EPÍLOGO 1

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Abrí un ojo al escuchar un ruido proveniente de afuera de la habitación. Frunciendo el ceño abrí el otro y me quedé quieta en medio de la gran cama. Giré mi cabeza para mirar al costado de mí y estaba vacío, ella no estaba.
—Willian y Thomas Maximoff-Romanoff, mis amores, vengan aquí. Les dije que no corran más cerca de las escaleras... van a caerse y lastimarse, mis bebés. No quiero que eso pase. —escuché su dulce voz, esa era su manera de reprenderlos.
Ya le dije un millón de veces que así, ellos seguirían siendo unos rebeldes como yo.
—No lo volveremos a hacer, ma —dijeron ellos. Sonreí levemente, era unos pequeños desastres andantes.
—Tommy, mi amor, ¿puedes pasarme tu camiseta? —escuché unos pequeños pasos que pasaban por delante de la puerta.
—Aquí tienes mamá —dijo él y volví a escuchar sus pasos.
—Natalia, mi cielo, ¿ya estás lista? —preguntó Wanda
— ¿Dónde está mi muñeca rosada, mami? —preguntó con voz preocupada.
— ¿Te fijaste debajo de la cama? —dijo su madre.
— ¡Aquí esta! —dijo contenta.
—Bueno, ¿ya están listos? —les preguntó.
—Casi —dijo Billy.
— ¿Por qué se están poniendo tan lindos todos? —dijo mi brujita.
—Lo que pasa es que queremos impresionar a la maestra de natación —contestaron Tommy y Billy.
Reí por lo bajo.
—Con que eso es —dijo ella sin poder creerlo —Ustedes dos son terribles, no puedo creerlo.
—Ya mamá, tranquila —la calmó el velocista y seductor Tommy —Sabes perfectamente que tú eres nuestra favorita.
—Él tiene razón, ma —lo siguió mi otro pequeño mago Billy —Tú eres la dueña de nuestros corazones. Las demás nada significan nada, excluyendo a Tali, a las tías y las abuelas.
—Aay por dios —dijo ella divertida — ¿De dónde habrán sacado ustedes dos esa manía de comprarme?
—Tenemos una buena maestra —aseguraron los gemelos divertidos.
—Ya lo creo —dijo ella.
— ¿Mamá no irá a trabajar hoy, ma? —preguntó la pequeña Tali.
—Mami está de vacaciones... hoy comienzan —contestó ella —Vayan bajando que el desayuno está listo. Mientras yo termino de peinar a su hermana.
Ellos dos bajaron las escaleras.
—Hija, ven al baño.
—Voy.
— ¿Estás contenta de empezar la escuela? —le preguntó.
—Si, pero tengo miedo —dijo ella.
— ¿Miedo, mi cielo? ¿De qué?
— ¿Qué pasa si me pierdo? ¿Cómo voy a volver? —dijo preocupada.
—Tus hermanos van a cuidarte, no tienes que temer de nada princesa mía —la calmó Wanda.
—No lo creo, ellos se la pasan babeando por la maestra de natación. Son unos bobos.
—Te van a cuidar, yo lo sé —dijo divertida su madre.
Sonreí con ternura, mi pequeña es tan hermosa. Tan hermosa como su madre. Natalia es una copia exacta de mí. Con cinco años de edad ya es toda una mujer. Mientras que mis dos muchachitos son iguales a Wanda, solo que con mi forma de ser. Tommy y Billy son gemelos y por ende inseparables. Siete años de pura destrucción masiva... pero ¿Qué sería de mi vida sin ellos?
Y ¿Qué puedo decir de la mujer que cambio mi vida por completo? Pasaron 10 años, y aún la sigo amando con la misma pasión de cuando teníamos 20 y 19 respectivamente. Recuerdo como si fuera ayer cuando llegó corriendo a mi oficina con los ojos llenos de lágrimas y temblando como una hoja, para decirme que estaba embarazada. En ese entonces yo acababa de cumplir 24 años, y a ella le faltaban dos meses para dejar sus 22. Esa vez no había sido una falsa alarma, porque lo intentamos muchas veces, y parecía que no era aún nuestro momento de formar una familia, éramos jóvenes, aún lo somos, pero saber aquello fue una de las mejores cosas que me pasó en la vida, se los puedo asegurar. Nueves meses después llegaron nuestros gemelos y dos años más tarde nuestra pequeña princesa...
—Mami, ¿Estás despierta? —escuché su suave voz. Levanté la cabeza y la miré.
—Si, mi amor —le dije.
Ella entró con cuidado y cerró la puerta para luego acercarse hasta la cama. Se sentó a mi lado.
—Solo quería venir a despedirme, me voy a la escuela —dijo y una sonrisa, con falta de algunos dientes, recientemente caídos, iluminó su pequeño rostro.
Levanté mi mano y acaricié su mejilla. Acomodé un poco el pequeño flequillo pelirrojo que caía sobre su frente y que tapaba un poco aquellos enormes ojos verde-azulados.
—Vas a pasarla muy bien, cielo —le dije.
—Mami dice que estas de vacaciones, ¿es cierto?
—Si, si es cierto. Cuando vuelvan a la tarde tú y tus hermanos iremos con mamá a tomar un rico helado, lo prometo.
Sonrió y se acercó a mí para abrazarme y luego besar mi mejilla. Aún no comprendo como algo tan pequeño puede llenarte tanto de amor... pensé lo mismo el día que la tuve entre mis brazos la primera vez. Se veía tan frágil, tan inocente y dulce.
—Te amo, mami —besó mi mejilla de nuevo.
—Y yo a ti, bombón —besé su pequeña nariz —Ahora ve que mami te debe estar esperando.
— ¡Tali, mi cielo, el autobús ya está aquí! —ambas escuchamos el llamado de Wanda.
—Te lo dije —ella rió divertida y se bajó de la cama.
—Adiós mamita —se acercó a la puerta y antes de salir se giró a verme. Sonreí ante la imagen de aquella enana con una mochila en la espalda, más grande que ella, y dos pequeñas trenzas que apenas caían sobre sus hombros —Dale muchos besos a mamá... y mira que yo ya le dije que te dijera que le des una de esas semillitas para hermanitos, porque quiero una hermanita para jugar a las muñecas. Con Tommy y Billy no puedo.
Sonreí divertida y negué con la cabeza.
—Hablaré con mamá sobre ello cielo, ve tranquila —le dije.
Ella asintió y salió de la habitación.
— ¡Adiós Mamá! —escuché que mis gemelos decían a la vez.
— ¡Adiós Campeones, se portan bien! ¡Y cuiden bien a su hermana! —les respondí.
— ¡Claro que sí! —aseguró Billy.
— ¡Tenlo por seguro! —dijo Tommy.
Reí por lo bajo y me volví a acostar bien en la cama. Luego todo fue silencio, escuché el sonido del autobús al arrancar y nada más. Unos cuantos segundos después la puerta de la habitación se volvió a abrir. Ella entró y soltando un cansado suspiro se tiró a la cama. Giró su cabeza para mirarme.
—Lo siento amor, se que querías dormir de corrido hasta las 11 de la mañana. Pero Tali se quería despedir de ti... no podía decirle que no —me dijo.
Sonreí y me acerqué a ella para envolverla en mis brazos y acercarla a mi pecho.
—Ya estaba despierta cuando vino —le dije.
Alejó su cabeza de mi pecho y me miró a los ojos. Sonrió y me besó cortamente.
—Ya sabes que no puede irse sin antes darle un beso al bombón de su madre —dijo divertida.
—Y así tiene que ser —aseguré.
Ella rió levemente, haciendo que mi corazón latiera rápido.
—Llamaron tus hermanos... dice que necesitan que convenzas a Alexei para que los deje ir de vacaciones con Morgan —me dijo.
—Ah no, eso sí que no —dije negando con la cabeza.
— ¿Por qué no? —Preguntó —Tus hermanos te necesitan, amor.
—No brujita, no voy a permitir que ese jovencito vaya de vacaciones con su mejor amiga y esas cosas. Aún es un niño.
—Natasha, mi vida, no falta nada para que cumpla 15.
—No no nono, es un bebé y Yelena no puede alcahuetearle, y esa es mi última palabra.
— ¿Y qué va a pasar cuando nuestros hijos se quieran ir de vacaciones con sus amigos?
—Pues es obvio, no irán.
—Eres la peor del mundo —aseguró y se acostó en la cama dándome la espalda.
Solté un suspiro y me acerqué más a ella.
—Bueno, está bien. Tú ganas. Llamaré a Alexei para hablar con él —le dije.
Se dió la vuelta y sonrió de par en par. Tomó mi rostro con sus manos y me besó por toda la cara. Menos los labios.
—Eres la mejor —aseguró.
— ¿Tienes algo para decirme que nuestra hija te haya dicho? —le pregunté.
Ella frunció el ceño y me miró extrañada.
— ¿Si Natalia me ha dicho algo? —preguntó.
Asentí mientras me acercaba a más a ella y comenzaba a besar su cuello.
Hace más de 10 años que beso los mismos labios y aún me sigo excitando. Hace más 10 años que le hago el amor a la misma mujer y siempre que pasa descubro algo nuevo.
—Mi amor, nuestra hija me dice muchas cosas durante el día —dijo.
Sentí su mano apoyarse en mi brazo y brindarme una suave caricia.
—Algo muy importante —susurré cerca de su oído.
Su exquisito y único aroma entró por mi nariz para despertar aún más esa pasión que siempre me genera. Huele a ella, a rosas, a galletas y a mí. Me enloquece.
Apoyé mis manos sobre sus caderas y bajé hasta el borde de su camisón. Ella soltó una leve risita que cosquilleó en mi oído.
— ¿No te parece que es un poco temprano para esto? —me preguntó.
Subí mis manos arrastrando el camisón. Y cuando sus piernas quedaron descubiertas me subí encima de su cuerpo, obteniendo un espacio entre ellas. Ella gimió levemente y mi nombre salió de sus labios en forma de reproche.
—Señora Romanoff, nunca es tarde o temprano cuando se trata de hacerla mía.
Ella sonrió y sus manos subieron y bajaron por mi espalda.
—Que yo sepa tú y yo no estamos casadas para ser la señora Romanoff.
—No hace falta ningún papel para que seas una Romanoff. Eres mía desde el día en que me abriste la puerta a las dos de la mañana y me dejaste poseerte en cuerpo, alma y corazón.
Ella mordió su labio inferior y me miró con ternura.
— ¿Siempre eres así de compradora? —me preguntó.
— ¿Siempre eres así de recatada? —le pregunté y comencé a besar su cuello de nuevo.
Sentí como su piel se erizaba y un escalofrió bajaba por su cuerpo. Juro que amo provocar eso en ella.
—Apenas han pasado dos días desde la última vez que lo hicimos —su voz sonó algo agitada y excitada.
Sonreí y con mucho cuidado mordisqueé su mentón y mandíbula. Con mis manos seguí subiendo el molesto camisón.
—Y eso para mí es una eternidad —aseguré —Además —besé el espacio libre que había entre su cuello y su pecho. Su mano se enterró en mis cabellos. Con un simple movimiento me deshice de su sensual ropa de dormir —Ese día no estuve muy duradera como me hubiese gustado estarlo.
—No me pareció —dijo ella y acarició mi espalda.
—Pues a mí sí, porque quise cansar a los niños para que durmieran como troncos durante la noche, lo conseguí, pero yo terminé más cansada que ellos —ella rió levemente. Su mirada se clavó en la mía —Vamos, brujita. Quítame el pijama y coopera —le pedí.
Ella relamió sus labios y con manos suaves me quitó la molesta prenda. Gruñí al sentir su piel algo fría contra la mía. Me incliné hacia ella y con la punta de mi lengua acaricié sus labios. Ella soltó un leve suspiro.
—Ya recordé que me dijo nuestra hija —me dijo. Soltó una risita nerviosa —Lo de la semillita para hermanitos, ¿cierto?
Asentí y metí mi mano entre el colchón y su espalda para moverla y acomodarla mejor debajo de mí. Ella volvió a gemir. Aun traía la ropa interior y yo este molesto pijama de dormir. Creo que desde ahora en más dormiré desnuda.
— ¿Qué piensas de eso? —le pregunté.
Ella bajó su mano por mi espalda hasta mi trasero. Arqueé una ceja cuando su palma me apretó en forma provocadora.
—No hablemos de eso ahora... solo bésame.
Obedecí sus palabras y junté mi boca con la suya. Sus labios se abrieron para mí y los acaricié con ansias con los míos. Era un beso dulce, embriagador, apasionado y sobre todo con amor. Rodeó mi cuello con sus finos brazos y me atrajo más hacia ella.
Coloqué mis brazos a nuestros costados y acaricié el contorno de su cuerpo. Su cuerpo suave, bello y firme a pesar de haber pasado por dos embarazos. Su cuerpo perfecto, maternal. Su cuerpo dulce y caliente. El cuerpo que ha llegado a enloquecerme en forma simple y a la vez rara.
—Llamó Kate —dijo alejándose de mi boca. La miré.
— ¿Qué quería? —le pregunté.
—Dice que los inversionistas han firmado el contrato. Todo está saliendo bien.
—Eso es perfecto —la besé de nuevo —Pero me lo dices luego.
Me deshice de todo rastro de ropa que se interponía entre nosotras y por consiguiente le hice le amor.
Ella se apoyó sobre mí, apoyando su oreja sobre mi corazón. Acaricié su espalda desnuda acomodando sobre ella su largo cabello.
— ¿Eres feliz? —me preguntó.
—Nunca pensé que iba a ser tan feliz en mi vida. Jamás imaginé terminar así. Con la mujer a la que más amo en el mundo y con tres hijos —le dije.
—Cuatro —dijo ella. Fruncí el ceño. Wanda levantó la cabeza de mi cuello y me miró.
— ¿Cuatro? —dije confundida. Ella apretó los labios para evitar sonreír.
Entonces entendí aquello. —La semilla para hermanitos ya está aquí, ¿verdad?
—Ajá —dijo asintiendo mientras sus hermosos ojos se llenaban de lágrimas —Tengo un atraso de 3 semanas. Me desperté más temprano y me hice un test, dio positivo, así que volvió a funcionar el tratamiento.
—Oh, mi amor —dije y la abracé contra mí. Ella se acurrucó bien y escondió su rostro en mi cuello —Me haces la mujer más... dichosa de este mundo. Por dios lo contenta que se va a poner nuestra bella Tali.
—Tengo el presentimiento de que va a ser una niña —musitó.
— Elizabeth —dije. Ella asintió y me miró de nuevo.
—Me encanta ese nombre —aseguró y me besó.
Volvió a acomodarse contra mí.
— ¿Qué pasa si salen gemelas? —dije.
Ella negó energéticamente con la cabeza.
—Doble llanto, doble cambio de pañal, todo doble. Divertido, hermoso, pero agotador.
— ¿Quién te manda a ser tan fértil? —le reproché.
— ¡Tasha! —se quejó y golpeó mi pecho.
Reí divertida.
—Eres hermosa, mi pequeña fábrica de bebés hermosos —le dije.
—Mmm... no me halagas diciéndome fábrica. Ya me estoy sintiendo gorda. Por dios, otro embarazo más. Yo no sé cómo es que aún estoy en forma —dijo.
—Acomplejada —susurré.
—Tonta —me dijo.
—Obsesión —le dije. Ella me miró —Mi bella y peligrosa obsesión.
—Te amo —dijo y acarició mi rostro.
—Te amo —dije y la besé.
Dreykov vino a mi mente y sonreí. Quizás ahora comprendo un poco más los sentimientos de mi padre. Quizás ahora puedo perdonarlo. Puedo decirle: Padre, tenías razón. Pero no del todo.

PELIGROSA OBSESIÓN (WANDANAT VERSION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora