𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐨𝐜𝐡𝐨

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Decirle adiós al sol.

Las frías gotas de lluvia caían en todo mi cuerpo, me mantenía cabizbajo, las gotas sobresalían de mi cabello, cayendo en su pálido rostro junto a mis lágrimas. No podía levantarme del suelo, aún la estaba sosteniendo en mis brazos, aferrada a mi. Toda la sangre que su cuerpo expulsó desde el interior, se había desbordado por la lluvia. Ella estaba humedecida, su cabello suelto y mojado. Lo acaricie con suavidad, mientras la miraba. Sus labios perdieron color, también sus mejillas. Mis manos ya no temblaban, mi cuerpo tampoco. Ni siquiera estaba sollozando como hace un rato, estaba anonadado, observándola. Dirigí mi mirada a su mano, mi corazón se apretó en cuanto vi aquella argolla en su dedo. Con suavidad, toque su mano, la cual no volvería apretarme cuando la entrelazará conmigo en esas noches que la hacía mía. Esa sensación, de sus labios rozar los míos, donde besaba cada parte de mi piel. En que sus manos acariciarán mi cabello, lo apretarán y se dirigieran lentamente por mi espalda. Fui sacando la argolla de su dedo, recordando el rostro de impresión que expresó en su semblante cuando se lo presente. No tuvimos el tiempo que queríamos, pero el que tuvimos fue grato. Como cuando su piel se adueñaba de la mía, donde sentía su calidez cuando ponía su cabeza en mi pecho. Mi corazón latía fuertemente, pero el de ella, ya no más. Deslicé su cuerpo, lo deslicé con mucho pesar. Esto me dolía, más que nada en el mundo.

Deje de esconder mi cabeza en el hueco de su cuello, besando fuertemente su mejilla. Para así, recostarla en aquel césped frondoso e humedecido. Suspiré, levantándome del suelo, mientras la miraba recostada, con sus ojos cerrados. Levante la mirada al cielo, las frías gotas de lluvia aún tocaban mi rostro, lo enfriaban como todo mi interior. Toda mi vida he tenido que ver a cientos de soldados morir, he sacrificado a mis compañeros con un propósito mayor, pero hoy, lo que siempre temía pareció suceder sin previo aviso, era por eso que no podía respirar sin que me doliera. Apreté mis nudillos con fuerza, no podía repetir este suceso, no quería volver a ver esto, nunca más. Esto se sentía como un sueño, como un largo sueño del que no podría despertar nunca más. La observe, la observe con detenimiento, cada esperanza que habitaba en mi ser, había caducado hoy con su vida. El precio de la salvación, se convirtió en una perdición. Me giré, fríamente. Yo siempre he sido fuerte, mis habilidades extraordinarias, mi inteligencia suprema, pero de emociones era igual de frágil que cualquiera, y no podía caminar sin sentir la pesadez de mi andar alejarme de ella. La ame, la protegí, la hice mía, pero al final, veníamos de la vida misma que nos traía, y Adeline, maldita sea, Adeline se me fue de las manos.

¡Ma-mamá...!—abrí mis ojos grandemente, sintiendo ese pesar decaer, haciendo que me detuviera en seco, cayendo de rodillas. La voz de Liam retumba en mi oído, la voz de mi hijo de un año me estaba pidiendo que no le hiciera ese daño de crecer sin una madre como yo.—Eres todo de mamá, mi pequeño.—su voz, la voz de Adeline me penetraba fuertemente erizando mi piel, recordándome que falle, nuevamente he fallado.

La imagen de Adeline sosteniendo a Liam en sus manos, llevándolo a una vuelta en el aire mientras que él sonreía ampliamente, dejando caer su chupete para mostrar la dentadura que empezaba a esclarecerse en su boca. Yo estaba observando desde el interior, a través de aquella ventana como ella sonreía, abrazándolo a su ser. Acaricio su mejilla contra la suya, Liam tocaba su rostro, lo acariciaba pegajoso a su madre como él ser de luz que veía en ella. Mis decisiones, habían llevado a este trágico momento. Le había arrebatado a mi hijo, el privilegio de crecer amando a su madre vivamente, como el mundo me lo quitó a mi. Mi piel se erizaba, chasqueaba mi lengua hasta apretar mis dientes con fuerzas. Lleve mis manos a mi cabeza, bajo esa lluvia, viéndolo a él. Viendo sus ojos grisáceos abiertos, mientras Adeline estaba dormida a su lado, él estrechaba sus manos para que lo cargara, porque era inocente, y lo único que necesitaba, era el calor de sus padres abrazándoles en las noches. Cada imagen era una tortura, donde Adeline me miraba con esos ojos color avellana que ya no volveré a ver. Donde estaba parada, sosteniendo a Liam, mientras que él balbuceaba y babeaba toda la hombrera de Adeline. Yo me acercaba, acariciando su cabello, mientras que besaba fuertemente la mejilla de su madre que lo cargaba. ¿Qué pasará ahora? ¿No podré revivir esos momentos?

𝐒𝐎𝐋𝐃𝐈𝐄𝐑 𝐖𝐈𝐍𝐆𝐒 ──𝐋𝐞𝐯𝐢 𝐀𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora