< 19 >

148 32 23
                                    

Me abstuve de decir palabra alguna y solo me dediqué a escudriñar a Illya de pies a cabeza.
El chico era poco más alto que Noah y con una esbeltez peculiar. Con cabello negro, ojos grandes y claros y movimientos ligeros. Si se mantenía con la boca cerrada, sería un omega muy apetitoso, pero nada más decía una palabra, la belleza de su físico se automultiplicaba por cero. Su arrogancia y actitud petulante jodían hasta lo más hermoso en él.

—Qué singular combinación —dijo Illya observándonos con una sonrisa medio mordaz.

Ni Noah ni yo respondimos a sus palabras, pero pude notar como la mirada tempestuosa del chico junto a mí no se apartaba del omega pelinegro.

—¿Te agradó el regalo que te di esta mañana, pequeño recesivo? —preguntó burlesco.

Un tic apareció en la ceja derecha de Noah.

—¿No tienes nada mejor que hacer además de acosar a otros? —la voz de mi acompañante sonó baja e irascible—. ¿Tienes idea de lo miserable que te ves?

La sonrisa de Illya se difuminó unos minúsculos milímetros por un instante, pero intentando fingir que aquello no le había afectado, carraspeó y miró a Noah por encima del hombro.

—¿Qué ve él en alguien como tú? No tienes nada bueno —soltó.

—¡Hmp! Tampoco es que tu tengas algo bueno —contestó Noah cortante, aunque no parecía ni saber sobre quién hablaba el pelinegro.

Illya estaba dispuesto a joderlo, así que, con tal de joder él también a Illya, fingiría hasta las escenas más incomprensibles. Era algo así como un sentido de rivalidad y competencia.
En la novela era poco visto siendo que Ian siempre andaba protegiendo a Noah, pero quizás yo debía evitar meterme demasiado en sus peleas, solo lo necesario.

—Solo eres un inútil recesivo —le gruñó el pelinegro—. Ni siquiera tus feromonas huelen bien.

La tensión inmediata que ocupó lugar en el rostro de Noah hizo que Illya comprendiera muchas cosas, dándose cuenta de que había tocado el tema que más dudas le causaba al castaño.
Noté como sonrió con superioridad y todas mis alarmas se encendieron.
Hacía unas horas había logrado que Noah dejara de pensar que no tenía atractivo omega, no podía dejar que este infeliz hiciera retroceder mi trabajo.

Avancé un paso y me dirigí a él.

—¿Acaso crees tú que tus feromonas son tan irresistibles? —pregunté levantando una ceja retadora, Illya me miró con el ceño arrugado—. No te des muchos aires, apenas es posible alcanzar una erección con semejante olor.

—¿Qué puede saber un beta sobre mi aroma? —dijo evidentemente ofendido.

—Estoy rodeado de muchos alfas, ya ves —y me encogí de hombros con una sonrisa zumbona y licenciosa.

Aprecié cómo Noah soltaba una carcajada y cómo Illya apretaba los puños indignado.

—¿Cómo te atreves...?

—¿Qué? —interrumpí con una sonrisa ladina—. ¿No es suficiente con que andes mendigando atención con un indignante acoso? Anda a llorar a otro lado, no tengo tiempo para escuchar tus berrinches.

—¿¡Qu...!?

—¿De qué te sorprendes? —volví a interrumpirlo—. Eso es lo único que sabes hacer, berrinches. No me extraña que Ian ni siquiera sepa que existes.

Fue un golpe bajo pero necesario. Aun así, Illya no se rendiría por ello. No hasta que el mismo Ian le dijera a la cara que ni siquiera sabía su nombre. Pero no importaba. Yo solo me reí bajo la mirada turbia de Illya y la expresión sorprendida de Noah.
Y sin esperar a que se recuperara y contraatacara, tomé a Noah de la muñeca y pasé junto al pelinegro con la barbilla tan en alto que parecía haber ganado la medalla de oro en algún deporte extremo.

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora