CAPÍTULO 49

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— Sé perfectamente en dónde estás metida, y tienes exactamente dos horas para estar en mi casa. Y te quiero sola... deja a tu 'acompañante' en donde se te plazca, pero no vengas con ella. ¿Entendiste? — me dijo.
Me tensé al instante de escuchar su maldita voz. ¿Cómo demonios se había enterado de que yo estaba aquí? ¿Acaso el infeliz estaba siguiéndome o algo por el estilo?
— Mal nacido — musité.
— Y más te vale que me hagas caso o ya verás — dijo y colgó.
Apreté con fuerza el celular que estaba mi mano. Cerré los ojos y traté de estar calmada, pero se me estaba haciendo imposible. Sentí una suave mano apoyarse en mi hombro, me giré a verla, y era ella, Wanda — ¿Qué sucede? — me preguntó preocupada. Solté un suspiro y acaricie su mejilla.
— Debemos irnos — dije y bajé mi mano para acariciar sus labios.
— ¿Por qué? — dijo confundida.
— No puedo explicártelo ahora, solo sé que debemos irnos, brujita — me acerqué a ella y la besé cortamente.
Volvimos los pasos hacia donde estaban mi madre y Alexei. Ambos me miraron con cara de preocupación.
— Lo siento, mamá, pero tenemos que irnos — le dije. Ella se acercó a mí y me acarició el rostro.
— Dreykov, ¿verdad? — susurró por lo bajo. La miré fijo a los ojos.
— Él sabe donde estoy — le contesté. Ella sonrió levemente, se acercó más a mí y me abrazó.
— Él ya no puede hacerme nada, Natalia... que sus tontas amenazas ya no te controlen, cualquier cosa que él te diga es mentira. Dreykov perdió control sobre mí hace exactamente un año — me calmó ella y con cuidado la alejé de mí para mirarla a los ojos.
— Entonces ¿ya no... no hay peligro para ti? — pregunté con algo de duda.
— No, ya no hay peligro. Pero sé como es, así que ve... y hazle saber que ya no le tienes miedo, pero por favor no pierdas el control, Natalia, es tu padre — me pidió.
Asentí y besó mi mejilla, para luego alejarse completamente.
— Más tarde, cuando todo esté arreglado voy a llamarte — le dije a mi madre.
— Esperaré ese llamado ansiosamente, hija — dijo ella.
Los tres nos acompañaron hasta la puerta. Nate no tenía esa sonrisa que tenía cuando llegamos.
— ¿Qué pasa, enano? — le pregunté agachándome hasta quedar a su altura.
— Yo no quiero que se vayan — me dijo sin dejar de mirar al suelo. Levanté su rostro con una mano e hice que me mire.
— Prometo que nos veremos otra vez. Eres mi hermanito y prometo que voy a cumplir bien mi rol de hermana mayor – le dije. Él me sonrió y luego miró a Wanda
— Tú también cumplirás bien tu rol de cuñada ¿verdad? — le dijo. Wanda lo miró asombrada.
— ¿Qué es eso de rol de cuñada, Nate Alanovich Shostakov? — Le regañó mi madre — ¿De dónde has sacado eso?
— Lo vi en una telenovela, en casa de tu amiga Fiona — se defendió él. Todos reímos divertidos y salimos fuera de la casa. Caminamos hasta el auto de Wanda y nos giramos a verlos.
— Prometo, mamá, que esto pronto va a acabar y traeré a la rubia conmigo — le dije. Ella me sonrió.
— Lo sé, mi amor, cuídense. Adiós, Wanda, y gracias por traerme de nuevo a mi bebé — le dijo a la castaña. Ésta sonrió.
— Gracias a usted, por haberlo traída al mundo — le dijo ella, entonces la miré algo sorprendida. Ella me miró y al instante se dio cuenta de que eso le salió sin permiso de la boca, se sonrojó de sobremanera y apartó la vista de mí.
— Adiós, muchachas — nos dijo Alexei. Me acerqué a él y lo abracé.
— Por favor, cuídalos — le susurré.
— Tranquila, los cuidaré. Tú cuídate cuida a Yelena y cuida a Wanda , es una muchacha increíble — me dijo al oído. Asentí y me alejé de él.
— Adiós — se despidió Wanda de todos antes de subirse al auto. Miré una última vez a mi hermano y a mi madre y sonreí. El pequeño Nate agitó su mano y eso me lleno de alegría.
— Cuídate, enano, y no comas muchos dulces... te van a hacer mal — le dije.
— Está bien, hermanita — me dijo sonriente.
— "Hermanita" — susurré divertida y me subí al auto.
Wanda arrancó y comenzamos a andar. Giré mi cabeza para ver como sus pequeñas figuras volvían a entrar a la casa. Soltando un leve suspiró volví mi vista al frente. Miré a Wanda y ella aun seguía sonrojada. Sonreí.
— Así que... le estas agradecida porque me trajo a este mundo — dije en tono divertida. Ella se sonrojó más aún.
— Bueno... sí, porque si no lo hubiese hecho...
— No te hubiese conocido, no me hubieses conocido... no sería completa y tontamente feliz en este momento — le dije.
Ella mi miró y detuvo el auto. La miré extrañado, entonces se acercó a mí y me besó desesperadamente. Gruñí por lo bajo ante aquella excitante manera de besar. Giré hacia ella y la tomé de la cintura, para con un simple movimiento subirla sobre mí.
— No, Tasha... — susurró agitada sobre mi boca.
— Shhh — le dije y volví a reclamar sus labios.
Mis manos se volvieron un poco traviesas y se metieron debajo de su camiseta, para acariciar su suave piel. Gimió levemente, haciéndome saber que deseaba eso tanto como yo.
— No, no, estamos en un auto, Tasha... ya para... no... espera... diablos.
Hice oídos sordos a sus peticiones y la tomé de las caderas para acercarla más a mí. El calor que se había producido en cierta parte de mi cuerpo, fue provocado por ella. Entonces lo iba a pagar, dándome lo que yo quería en este auto, si es preciso.
Tomó mi rostro con sus manos y logró alejarme de su boca. Me miró fijamente a los ojos. Sonreí mostrándole una agitada sonrisa.
— ¿Por qué no me escuchas? — me preguntó.
— ¿Por qué no me besas? — le pregunté.
Levanté mi mano y la tomé de la nuca para acercarla rápidamente a mí. Al parecer toda su cordura saltó del auto, porque sus manos pasaron a mi nuca y me acercaron más a ella. Coloqué mis brazos alrededor de su cintura, abrazándola más a mí. Cómo necesitaba estar cerca de ella, cómo me gustaba estar así de cerca.
Un celular comenzó a sonar, ella se alejó agitada de mí e intentó volver al asiento del piloto, pero la detuve y la volví a besar. El celular dejó de sonar, pero al instante comenzó a hacerlo de nuevo. Ella se volvió a alejar y, esta vez, se escapó de mí. De manera agitada se sentó de nuevo en su asiento. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi celular, era Alexei.
— ¿Guardian? — dije extrañada al atender.
— Oye, ¿están bien? — me preguntó.
— Sí, ¿Por qué? — le dije.
— Porque el auto está detenido ahí justo en la salida, pensamos que se les había quedado o algo, ¿necesitan ayuda? — dijo. No pude reprimir una risa, y miré a Wanda
— No, papá, tranquilo, estamos bien. Ya nos vamos, sólo nos detuvimos unos segundos porque... — miré a mi brujita y ésta me miró para luego ponerse roja — Porque estábamos viendo a dónde ir ahora.
— Bueno, entonces no pasó nada — dijo Alexei con tono divertido — Tu madre dice que por favor, cuando termines de hablar con Dreykov, la llames.
— Dile que lo haré sin falta — dije y luego colgué.
Wanda colocó sus manos sobre el volante y comenzó a manejar de nuevo. Sonreí sin que me viera, y luego dirigí mi mirada a ella.
— ¿En dónde nos habíamos quedado, brujita? — le pregunté y estiré uno de mis brazos para tocarla, ella al instante se salió.
— No me toques, pervertida — dijo sin dejar de mirar al frente.
— ¿Pervertida yo? — dije.
— Sí, la más pervertida del mundo. ¿Cómo... cómo se te ocurre hacerme una cosa así?
— Discúlpame por ser una pervertida, pero en este caso la culpa la tienes tú, ¿Quién diablos te mandó a ser tan deseable?
Ella sonrió por lo bajo, pero aún así no me miró. Guardé silencio, mientras que nos íbamos alejando más de aquel campo y salíamos por la ruta para llegar a la cuidad.
— ¿Por qué tuvimos que volver? — me preguntó. La miré y solté un suspiro.
— Dreykov... sabe donde estaba. Entonces ahora voy a ir a decirle que todo se terminó y que sus amenazas se las puede meter en donde no le da el sol — dije bastante contenta por aquella idea.
— Voy contigo — afirmó.
— No, brujita — le dije y me miró — Fue muy claro conmigo cuando me dijo que fuera sola.
— Tasha, eres demasiado impulsiva a veces... tal vez te descontroles y... a pesar de todo es tu padre — me dijo con preocupación.
— Tranquila, brujita — susurré y tomé una de sus manos, haciendo que me mirara — No voy a hacerle nada al infeliz.
— ¿Me lo prometes?
— Te lo prometo — le dije y besé la palma de su mano.
Más rápido de lo que esperé Wanda se detuvo frente a la gran mansión de Dreykov Romanoff. Solté un suspiró y la miré.
— ¿Estás segura de que no quieres que me quede contigo? — me preguntó. Sonreí por lo bajo.
— Brujita, todo va a estar bien — le dije. Suspiró y me miró a los ojos.
— Está bien, te dejo aquí. Yo tengo que ir a ver a Pepper y luego a mi padre... sino después se ponen insoportables — dijo. Acaricié su mejilla.
— Ve tranquila, saluda a Pepper de mi parte... y dile que tal vez considere el volver a trabajar los sábados — dije divertida. Ella me miró desaprobatoriamente — ¿Qué? ¿Acaso no te gustaría?
— No, no me gustaría — dijo. La miré sorprendida.
— ¿Por qué? — dije.
— Porque no quiero verte babeando por las flacuchas esas que tiene mi madre como modelos —dijo celosa.
— Por la única que he estado babeando últimamente es por ti, brujita — me acerqué a ella y la besé despacio para luego alejarme — A la noche te llamo... quizás podemos salir a comer algo o al cine y luego...
— Y luego nada — me interrumpió.
— Pero mañana no tenemos Universidad — dije al instante.
— No me importa... ¿tú crees que a mí me gusta estar así todo el tiempo? — preguntó. La miré fijo, y asentí levemente con la cabeza — Ya bájate... y, por favor, no hagas locuras, Tasha, prométeme que no vas a hacer algo estúpido.
— Te lo prometo brujita, que no voy a hacer nada estúpido — le dije. Ella sonrió y me besó cortamente — No, uno así de cortito no, ¿Sabes cuantas horas estaremos alejadas? Yo necesito un beso más largo para no desesperarme...
Mordió su labio y se acercó de nuevo a mí. Su boca se movió suave sobre la mía, mandando sensaciones que nunca había sentido sobre mi cuerpo. Se alejó despacio pero se mantuvo cerca.
— Ahora sí, ya puedes irte — susurró.
— Te juro que no tengo ganas de hacerlo — le confesé. Sonrió y se alejó completamente de mí.
— Vamos, bebé, ve, tu padre te está esperando — me dijo.
— Esta bien, adiós — la besé otra vez y me bajé del auto.
Cerré la puerta y la miré. Me sonrió de manera dulce y luego arrancó para dejarme allí parada mirando cómo se alejaba.
Solté un suspiro y giré para enfrentar la casa de Dreykov Romanoff...
Aquel hombre que era mi padre, aquel hombre que me dio la vida, pero al mismo tiempo aquel hombre que hizo de la mitad de mi vida un infierno. No solo la mía, sino que la de mi hermana y la de mi madre también.
Ese hombre que solo podía tener odio de mi parte, vergüenza, decepción. Yo no podía sentir otras cosas por él, nada de nada. Respirando profundamente comencé a caminar hacia la puerta, toqué el timbre y esperé a que alguien me abriera.
— Buenos días, niña Natalia — me saludó Berta cuando abrió la puerta. Ella era la encargada de limpiar la mansión.
— ¿Qué tal, Bert? — le dije y besé su mejilla.
— Bien, niña — me dijo y me miró con algo de preocupación — Su padre la espera en el despacho...
— Gracias — dije y entré del todo para empezar a caminar hasta el despacho. Hacía ya cinco años que había dejado esta casa, nunca me había gustado vivir aquí. Por el simple hecho de que siempre me recordaba el sufrimiento de mamá. Me acerqué a la puerta del despacho...
— Pasa — escuché su voz.
Abrí y él estaba sentado en aquella inmaculada silla. Su mirada estaba fija en unos cuantos papeles que tenía en las manos. Levantó su vista hacia mí y una sonrisa hipócrita se dibujó en su rostro.
— Me alegro que hayas venido, hija... por el bien de los quieres.

PELIGROSA OBSESIÓN (WANDANAT VERSION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora