𝐝𝐨𝐬

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El día que todo cambio.
Cuatro años atrás, después de la restauración.

Todos íbamos alineados, levantando una gran bruma de polvo mientras nuestros caballos recorrían encima de esa tierra arenosa. Levantaba la vista, la gran iluminación del sol opacaba mis párpadas, impidiendo que pudiera mirar el cielo azulado, estaba despejado de nubes blancas. Pero era así, luego de un año esperando por las flores y el renacimiento de ellas, la temporada de calor estaba llegando a nuestros hombros, penetrando nuestros uniformes. La calurosa brisa removía mi cabello, también mi verdosa capa, manteniéndome adelante de esos soldados que seguían mi paso, y el de la mujer adelante de mi. Podía ver la formación de sus anteojos estando sostenidos en sus orejas, también su coleta removerse con la brisa. Estaba muy concentrada en querer llegar a ese irreal lugar el cual objetivamos por un año, antes de llegar a él, pero parecíamos estar más cerca que nunca. Ese lugar a donde íbamos, nos mantenía a todos en tensión debido a su misterio. Desconocíamos de sus recuerdos naturales, aunque en los libros se describiera con cada detalle, no parecíamos confiar en lo que se nos ocultó por mucho tiempo dentro de esos grandes muros, pero el joven que iba a mi lado, de azulados ojos, iba esperanzado con la mirada adelante, creyente de que todo su sueño, se volvería real en este momento. Aunque, muchos no pudieran acompañarnos hoy, bastaba con que nosotros los lleváramos en nuestros corazones, porque se que a él le hubiera encantado llegar hasta aquí, y a esa chica de ojos color avellana, también.

Bajamos la velocidad, apreté las cuerdas del caballo en cuanto empecé a ver varias rocas, mientras que distinguía un leve muro de cemento. Todo empezaba a concordar con los detalles que Eren nos brindó hace mucho tiempo atrás, él iba siguiéndonos, con su cabello alargado y mirada opaca, pero había accedido venir, porque era él a quien necesitábamos aquí para confirmar que lo que estábamos apunto de ver, era lo que había visto en alguna memoria. Todo se puso lento, incluso el andar de mi caballo cuando subí por esa pequeña colina de un césped verdosos y frondoso, sintiendo la leve brisa fresca volver a golpear con mucha suavidad mi rostro. Me quede aturdido, detenido en ese borde frondoso, observando con cada detalle como un gran y extenso lago parecía estar delante de nosotros. Un gran borde de arena lo rodeaba, pero, el hecho de que las aves volaran alrededor y que el cielo se reflejara en esas extensas aguas, lo hacía ver sacado de un gran cuento, uno que nos hizo quedar en silencio para contemplar lo que estaba por delante. Algo que nunca habíamos visto, que no creíamos que existiría, pero era así, estábamos aquí. Nadie pareció acceder a nada, hasta que Hange se bajo de su caballo con cuidado, queriendo observar todo a la palma de su mano. Estaba igual de cautivada que los demás, parecía examinar todo, cada pizca de arena, todo ante su mirada.

—Hange, no te precipites.—le pedí fríamente, viendo cómo aquel parche adornaba la ausencia de su ojo izquierdo, ella solo miraba el césped, y tocaba algunas pizcas de arena que yacían ahí.—Mierda.—murmuré, sabiendo que todo se le había subido a la cabeza en un momento.

—Acomódense. Hay que explorar.—musitó ella, abrumada por todo lo natural que estaba procediendo a su alrededor, en cómo esa agua llegaba al borde de la arena, remojándola, todo parecía tener una gran secuencia que no entendíamos.—Tengan mucho cuidado.—pedia ella, examinando todo el lugar, pero sin duda la menos que tendría cuidado era ella.

—Vaya... esto es impresionante.—escuché la voz de Jean, a quien veía bajar de su caballo, al igual que los demás, de una forma lenta y con precaución ante un lugar tan desconocido como este.—Armin, ¿qué te parece?—le preguntaba este, pero aquel joven de azulados ojos, no podía expresar ni una sola palabra que describiera su sentir, estaba cautivado.—Esto es, como un gran sueño.—continuaba musitando, observando todo.

—Con cuidado. Intenten de no tocar nada.—pedí fríamente, observando cómo ellos de una manera precipitada bajaban por la colina, deslizándose, pero Connie había sido el único que decayó, haciendo que Sasha riera pasmada junto a Jean.

𝐒𝐎𝐋𝐃𝐈𝐄𝐑 𝐖𝐈𝐍𝐆𝐒 ──𝐋𝐞𝐯𝐢 𝐀𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora