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Un acosador millonario.

Aquella era una descripción bastante acertada.

Illya era un joven un año mayor que Selín y un fiel acosador pasivo de Ian. Este hecho ponía a Selín de los nervios, pero enfrentarse a un chico que poseía todo el respaldo de su familia y era tenazmente protegido por ser un precioso omega solo resultaría en una gran pérdida para un chico cuya familia deseaba con fervor que un día fuera enterrado bajo los escombros de un edificio en ruinas.

En la novela, Illya nunca se había acercado a Ian, siempre lo observaba de lejos y lo perseguía casi en todo momento, como si fuera su sombra.

Sabía su número de teléfono, sus cosas favoritas, cuánto dinero tenía su familia en sus cuentas bancarias e incluso sabía cuánto le medía eso que le colgaba entre las piernas.
Desde mi punto de vista aquello era perturbador. Tener un acosador es tenebroso, pero Ian no lo notó nunca. Un alfa normal notaría enseguida si un omega estaba alrededor, y más uno que siempre tenía un suave y tentativo aroma a feromonas alrededor de él como una colonia, como pasaba con Illya. Pero Ian no podía sentir el olor de ninguna feromona.

Los doctores nunca supieron explicarle ni a Ian ni a sus padres por qué le pasaba aquello.
Esa condición no era la respuesta a un trauma, tampoco parecía ser el efecto secundario de una enfermedad ni la reacción a ningún medicamento. Simplemente, parecía ser que su órgano receptor de feromonas era inexistente o no estaba desarrollado todavía.

En la novela, esa fue una característica propia y única de Ian.
Si bien ayudó a que no cayera presa del instinto al enfrentarse al celo de otros omegas, siempre sentí que era muy triste que no pudiera sentir el aroma de la persona que su propio ser aceptaba como su pareja destinada.

Pero de eso trataba la novela.

Volviendo al tema, incluso si Illya no se acercaría nunca a Ian, eso no significaba que no se involucraría con los que parecían tener interés en el alfa o, por el contrario, en los que el alfa parecía estar interesado.
Y así sucedió con Noah, quien fue avergonzado e intimidado por Illya siempre que tenía la oportunidad. Y que Ian estuviese siempre ahí para salvarlo, de su lado, no ayudaba a la ira y a los celos de Illya.

Después de bromear un rato más con Ian y con Alex, quien se había añadido a la conversación en medio de ella, la clase por fin comenzó, por lo que cada uno pronto tuvo que acomodarse en su sitio.
Durante la sesión explicativa aburrida de un profesor beta medio calvo, me empecé a preguntar sobre qué clase de estrategia sería aconsejable usar contra Illya.

¿Amenaza?
No resultaría efectivo en un tipo que me la devolvería multiplicada por tres.

¿Persuasión?
Es imposible persuadir a un loco... esos siempre hacen lo que les da la gana.

¿Extorsión?
¿Siquiera existía algo con lo que extorsionarlo?

Ni siquiera podía acusarlo legalmente ya que la ley protegía a los omega y más a él que poseía tanto poder como dinero y sobre todo, Illya aún era menor de edad.
De acusarlo, el poder de su padre haría que lo más severo que pudiera pasarle sería algún tipo de arresto domiciliario que no se llevaría a cabo ni en broma o quizás consultas psicológicas, las cuáles de poco servirían.

Me enfrentaba a una situación en la que la única salida era que el propio Ian enfrentara a su acosador y tras decirle un par de verdades crueles, lo hiciera desistir con frialdad de cualquier interés. Pero de qué me valía pensar en utopías. Conociendo la personalidad del protagonista, a lo único que llegaría sería a un rechazo lastimoso y amable que apelaría al sentido de la vergüenza y el orgullo de la otra persona.

¡Pero Illya no poseía ese tipo de mierdas!

-Selín, espero que hoy no tengas ninguna emergencia después de clases. -dijo Alex con un tono de advertencia.

El receso había llegado y yo solo me había quedado sentado en blanco en mi silla.
La voz del alfa me había despertado del profundo trance.

Alex me miraba fijo esperando por mi excusa. No le respondí y, por el contrario, me dediqué a contemplarlo. No había tenido la oportunidad de admirarlo correctamente entre que, cuando casi me impuse ser su amigo, tenía más en la cabeza al padre de Noah y mi encuentro con los protagonistas que ver qué tan bueno o no estaba el joven Alex.

Por eso lo miraría bien ahora.

Alex era casi tan alto como Ian, quizás un poco más. Tenía la musculatura normal de un alfa de 17 años y una cara más inclinada a lo hermoso que a lo guapo. Su piel no era tan clara como la mía, pero combinaba bien con su cabello cobrizo rizado y sus ojos verde pasto, enmarcados por largas y claras pestañas. Un lindo lunar adornaba el centro de su mejilla derecha. Sus manos eran grandes y su voz masculina y grave.

Era una voz que sonaría magnífica al jadear de placer.

Carraspeé en mi interior y seguí deleitándome con aquel físico sacado de una pintura expuesta por un famoso artista en una galería de arte. Pero entonces mis ojos se detuvieron en su cuello, se deslizaron hasta su clavícula... y la imagen de Aran me vino a la mente.

Sí, él era súper caliente. Era sensual y poseía una apariencia magnífica y completamente de mi gusto, pero... ¿¡por qué tenía que pensar en él incluso cuando vacilaba a otro tipo que ni se le parecía!?

Era frustrante.
No me gustaba centrarme demasiado en una sola persona, menos en una que parecía aparentaba ser un juguetón y por culpa de la cual terminé convirtiéndome en omega.

Eché un rabioso suspiro y le contesté por fin a Alex, terminando a la fuerza mi tiempo de observación.

-Hoy no tengo nada que hacer ¿Por qué? ¿Tienes planes? -pregunté mientras intentaba dejar mi mente en blanco, alejando la imagen Aran debajo de mí y que en más de una ocasión me había rondado la cabeza.

-Sí, Noah le dijo a Ian que quería comer pizza y entonces Ian nos invitó a pasar la tarde en su casa. -dijo.

Yo fruncí el ceño al escucharlo.
O Noah pensaba que Ian no sentía nada al verlo como para ir a decirle que quería comer pizza en su casa o lo había hecho apropósito e Ian había sido estúpido por invitar a medio millón de extras a un lugar donde solo deberían estar ellos dos...

Cuánta audacia.

-¿Ian siempre fue tan tonto e inconsciente? -pregunté poniendo una mano sobre mi boca con una expresión preocupada.

Alex se carcajeó.

-Me alegra no ser la única persona que piensa que fue estúpido de su parte invitarnos. -decía.

-¡Pero si es obvio! -exclamé.

-¿Deberíamos fugarnos? -preguntó con complicidad, muy serio y en un susurro, acercando su rostro al mío.

Aprecié la cercanía y le devolví el susurro.

-Nunca he escuchado palabras más atractivas.

Ambos reímos.

-Entonces queda planeada la escapada -dijo guiñándome un ojo con picardía para luego marcharse a hablar con otros de sus amigos.

Una escapada sería divertida.
No podía permitirme ser un mal tercio al estar entre Ian y Noah... o un mal cuarto, si contaba a Alex.

Pero entonces me puse a pensar un poco en lo que había planeado hacer... ¿acaso aquello no significaba que después de la escuela... tendría una cita con Alex?

Parejas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora