𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐬𝐞𝐢𝐬

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El niño de aquella colina.

Veía el cielo. El azulado cielo por donde aves sobre volaban libremente. Podía ver cómo las hojas caían de los árboles por la fresca brisa que removía sus ramas. Estaba sentada, leyendo unos viejos libros, mientras que podía escuchar de fondo risas risueñas a mi alrededor. Bajo el árbol de aquella colina, donde la sombra habitaba, podía ver cómo Eren corría rápidamente, intentando de que Armin o Mikasa no lo alcanzaran. Eran unos niños en aquel entonces, su energía parecía ser infinita, pero siempre lo supe, desde ese momento supe que Eren era diferente a todos nosotros. Él se sentó, retomando aire mientras que las hojas caían a su alrededor en medio de ese atardecer donde como espectadora observaba cómo los tres se sentaban a mi lado. Incluso desde antes, parecí sentir la necesidad de que por alguna razón debía protegerlos, y ahora, entendía porque siempre esmeré tanto cuidar a esos tres niños. Estando sentada en esta silla, donde tenía a Eren frente a mi, mirando cabizbajo y con una mirada decaída, supe que la razón por la cual los cuidé tanto, fue porque eran parte de la energía que mantenía a Eren corriendo, a pesar de que nunca los alcanzaran, Eren corría porque quería que ellos llegaran a él. Pero ahora en esta situación, donde veía a Mikasa cabizbaja, y Armin mirando con detenimiento a Eren, entendí que de un punto a otro, Eren dejó que dejaran de seguirles, pero seguía siendo esa espectadora. 

La luz que se transmitía a través de la ventana, nos daba claridad en ese comedor custodiado por sus cadetes, mientras que estábamos sentados frente a él, en un redondel, no dejaba de mirar y cuestionarme, ¿en que momento mi hermano había decidido renunciar a nosotros? Había un gran silencio, un gran silencio alrededor de nosotros. Él estaba ahí sentado, dejando que la sangre amenazante de la cortadura que había en su mano, se escurriera por todo el mantel blanco de la mesa. Nadie decía nada, mucho menos nos movíamos por tal intimidante postura que tenía Eren. Verle así, me estaba matando por dentro, tanto que si respiraba me dolía. Pero, lo peor para mi, era que estaba mirando a mi hermano con la esperanza de ver al niño que subía a ese árbol de la colina. Y es que, baje la cabeza al darme cuenta que ya no había nada de él ahí. Esa mirada, esa deprimente mirada que transmitía un brumo de tristeza, me hacía apegarme al dolor emocional del que intente huir por años, pero nadie nunca puede huir de su destino, mucho menos olvidar el pasado que nos trajo aquí. Yo permití que Eren se convirtiera en esto, yo dejé que él decidiera libremente lo que quería hacer, y ahora, no había manera de odiarle o repudiarle. Ya no podía desistir, esto era lo que quedaba de Eren, de él y su maldito destino.

—Quería hablar con los cuatro. No necesitamos pelear para resolver los problemas de Eldia.—dijo Eren, mirándonos a los cinco, inclusive a esa niña quien temblorosa evadía su mirada.—Hange y los demás estarán bien, simplemente van a trasladarnos.—nos aviso, sutilmente.

—Eren, nosotros también queríamos hablar contigo. Queremos saber que fue lo que te orilló atacar a Marley por tu cuenta, ¿en verdad Zeke y Yelena te persuadieron para que te unieras a ellos?—preguntó Armin, sentado aún lado de mi, yo era quien yacía entre medio de él y Mikasa.

—Ahora soy libre.—artículo, fríamente.—Tanto las cosas que hago, como lo que elijo. Todas mis desiciones se basan en mi voluntad.—afirmó.

—¿Lo que hiciste después de verte con Yelena también fue tu voluntad?—cuestionaba Armin, inseguro de lo que Eren estaba afirmándole.

—Así es.—recalcó, con una inexpresiva expresión.

—No es cierto, fuiste manipulado por ellos. Aunque se trataba de un país enemigo, tú nunca hubieras involucrado a niños ni personas inocentes.—interfería Mikasa, impotente.—Además, tú siempre nos has apreciado más que nadie en el mundo. ¿No es así?—preguntaba ella, mirándole con detenimiento, Eren no le miraba.—Tú me rescataste cuando esos hombres me secuestraron, ¡y me diste esta bufanda, eso demuestra que eres bueno!—expresaba ella, sosteniendo la rojiza bufanda entre sus dedos.

𝐒𝐎𝐋𝐃𝐈𝐄𝐑 𝐖𝐈𝐍𝐆𝐒 ──𝐋𝐞𝐯𝐢 𝐀𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora