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Él estaba sentado en la silla de pacientes frente al doctor que supuestamente me atendería.

¿Por qué ese sujeto estaba ahí dentro? Si había alguien más, no debían haberme permitido pasar.

—Sabía que sentía un aroma conocido —dijo él de pronto—. ¿Cómo te sientes, chico omega que dice ser beta?

Esa última frase me irritó. Debo decir que se me cruzaron los cables al verlo, y ahora los mismos cables empezaban a torcerse violentos al escuchar su voz.
Era una sensación mezclada que incitaba a sacar lo peor de mi personalidad.

—¡Era beta hasta ayer! —exclamé con irritación—. ¡Es tu maldita culpa que me esté manifestando como omega! ¿¡Quién rayos eres!? —gruñí.

Él me miró con una expresión relajada, como si estuviese hablando con un amigo de toda la vida. Como si nada de lo que dijese fuese relevante.
Luego me respondió.

—¿Yo? Soy Aran —se presentó y una espléndida sonrisa se dibujó en su perfecto rostro bronceadobt dos traviesos hoyuelos se marcaron en sus mejillas.

Sentí mi cara arder.
Enseguida me di cuenta que ese tipo estaba emitiendo feromonas.

—Bastardo, ¡guárdate tus feromonas! ¡Apestan! —le grité una vez más.

Sentía que él estaba jugando conmigo. Si bien mi primera impresión de él fue grandiosa viendo cómo me salvó del violento padre de Noah, esa impresión ahora se empezaba a desvanecer mientras se corroía, estropeándose.
Por culpa de él estaba en medio de una situación demasiado inconveniente.

—Aran, deja tus juegos. —lo regañó el doctor.

Mirando de cerca, ambos tenían un ligero parecido.
Me pregunté si serían familiares.
El doctor lucía algo más moreno que Aran, su piel era más trigueña pero su cabello y ojos eran similares. Incluso la complexión de sus cuerpos y la forma en que sus clavículas llamaban la atención más allá del cuello abierto de sus camisas era igual de sensual.
Más sin embargo, el doctor no poseía el aire juvenil de Aran, en cambio, lucía más maduro y serio. Sobrio.

—¿Qué clase de funcionario público es tan grosero? —dijo—. Ya terminaste lo que viniste a hacer, deberías marcharte.

No pude estar más de acuerdo con aquella sugerencia.

—No eres divertido —Aran echó un suspiro y se levantó de la silla.

Al pasar por mi lado, se despidió con una sonrisa y un gesto de mano, gesticulando con sus labios la frase «nos vemos» para luego seguir de largo.
Por suerte evitó tocarme. Estaba seguro de que si me tocaba mi cuerpo se convertiría en un desastre.

Y en todo caso, no quería volver a encontrarme con ese tipo.

—Por favor, pase y siéntese —dijo el doctor.

Yo caminé y me senté en el asiento que todavía tenía impregnado un sutil olor a las feromonas de Aran. Me sentí extrañamente a gusto y al mismo tiempo sofocado, pero no le presté atención a esos detalles y solo expliqué mi situación y objetivo al venir aquí al doctor.

Necesitaba prescripciones de inhibidores que se adecuaran a mis niveles de feromonas. Necesitaba saber si era un omega normal, un omega recesivo o uno dominante. Necesitaba una guía para mis períodos de celo. Y, finalmente, necesitaba que fueran discretos sobre mi condición sin importar quién preguntara por ello o cuánto pagaran por saberlo, aunque esto último quedaría en duda.

Los exámenes normalmente demorarían un par de días, pero según el doctor, existían maneras menos exactas de saber muchas de mis características como omega. Si bien podía esperar hasta que los resultados reales estuviesen listos, podía ir haciéndome una idea de ello con exámenes menos precisos.

Yo acepté. No había razón para negarse.
Me sacaron un poco de sangre y demoraron al menos unos 30 minutos analizando cada detalle.

La conclusión a la que llegó fue que desperté como omega gracias a la influencia de feromonas alfa altamente compatibles. Mi celo sería irregular ya que mi cuerpo no se había preparado para la manifestación del segundo género y que serían mucho más intensos que los celos normales y con una mayor duración, ya que mis niveles hormonales eran más altos de lo normal.

Y también, que era un omega dominante.

Generalmente, aquellos que se manifestaban tarde poseían una alta probabilidad de perder cualquier rasgo dominante. Pero en mi caso, mi rasgo se mantuvo intacto. Esto sorprendió grandemente al doctor.
Pensé que quizás sería por venir de una familia en la que todos poseían rasgos dominantes.

—Tienes una dominancia realmente excepcional. Mucho más alta de lo normal —me dijo él—. Es raro ver omegas con estas características.

—¿Puedes explicarme un poco más eso? —le pedí.

Aún se me hacía difícil entender por completo todas las características del omegaverse, siendo que muchos de los que leí siempre tenían algún elemento particular que caracterizaba la historia y no era común de otras.

—Como sabrás, los omegas se vuelven incapaces de controlar su libido cuando se enfrentan a las feromonas de un alfa —comenzó a explicarme—. Incluso los omegas dominantes se vuelven débiles en este tipo de situaciones. Pero existen omegas con altos rasgos de dominancia que pueden, no solo resistirse a las feromonas, sino también hacer que sea el alfa el que pierda todo su sentido de la razón con su aroma.

Me quedé sorprendida. Era la primera vez que escuchaba algo como eso.

—Por lo general tener esta característica en tu ADN es realmente raro. Menos de 1% de los omegas manifestados lo poseen. Pero tú eres uno de esos pocos casos. No creo que ningún alfa sea capaz de someterte —dijo.

Esa noticia me sorprendió. Me impactó. Y joder, me alegró como el infierno. Si era así, no tenía por qué temer que mis hermanos me sometieran con sus feromonas.

—Por supuesto, si encuentras a tu pareja destinada es otra historia —esa oración me hizo mirarlo con atención—. Las feromonas que se emiten para tu pareja destinada son especiales. Incluso teniéndolo cerca o solo tocándote puede hacerte entrar en celo.

—Entonces... ¿qué hay acerca de la persona que hizo que me manifestara como omega? ¿Él también puede hacerme perder la razón con su esencia? —le pregunté.

Estaba honestamente curioso. Pero por sobre eso, algo asustado. Si resultaba que solo mi pareja destinada podía volverme loco con sus feromonas, de seguro Aran sería mi pareja.

Esperé ansioso la respuesta del doctor.

—Tal como existen omegas con un rasgo de dominancia excepcional, también existen alfas similares —dijo—. Si las feromonas de un alfa y un omega, ambos altamente dominantes y al mismo tiempo compatibles, se enfrentan, habrá repercusiones en ambos. Siendo de esta manera, no solo tu pareja destinada puede hacerte entrar en celo. Aran también puede, aunque no sea tu pareja.

—¿Por qué nombras a ese tipo Aran? —pregunté casi como reflejo al escuchar su nombre.

—Porque fue él quien te hizo manifestarte —respondió con calma—. Tú mismo lo dijiste.

Ah.

Era verdad. Yo mismo delaté el hecho de que por culpa de Aran ahora era un omega.
Carraspeé antes de seguir el hilo de la conversación.

—Entonces eso significa que para que un alfa me haga entrar en celo, o debe ser mi pareja destinada o un alfa extremadamente dominante o muy compatible con mis feromonas, ¿no? —pregunté para corroborar todo lo que me había dicho.

—Esa es la esencia.

—Entiendo.

—Aquí tienes la prescripción para los inhibidores. Puedes comprarlos en la farmacia adjunta a la clínica o en cualquier otro lado. También, los resultados exactos estarás listos dentro de tres días. —terminó de decir.

—Muchas gracias.

Y salí de la clínica luego de ello.
Ahora, si no me encontraba más con Aran, quizás fuese capaz de concentrarme en mis queridos protagonistas Ian y Noah.

Aunque, tal vez este mundo haya sido creado para no dejarme nunca tranquilo...

La paz no parecía ser una opción para mi existencia...

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora