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En lo personal, siempre he sido una persona bastante anticuada respecto a las citas.

A mis 17 años, cuando era mujer, lo único que hacía era estudiar y pasar tiempo con amigas. Las citas eran tan escasas que creo que mi autoestima bajó por aquellos tiempos. Después de crecer dejó de importarme gracias a que abandoné la expectativa de una relación que me hiciera sentir llena, pero ahora estaba otra vez en un cuerpo de adolescente y había planeado una escapada con un alfa siendo yo, además de un omega, una persona que, aunque físicamente tenía su edad, mentalmente le sacaba una suma poco saludable, qué importaba que solo yo lo supiese, la realidad era la que era.

Pero la tarde no demoró en llegar junto con el fin de las clases y conmigo autoconvenciéndome de que todo era por el bien de la pareja destinada implicada.

Alex fue demasiado lento recogiendo sus cosas por lo que Ian nos atrapó antes de poder huir. Le gruñí en voz baja al alfa de cabello rizado y el me devolvió una cara de disculpa.

Andamos casi la mitad del camino intentando escapar de Ian y Noah, hasta que por fin, logramos desviarnos en silencio en una de las calles adyacentes ya casi llegando a casa de Ian. Los chicos estaban demasiado concentrados hablando entre ellos delante de nosotros como para mirar hacia atrás para ver si aún estábamos siguiéndolos, así que, avisando a Alex con un suave codazo, corrimos por unos minutos hasta llegar a un parque en la dirección opuesta a los otros dos.

Como aviso, solo le mandé un mensaje a mi mejor amigo diciéndole que disfrutara de su tiempo a solas con Noah y que no fuera menso.
Era inaceptable entrometerse en aquella situación. Dejarlos a sus anchas sería la mejor elección.

—¿Ya estás cansado, Alex? —le pregunté viendo que iba a sentarse en uno de los bancos del parque, jadeando—. Qué alfa más enclenque —me burlé con una expresión satírica.

—Qué gracioso —dijo sarcástico, mirándome mal—. Lo impresionante es que tú no estás cansado con lo flaco que estás —dijo con algo de desconcierto—. ¿Acaso eres de hierro o algo así?

Yo solo supe reírme.

—Si fuese de hierro apenas podría dar un paso sin crujir como chatarra —y suspiré fingiendo patetismo—. Dejando las bromas, ¿ahora qué? —pregunté.

—Mmmm... ¿por qué no pasamos por el cine? Hay una peli que quiero ver. —dijo Alex.

—Mientras no sea de terror, todo bien. —respondí en consecuencia.

—¿Te dan miedo las películas de terror? —preguntó en tono burlón—. Sigues siendo un bebé.

—Prefiero eso a ser un alfa tan endeble como cierta persona —y lo miré de reojo.

El contraste entre su físico musculoso y su resistencia miserable llegaba hasta el punto de ser lastimoso.

—Dudo con todas mis fuerzas que dures más de una ronda —suspiré.

—¿Una ronda? ¿De qué? —preguntó.

Lo miré con una ceja levantada. ¿En serio preguntaba eso?
En cualquier mundo, todo adolescente hormonal de 17 años comprendería a qué me refería sin importar cuán inocente fuese.
Sin embargo, su expresión ignorante e ingenua no cambió.

¿Estaba jugando conmigo?

—Y se atreve a decir que yo soy el bebé —musité, volviéndome aún más consciente de lo joven que era Alex.

Casi hasta me sentí como una criminal.

—¿Dijiste algo?

—No es nada —le resté importancia al tema y le hice una seña para irnos—. Vamos, vamos.

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora