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El profundo olor a almizcle, algo mezclado con el olor amaderado de un perfume, paralizó mis pensamientos.

Alex no parecía enojado, tampoco tenía por qué estarlo, pero escrutaba mi reacción como si fuese un tasador de arte observando una famosa y antigua pintura para averiguar si era la verdadera o una copia.

Sentí como mis mejillas enrojecían y mi cuerpo volvía a calentarse como si el supresor que había tomado hacía unos segundos no hubiese hecho efecto ni mínimamente.La cercanía del alfa empezaba a marearme, pero pronto me hice consciente de que estaba actuando diferente a como acostumbraba, a como me había prometido a mí mismo. Apreté los dientes. No sabía que el aroma del cuerpo de una persona compatible conmigo fuese capaz de hacerme olvidar la compostura por un instante.
Maldije la reacción instintiva del segundo género de este cuerpo, pero no iba a caer de rodillas ante Alex, aquel actuar no iba conmigo, tampoco con el hecho de que no era un simple omega.

Respiré hondo. Casi me arrepiento al momento siguiente debido a las concentradas feromonas que inhalé como un idiota, pero erguí mi espalda y, aunque ni siquiera sabía cómo controlar mis propias feromonas, imaginé deshacerme de un seguro. El seguro que limitaba la emisión de una intensa esencia que retenía de manera inconsciente.

La reacción del castaño no se hizo de esperar.

Alex frunció el entrecejo y me miró con impresión.
Si al final íbamos a embriagarnos envueltos en feromonas, bien podría ser con las de ambos más que solo con las suyas.

Él no era el único capaz de retar a su contrario solo con la fuerza de su olor y ese hecho medio que me envalentonó más de lo que ya estaba.

—Contén tus feromonas —hablé, imponiendo mi voz ante los deseos de salir de ahí y alejarme de él—. Deja de actuar como un animal. Calmémonos y hablemos.

Alex guardó silencio.
Contrario a mi sugerencia, él no se deshizo de esa maldita sustancia química secretada por su cuerpo. Me sentí ignorado.
Rechiné los dientes y di un paso hacia él, poniéndonos tan cerca que sentir la respiración del otro no resultaría difícil, y me concentré en aumentar la potencia de mi aroma.

Aumentar su potencia y transmitir el sentimiento de irritación que sentía.

La mirada de Alex se crispó.
Creí notar una fugaz señal de nervio y debilidad.

—Si vas a ser así, no te arrepientas... —espeté con amenaza.

El retrocedió medio paso tragando sonoramente. Yo seguí su movimiento y me adelanté la misma distancia, procurando no disminuir la cercanía.

—Sí, soy omega —me decidí a contarle—. ¿Desde cuándo? Ni siquiera hace una semana. ¿Por qué? ¿te molesta? —pregunté en un gruñido— ¿O es que crees que puedes venir a intentar someterme solo porque lo soy?

Su esencia fluctuó en ese preciso momento, se debilitó, y una ráfaga nerviosa de palabras salió de sus labios.

—¡No es así! —exclamó— Esa no era mi intención...

Yo reí y levanté una ceja con sarcasmo.

—Es solo... que tu olor es tan... —intentaba excusarse de alguna manera.

—No me importa lo que sea que vayas a decir, pero guarda tus malditas feromonas —lo interrumpí, gruñéndole otra vez, perdiendo la paciencia.

Nuestros aromas mezclados empezaban a hacer estragos con mi deseo sexual y de verdad que no quería lanzarme encima de este alfa que lucía medio torpe pero increíblemente apetecible en este preciso instante.
Sin embargo, aun cuando el rostro del chico frente a mi pareció esforzarse por ello, sus feromonas no parecían tener intenciones de parar de desprenderse de su piel.

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora