CAPÍTULO 54

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Aquella cínica sonrisa no salía de su rostro. Sentí que la sangre me hervía ¿Qué diablos hacia él aquí?
—¿Qué quieres? —le pregunté de mala manera. Él volvió a mirar a Wanda.
—¿No me vas a invitar a pasar? —me preguntó.
Me quedé quieta en el lugar... no iba a dejarlo pasar. Sentí unas pequeñas manos apoyarse en mi espalda. Giré mi cabeza y la miré. Ella asintió levemente.
—Pasa —le dije a Dreykov y me corrí de la puerta. Él entró y miró a su alrededor.
—Buenos días, Stark—le dijo a ella.
—Buenos días señor Romanoff—le respondió.
—Espero no haber llegado en un mal momento.
—No, para nada —dijo Wanda y sonrió de manera falsa. Reí por lo bajo —Estábamos por desayunar ¿Quiere desayunar con nosotras?
—No gracias —dijo él y se sentó en una de las sillas. Wanda me miró y sonrió de manera dulce.
—¿Qué lo trae por aquí señor Romanoff? —le preguntó.
—Necesito hablar unos asuntos con Natalia —le dijo de manera tajante.
—Bueno... yo ya me estaba por ir, y...
—No, tú no te vas a ningún lado —la detuve. Ella me miró —Cualquier cosa de la que me quieras decir puedes hacerlo delante de Wanda, padre.
Él me miró fijo, y luego miró a Wanda. Ella se veía algo sorprendida.
—Es un asunto delicado —prosiguió él.
—No interesa... yo no tengo secretos con mi novia. Si no se entera ahora, se va a enterar después.
—¿Novia? —preguntó confundido.
—Oh, como fui tan tonta de no decirte padre —dije irónica y me acerqué a Wanda para abrazarla de costado —Te presento a tu nuera... ¿no es encantadora?
Dreykov nos miró algo atónito. Giré mi cabeza para mirar a Wanda y sus mejillas estaban totalmente enrojecidas. Levantó la cabeza y me miró. Le guiñé un ojo y negó divertida con la cabeza.
—Así que son... novias.
—Si —dijo ella asintiendo —Espero que le agrade la idea de tenerme en su familia. A mi me encanta que usted sea mi suegro —noté aquel particular tono de sarcasmo.
—Claro que estoy contento... no te imaginas cuanto pequeña —le dijo él.
Noté algo muy extraño en aquella afirmación. Lo miré fijo, tratando de saber que pretendía.
—¿Y bien? ¿A qué has venido? —le pregunté de manera cortante.
—Amor, no seas tan grosera. ¿Por qué no le ofreces una taza de café a tu padre? —me preguntó Wanda. La miré y ella alzó ambas cejas.
—Oh si, tienes razón amor —le dije y me acerqué a donde estaba ella —Padre, ¿quieres café?
—Un poco estaría bien —me dijo él. Agarré una taza y serví el café. Me acerqué al oído de Wanda.
—¿Puedo escupir un poco en él? —le pregunté.
Ella soltó una leve risita y ambas miramos a mi padre.
—Un poco no estaría mal... creo que ha arruinado algo —susurró ella.
—Ha arruinado todo —le aseguré. Tomé la taza y se la alcancé a mi padre —Aquí tienes...
—Gracias —susurró él.
—Bueno, ¿A qué has venido exactamente? —le pregunté mientras me sentaba frente a él.
Wanda tomó un vaso de jugo y se sentó a mi lado, mirando fijamente a mi padre. Él la miró y luego volvió su vista a mí.
—Quiero que trabajes conmigo de nuevo —me dijo.
—¿Para qué? —le pregunté.
—Porque lo necesito... ya te dije una vez que hay situaciones que yo no puedo firmar los papeles y como tú eres mi primogénita necesito tu ayuda.
—¿Qué clase de ayuda señor Romanoff? —preguntó Wanda apoyando el vaso en la mesa.
Él la miró con recelo. Estoy completamente seguro que no le agrada para nada que Wanda esté sentada frente a él escuchando todo. Principalmente porque no puede hablar como quiere.
—Tengo muchos negocios señorita Stark y no puedo atenderlos todos.
—Que lástima señor Romanoff. Pero ¿no le contó Natasha que esta semana que viene tenemos parciales en la Universidad? —preguntó y me miró —¿No le contaste, amor?
La miré extrañada. Nosotras no teníamos ningún examen o algo parecido esta semana. Entonces entendí aquello. Miré a mi padre.
—¿No te conté papá? —le pregunté. Él me miró serio —Lo lamento otra vez... no sé que pasa conmigo últimamente que me estoy olvidando de contarte tantas cosas importantes.
—Bueno, eso no es nada —dijo Wanda y sonrió.
—Entonces señor Romanoff... no creo que Wanda pueda ayudarlo esta semana. Y tampoco la otra.
—¿Por qué? —preguntó él de mala gana.
—Natasha y yo... estamos trabajando juntas en la oficina de mi madre y... le prometimos que en las próximas dos semanas íbamos a ayudarla en un proyecto muy importante que tiene. ¿O no amor?
—Si... también me olvidé de aquello. ¡Que cabeza de novia la mía! —dije divertida y con Wanda nos echamos a reír. Dreykov estaba más serio de lo que la situación ameritaba. Simplemente me encanta verlo así. Molesto, sin saber que decir, ni que hacer.
El timbre de mi casa volvió a sonar. Wanda me miró y yo la miré. Ambas fruncimos el ceño.
—Que solicitados que estamos hoy, Tasha —dijo ella poniéndose de pie —Yo iré a abrir.
Wanda se alejó de mí y miré a mi padre.
—No me gusta para nada las atribuciones de esta jovencita —me dijo por lo bajo.
Sonreí levemente.
—Me importa un comino si te agrada o no. Yo la amo y eso es lo importante —le dije sin dejar de mirarlo.
—¿Acaso tengo que venir yo hasta aquí para que mi hija me de la hora? —escuché su voz y me paralicé.
Rápidamente me puse de pie. Ella entró al departamento. Mi padre giró la cabeza y la miró. De sus ojos destelló algo que hacia mucho no le veía... Obsesión.
Ella dejó de caminar al verlo allí parado. Wanda se quedó quieta a su lado y miró preocupada la escena. ¿Qué acaba de pasar aquí?
—Melina—habló mi padre.
Vi que los ojos de mi madre se humedecían y entendí que el pasado y todo el dolor volvieron a ella como si nunca se hubieran ido.
Una sonrisa estúpida se curvó en el rostro de mi padre. Volví la vista a mamá y sus ojos cada vez estaban más cristalinos.
—Melina, mi amor, has vuelto —dijo Dreykov. Mi madre dejó de mirarlo.
—Creo que no... que no he venido en un buen momento... vuelvo más tarde hija —dijo ella con voz temblorosa.
En un instante que no percibí mi padre se acercó a ella.
—No, no, no te vayas —dijo y la tomó de un brazo.
Mi madre comenzó a forcejear para salirse de su agarre.
—Suéltame —le dijo sin mirarlo.
—¿Por qué Melina? Si has vuelvo a mí... sabía que un día ibas a volver.
—Dreykov... ya suéltame —dijo ella en tono nervioso.
Me acerqué rápidamente a Dreykov y lo alejé de ella.
—Vete —le dije. Él me miró. Su mandíbula se tensó.
—Otra vez tú —susurró. Miré a Wanda
—Lleva a mi madre al cuarto, brujita. Espérenme ahí —les dije.
Wanda asintió y tomó a mi madre del brazo para dirigirla al cuarto. Cuando ellas dos estuvieron alejadas de la sala miré de nuevo a Dreykov.
—¿Qué te sucede? ¿Acaso estas mal de la cabeza? —le pregunté.
—Otra vez tú —volvió a susurrar. Lo miré extrañada.
—¿Qué quieres decir con eso? —dije.
—Tu madre ha vuelto y tú otra vez la alejas de mí.
—¿Qué?
—Tú eres la culpable de todo —dijo elevando un poco su voz.
—Ya no tenemos más nada que hablar Dreykov... voy a pedirte que amablemente te vayas de mi casa. Ahora.
Me miró con odio. Un odio que no veía hace mucho en su mirada. Mi padre esta enfermo. Está completamente loco.
—Está bien, está bien —dijo y se acercó a buscar sus cosas —Como siempre tú ganas en esto... pero no me voy a quedar con los brazos cruzados hija. Vas a pagar haberte metido en medio de tu madre y yo.
—Como digas —le dije y le hice el gesto de que ya se podía ir.
Él salió del departamento y se giró a verme.
—Ya lo verás —dijo con una leve sonrisa.
Cerré la puerta con fuerza y sin pensarlo me dirigí a la habitación.
—Respiremos juntas Melina... tranquila —Wanda estaba arrodillada frente a mi madre y le sostenía las manos con las de ella. Me miró —Ve por un vaso de agua, Tasha. Tu madre está con un ataque de nervios.
Asentí y volví a salir para buscar el vaso con agua. Volví al cuarto y pude ver la angustia de mi madre. Le entregué el vaso y ella temblorosa lo tomó.
—Lo siento —se disculpó cuando terminó de tomar.
—Tranquila, ya se fue —le dije.
—Tuve que haber llamado antes de venir —habló mientras unas cuantas lágrimas caían por sus mejillas —Solo quería darte una sorpresa, hija. No pensé que tu padre iba... iba a estar aquí.
—Yo tampoco lo sabia, mamá —dije y me acerqué para sentarme a su lado —Pero ya se fue... él no va a hacerme nada.
—Yo no tengo miedo por mí, Natalia —dijo y me miró a los ojos —Tengo miedo por ti y por tu hermana. Tú padre está mal... muy mal.
—Eso no es noticia —le dije. Ella negó con la cabeza.
—Dreykov está enfermo, hija... él esta loco.
—Tranquila —dije y la abracé —Él no va a hacerte daño ni a ti, ni a nadie.
Miré a Wanda y pude ver la preocupación en su rostro. Eso me partió el alma. Un día que debió comenzar hermoso, terminó volviéndose una reverenda pesadilla.
Luego de calmar a mi madre. La acompañamos a que se tomara un taxi. Antes llamamos a Alexei para que la esperara y contarle lo que había pasado. Volvimos a entrar al departamento después de despedir a mamá.
Solté un cansado suspiro y me tiré en el sillón. Tapé mi rostro con ambas manos. Sentí como Wanda se sentaba a mi lado.
Me tomó del brazo y me jaló hacia ella. Me apoyé sobre su pecho sin quitarme las manos de la cara. Juro que tengo unas terribles ganas de gritar.
—Tranquila mi amor, todo va a estar bien —susurró mientras acariciaba mis cabellos.
—Lo siento amor, no quería que pasaras por esto —me disculpé. Ella me alejó para poder mirarme a la cara.
—No seas tonta, no tienes porque pedirme perdón. Lo que pasó, no fue tu culpa.
—Maldito hijo de perra... lo odio —aseguré. Ella acarició mis mejillas.
—Odiando a tu padre no ganas nada, Tasha... Como dijo tu madre él está enfermo. Necesita ayuda, solo eso.
—Solo eso —susurré y acaricié su rostro —Ojalá fuera tan fácil amor. Pero no sé si viste el rostro de él cuando vio a mamá. Se transformó completamente... él parecía un lunático. Miró a mi madre como si fuera una obsesión para él.
—Por eso mismo mi amor... él necesita ayuda —dijo.
La acerqué a mí y la abracé. Escondí mi rostro en su cuello y respiré su aroma.
—Tú también eres una obsesión para mí, Wanda—le susurré. Ella se alejó para mirarme a los ojos —Pero jamás... escucha esto, jamás te haría daño.
Ella sonrió levemente y se acercó a mí para besar mis labios.
—Lo sé mi amor. Y tú también eres mi obsesión —susurró sobre mi boca. Me volví a acercar para poder besarla completamente.
—Te amo —le dije sin dejar de besarla.
—Te amo más —musitó. Se alejó despacio —Voy a llamar a mis padres para decirles que mejor dejamos el almuerzo para otro día.
Se quiso poner de pie pero la detuve. Me miró extrañada.
—¿Y quién te dijo que lo íbamos a dejar para otro día? —le pregunté.
—Amor, no creo que sea un buen momento —me dijo. Sonreí y negué con la cabeza.
—Claro que si es un buen momento, mi amor. Tus padres y nosotros vamos a ir a almorzar juntos. Algo me dice que al final vamos a sacar algo muy bueno de este día. Eso te lo puedo asegurar.


PELIGROSA OBSESIÓN (WANDANAT VERSION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora