Capítulo ocho: Pasta

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-Jennifer?

Ella seguía paralizada hasta que a lo lejos seguía escuchando su nombre ser repetido varias veces.

-Jennifer, estás bien? Que pasó?

-Ah?

-Te dije que aquí estaba tu bebida y te fuiste en tu cabeza.

-Mi bebida? Ah sí, escuche otra cosa. Lo siento.

Jennifer se hizo un escenario en su cabeza creyendo que Erick le había dicho eso. El se sentó en la misma mesa que ella.

-¿Te sientes bien?

-No lo sé, hay muchas cosas en mi cabeza ahora mismo. No fue un buen día.

Dijo Jennifer mientras tomo su café e hizo un rostro raro al ver lo fuerte que estaba.

-Deja esa bebida ahí, se que no te gusta. Deseas alguna otra cosa?

-No te preocupes, lo pedí para levantar mi cuerpo y reaccionar un poco.

-¿Segura? Puedo cocinar algo para ti, quieres salir cuando cierre el lugar?

Jennifer lo vió a los ojos, otra cita pasaba por su cabeza.

-No es molestia? Compraría algunas cosas si deseas, necesitas algo? No quiero arruinar tu rutina diaria.

-No te preocupes, linda. Cerraré el lugar y vamos a mi departamento, te parece?

-Sí...

Bajo un poco la mirada al seguir pensando que molestaría un poco.

-Hey, tranquila. No es molestia para mí, estoy feliz de que pruebes lo que puedo cocinar, te gusta la pasta, no?

-¿Me pusiste atención cuando te lo contaba?

-Siempre te pongo atención...

Después de haber cerrado, comenzaron a caminar hacia el departamento de Erick. Jennifer estaba bastante nerviosa porque aún seguía pensando en lo que supuestamente le dijo el chico cuando estaba dándole su bebida.

-Llegamos. Siéntete cómoda, si?

-Gracias.

Jennifer se sentó en el sofá tan bonito color café claro. Estaba tan cómoda por el día tan pesado que tuvo, que se quedó dormida.

Erick la vio y río, pauso lo que estaba haciendo para traerle una manta a Jennifer. La cubrió y la dejo dormir un rato mientras el comía algo antes de dormir.

En la mente del chico, recordaba el momento en la cafetería donde por poco se confesaba a la chica pero rápidamente cambió de tema.

-Jennifer, si suspiro por ti pero, no soy lo suficientemente valiente para decírtelo.

La luz del departamento se apagó, pero una lucecita de la lámpara que estaba en una mesa de la sala se quedó encendida. Igual que el corazón de los dos, con esperanza de iluminar un poco en la gran oscuridad de la vida.

Como me siento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora