo del cuello de la camisa y jalándolo a una esquina lo suficientemente privada como para que nadie nos escuchara hablar.

—¿Cómo rayos terminó la salida de hace dos días? —pregunté con una expresión inquieta, agarrando aún el cuello de su camisa.

Alex no me respondió de inmediato. En cambio, sus mejillas se volvieron rojas como una manzana y solo se quedó mirándome, absorto en algún tipo de pensamiento que, por mi parte, desconocía. Así que lo zarandeé un poco y le grité.

—¡Maldito, despierta de tus delirios! ¡Tienes una expresión desagradable!

Él parpadeó un par de veces antes de responder.

—Lo siento, pero es que hueles delicioso Selín. —dijo—. Fue un poco impactante.

Me tensé.

¿Estaba emitiendo algún aroma?
Eso era imposible. Me había atragantado de supresores para evitar precisamente eso.

—Deja de hablar estupideces antes de que te rompa un hueso —gruñí entre dientes simulando estar más enojado de lo que estaba—. Solo responde lo que te pregunté. ¿Cómo terminó la salida con Noah?

—¿No recibiste el mensaje que te mandé? —preguntó levantando una ceja.

—Perdí mi teléfono.

Estaba seguro de que lo había perdido durante la persecución del padre de Noah. No lo había notado hasta que tuve que dar mi número en la clínica para que me contactaran por cualquier motivo necesario. Madre me daría un nuevo teléfono hoy, pero debía esperar a llegar de la escuela.

—Resume la situación —le pedí y solté su ropa.

—Bueno, al principio se sintió incómodo, pero después de un rato se relajó —decía refiriéndose a Noah mientras se acomodaba la ropa—. Se relacionó extrañamente bien con Ian y se hicieron amigos en un pestañeo. Ayer llegaron juntos a la escuela, así que deben de haber terminado mejor de lo esperado. Seguro que hoy también llegan juntos.

—¿En serio? —pregunté con una sonrisa en el rostro.

¿Así de simple podía cambiarse el inicio de una relación?
¿Cómo es que había terminado tan bien?

Me alegré. Pero no podía bajar la guardia. Con esta pareja las cosas nunca resultaban tan simples.
En mis manos estaba el deber de observarlos, cuidarlos y ayudarlos para que concretaran su amor y no terminaran separándose por culpa de situaciones que ni siquiera podrían controlar.

Al menos no ellos.
Ni sucedía lo mismo conmigo. Conocía el futuro de la novela después de todo. Hasta el final del capítulo 150, no se me escaparía ningún detalle que pusiese en riesgo mi amado y soñado final perfecto. Me aseguraría de ello.

No pasó mucho tiempo antes de verlos llegar juntos, hablando entre sí y sonriéndose con torpeza el uno al otro.
Se veían tan hermosos juntos, así, en carne y hueso, que casi tuve un desmayo por el exceso de ternura en el ambiente.

—Oh, ¡Selín! —exclamó Ian al verme y se apresuró a llegar hasta mí.

Estuve a punto de gruñirle. ¿Quién le había permitido destrozar la hermosa imagen de él y Noah andando juntos solo para venir a saludarme?
Yo solo lo saludé agitando una mano con una respectiva cara de póker.

—¿Por qué no viniste ayer? ¿Pasó algo? ¿Te encuentras bien? —preguntó preocupado.

Ian era el tipo de persona que se preocupaba por todo. Sería capaz de imaginar que había sido secuestrado si me llamaba y no le contestaba.
Era muy atento con sus amigos. Me sentí orgullosa de que fuese tan buen chico, pero era por eso que el Selín original se había enamorado de él.

—Estoy bien, solo tuve algunos problemas que resolver —dije tocando la mejilla que había sido golpeada con anterioridad pero que ya había sanado, pensando en todos y cada uno de los indeseados sucesos consiguientes—. Luego te contaré de ellos —dije y evité el tema de mi segundo género, entonces dirigí mi atención a Noah—. Por cierto, creo que soy la única persona del aula que aún no ha hablado contigo, Noah —dije.

Noah me miró con sus enormes ojos marrones. Su personalidad era seria y al mismo tiempo tierna. Aquel balance entre frialdad y afabilidad solo podría ser capaz de mantenerlo él.

—Mucho gusto. Yo soy Selín, el mejor amigo de Ian —me presenté y con una confianza que no tenía, tomé su mano y le besé el dorso, como si yo fuera algún tipo de príncipe y él una princesa.

Se sintió estimulante y divertido.

El contacto con la piel del omega me hizo sentir algún tipo de sentimiento afín. Como si mi propia piel confirmara que yo también era un omega como él.
La cercanía con el personaje principal que nunca en mi vida habría esperado casi me hace soltar una lágrima de emoción.

Noah, nervioso, se había quedado quieto, casi inmóvil ante la pequeña acción e Ian me miraba como si estuviese intentando robarle su gran tesoro.
Sentí deseos de reírme a carcajadas, pero me aguanté con todas mis fuerzas.
El omega, que era casi una cabeza más bajo que yo, no sabía ni qué decir. Entonces lo solté.

—Lo siento, es que Noah es demasiado lindo —bromeé—. Me dan ganas de tomarle el pelo.

Noté como Ian me lanzaba una mirada con intenciones de asesinato y como Noah se sonrojaba, contento ante el halago.

—¿Podemos ser amigos, Noah? —pregunté con una expresión amigable.

Él me miró. Una linda sonrisa se dibujó en sus labios y asintió.

—Claro. Mucho gusto, Selín.

Según lo que recordaba de la novela, Noah siempre fue un niño algo retraído.
En su anterior escuela solía pasar su tiempo solo y usualmente era molestado por sus compañeros por ser un omega recesivo.
Sus esfuerzos nunca eran bien recibidos y sus buenas intenciones siempre pasaban desapercibidas. Sumando su vida escolar a sus propios problemas familiares, viviendo en una familia que estaba ya completamente rota, el omega se había convertido en un niño que esperaba poco o nada de los que lo rodeaban.

Ian logró deshacer gran parte de esos enredados sentimientos a través del curso de la novela, pero igualmente su final fue desastroso, incluso aunque no es ley que todo lo que empieza mal debe terminar de igual manera.

La autora había descrito con inmensa efusión el dolor que sintió Noah al momento de abandonar a su alfa. Fue como si le arrancaran el corazón o su propia alma.

Yo quería evitar aquella escena.
Quitando a Selín y al padre de Noah de la lista de obstáculos iniciales, debía ir planeando el siguiente movimiento.

Sí, bueno... el siguiente sería molesto.

Enfrentar a un acosador millonario que Selín conocía desde la infancia y que odiaba a muerte por ser todo lo opuesto a él nunca resultaría sencillo.

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora